ITALIA: Buffon, Abate, Barzagli, Chiellini (Min. 57, Bonucci), Balzaretti, Pirlo, Marchisio, Motta, De Rossi, Di Natale (Min. 75, Balotelli) y Cassano (Min 63, Diamanti)

IRLANDA: Given, O'Shea, Dunne, St. Ledger, Ward, McGeady (Min. 65, Long), Whelan, Andrews, Duff, Doyle (Min. 76, Walters) y Keane (Min. 86, Cox).

Goles: 1-0: Min. 36; Cassano. 2-0: Min. 90; Balotelli.

Árbitro: Cuneyt Cakir (Turquía). Expulsó por doble amarilla a Andrews (m.89) y amonestó a Balzaretti, Buffon, De Rossi y O'Shea.

Incidencias: Unos 38.000 espectadores en el estadio Miejski de Poznan, Polonia.

bilbao. Amanece El día. Italia frota sus legañas. Como sucede en los tiempos que corren, a uno le invade la banal cuestión de si alzarse o no a combatir la cruda actualidad. Cruzar la frontera de casa y penetrar en la sociedad contemporánea es cierto que extasía por el bombardeo informativo, que, aunque cada vez con menos impacto social, sigue asfixiando con su incesante torpedeo. En La bota de Europa, cuando no salta el escándalo económico o político, es el fútbol quien copa portadas. Cuestión esta última tan trascendente como las anteriores. O incluso más.

En este sentido, no hay novedades: 22 clubes de fútbol de categorías inferiores y 61 personas federadas son condenadas a castigos por apuestas ilegales, con penas que van desde los 15 puntos de penalización a 5 años de sanción -decir que todos tienen la alternativa de un recurso en apelación-; en la política, más de lo mismo, todo sigue igual: la Fiscalía de Milán reclama 3 años y 8 meses de cárcel para el díscolo Berlusconi por el caso Mediaset en el que está acusado de fraude fiscal. Pero el fútbol sigue siendo más fuerte que cualquier posibilidad de irregularidad. Pecata minuta es el resto.

A la noche juega la amadísima selección de Italia, una patria, la camiseta azzurra, compartida sin escisiones. Quizás sea la única liturgia, la única comunión del pueblo. La tropa de Prandelli se juega por tanto la vida en el Municipal de Poznan: pasar a cuartos de final, para lo que solo vale ganar. De paso, cuasiobligatoriedad, de por medio, para paliar momentáneamente la sensación de escasez en los bolsillos. La crisis económica. Aunque el reojo es inevitable con un España-Croacia, a quienes les vales el amaño del 2-2. No hay cabida a las especulaciones.

La nueva Italia, sin embargo, tiene otra cara. Se ha globalizado, adoptando el extranjerismo del toque de balón como antonomasia, la posesión, que se impone pasados los 5 minutos de juego en la polaca Poznan. Antes, ambas selecciones, necesitadas, la una del billete y la otra de orgullo para no llevarse la cuchara de palo, intercambian dos fogonazos. Pero la lógica de una jerarquía se establece. Irlanda, la del vetusto Trapattoni, sabe de lo que va este modelo, porque es al que tenía que hacer frente otrora, su archienemigo -lo suyo era el Catenaccio, basado en "un ataque implacable apoyado en una defensa de hierro", tal y como decía-, y busca la asfixia con derroche físico, con extenuación. Esquema entusiasta que maniató a Italia con presión desde la línea de los tres cuartos. Funcionó. Los genios, Pirlo, Cassano, la creatividad, se evaporaba.

Aunque la camiseta de aspecto retro italiana, paradójicamente, nada tiene de contenido en comparación con la de antaño. La entrada de inicio de Di Natale en lugar de Balotelli trajo a los de Prandelli posibilidades de pases al espacio desocupado. El fugaz y habilidoso, que custodia a la hija del fallecido Morosini, corazón de león, sumaba. Era el más aparecido, incisivo.

Italia se afincaba en la paciencia. Aunque la escasez de mordiente invitó a Irlanda a pretender más. Se estiraron los Boys in green, encomendados al contraataque. Quién diría que sumaban 14 encuentros invictos antes de pisar la Eurocopa, porque tesón todo, pero ingenio, ayer ninguno. Solo esprines como atletas de 100 metros confiando una caída fortuita al galope. Ganas, que se dice.

Pero del derroche valía. Buffon no hallaba pase en un saque de puerta estilo Barça, con defensas en los laterales del área. Fe de la inoperancia, a pesar de la insistencia en posesión. Pero ahí está el genio. El gordito Cassano -pesa lo mismo que el número de centímetros que sobrepasan su metro de estatura- desequilibró de cabeza tras un córner lanzado por bota de seda Pirlo en el minuto 35. Como luz del ataque, el extrovertido Talentino enfocó. Un balón parado daba más que 45 minutos de transiciones de balón. Hay cosas que no cambian jamás en Italia.

El pundonor de Irlanda se acongojó al ver la cuesta del 1-0 y una posesión del 65% en contra que anticipaba poco más de 5 minutos de posesión real para la segunda mitad. Eso sumado a un solitario disparo en la segunda parte, el de Andrews en el 78 -vería acto seguido la roja en la expulsión más anecdótica de la Euro-, el único digno de tal nomenclatura, hizo claudicar a Irlanda.

Balzaretti era un ciborg subiendo la banda. Fabricó dos pases de gol maravillosos, uno a Cassano y otro a Di Natale. Pero Italia tuvo que seguir percutiendo para verse en cuartos, porque el otro marcador, el del estadio Gdansk, seguía empate a cero. Las faltas tácticas italianas al menor atisbo de peligro lo evidenciaban. Dotaban de seriedad a una Italia poco práctica y atorada por fases, ahuecada de ingenio. Entonces, Balotelli, o Locotelli, dio vida a la nueva Italia con una semichilena. Disparate y funeral para la antigua Italia.