EN 2012, cuando el personaje que atañe estaba ya jubilado y despendolado puliendo dinero, pues colgó las botas con 36 años, en 2009, tras 19 campañas al servicio del gol, habiendo conocido 14 vestuarios distintos, todo un mercenario, su currículo aún le permitía sobrevivir en el Top 10 de futbolistas que más dinero han movido en traspasos a lo largo de sus carreras deportivas. El elenco, en este orden: Ibrahimovic, Anelka, Crespo, Verón, Cristiano Ronaldo, Torres, Ronaldo, Keane y Vieri, Christian Vieri, antes de cerrar Robinho la nómina.

Dos años más tarde, en el día que acontece, el Toro de Bolonia, que otrora había generado una inversión de casi 88 millones de euros en mudanzas, convive con una cornada, la cornada del despilfarro, y está desangrado. Sus goles desaparecieron del panorama y los réditos del pasado no dan de comer, se los ha gastado. Las mujeres, el juego, el afán por la bebida y malas decisiones de inversión han dilapidado su fortuna. A sus 40 primaveras Vieri, totémico siempre sobre el césped, está arruinado, con la cabeza gacha. El delantero, ariete de perfil clásico, ese rol en peligro de extinción por las variaciones tácticas del fútbol contemporáneo, ha salido a la palestra para solicitar ayuda. Su última mala gestión le ha desembocado en la quiebra de su empresa BFC, con una pérdida de 16 millones de euros, la gota que ha colmado el vaso y por la que están imputados como responsables tanto él como su madre. La motivación para pedir auxilio.

Estandarte del Atlético de Madrid o Inter de Milán, donde fue Pichichi y Capocannoniere con 24 goles, respectivamente, lo que le llevó a ser el primero y único futbolista de la historia en ser máximo goleador en España e Italia, como plazas donde ha dado 236 estocadas goleadoras, solicita a los cuatro vientos un trabajo para regresar al fútbol. Allí sus decisiones eran más acertadas. Cuarentón, no hay equipo que le rescate para su línea de ataque; ya en 2009 se había quedado sin novias porque su caché no bajó como lo hizo su fútbol con el advenimiento de la edad. Su nombre llegó a pesarle, pues las exigencias rayaban a la altura de su pasado, demasiado elevadas. Quizás hubiera seguido pisando los pastos, de hecho se especuló con destinos exóticos tras anunciar su retirada en el Atalanta, pero ninguna oferta llegó desde un club italiano, que es lo que deseaba el Bobo, como también se le conoce, al igual que conocidos han sido sus escarceos, que le hicieron adentrarse en el interés de la prensa rosa. De hecho, el jugador, que tenía fama de organizar las timbas de póquer en el seno de la selección italiana, donde vistió la camiseta en 49 ocasiones y anotó 23 tantos, reconoció que su pasión era el sexo femenino, aludiendo a experiencias con más de 200 mujeres.

Ahora reclama esa segunda oportunidad, tras calificar su situación de "extrema". Tal vez le llegue, pero deberá demostrar que su carácter no le lastra, pues su olfato, su pegada de balón, sus testarazos y su corpulencia ya no tienen el valor que le hicieron una estrella mundial. Ha de reciclarse.