El roble milenario de Garaioa no ha resistido el envite de la lluvia y el viento. Su enorme tronco, podrido y hueco hace ya años, seguía en pie hasta el pasado mes de septiembre, cuando se vino abajo.
El roble milenario de Garaioa, caído como consecuencia de la lluvia y el viento
Cedida
El roble milenario de Garaioa no ha resistido el envite de la lluvia y el viento. Su enorme tronco, podrido y hueco hace ya años, seguía en pie hasta el pasado mes de septiembre, cuando se vino abajo.
El roble milenario de Garaioa, caído como consecuencia de la lluvia y el viento
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El roble milenario de Garaioa no ha resistido el envite de la lluvia y el viento. Su enorme tronco, podrido y hueco hace ya años, seguía en pie hasta el pasado mes de septiembre, cuando se vino abajo.
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El roble milenario de Garaioa no ha resistido el envite de la lluvia y el viento. Su enorme tronco, podrido y hueco hace ya años, seguía en pie hasta el pasado mes de septiembre, cuando se vino abajo.
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