Perseverancia. Es el adjetivo al que han tenido que apelar las escuderías a la espera de un mal día de Red Bull. Agazapados para saltar ante la oportunidad. Pacientes. Constantes sin embargo a la hora de trabajar. Buscando el progreso, porque el desarrollo no se detiene; el tren de la Fórmula 1 siempre se mantiene en marcha. Y llegó el día. Porque todo ciclo alcanza su final. Después de quince carreras consecutivas contadas por victorias, entre ellas las catorce de 2023, llegó el Gran Premio de Singapur, que sacó a relucir la debilidad de uno de los coches más dominantes de la historia del Gran Circo. Con un trazado urbano recién asfaltado y condiciones nocturnas, al Red Bull se le fundió la luz que ha iluminado sus aplastantes éxitos. Los monoplazas de la fábrica austríaca acusaron la falta de tracción y cedieron por fin su hegemónica condición. El sábado, por primera vez desde el Gran Premio de Rusia de 2018, ninguno de sus dos coches accedió a la Q3. Ahí estaba Carlos Sainz, que cercenó la racha de Red Bull y de Max Verstappen, ganador de las diez carreras previas. 

Paradójicamente, Sainz ganó una carrera en la que no quiso correr. Irónicamente buscó la victoria planteando una estrategia de ralentizar el ritmo. Correr a no correr. Consciente de la debilidad de su Ferrari, que adolece de exceso de degradación de neumáticos, el madrileño defendió en la salida su condición de poleman y, asentado en cabeza, redujo la marcha del grupo.

“Podría ir siempre a este ritmo”, se jactó Sainz en las primeras vueltas, queriendo decir que la exigencia era mínima en todos los sentidos: concentración, desgaste de gomas, consumo de combustible, etc. Detrás, a rebufo, su compañero Charles Leclerc confirmaba los hechos: “Carlos está ralentizando el ritmo”. Claro, Sainz estaba protegido por Leclerc, pero el monegasco no tenía por detrás a un compañero para ejercer de escudero, y a su espalda aparecía George Russell con el cuchillo entre los dientes, dispuesto para atacar.

“¿Cuál es nuestra mejor oportunidad para ganar esta carrera?”, cuestionaba Russell, confiado en poder imprimir una velocidad superior. “Hay que mantener la presión a los Ferrari”, respondieron desde Mercedes. Mientras, en Ferrari exigían a Leclerc aumentar la distancia con Carlos para proteger al líder con un colchón de tiempo de hasta 5 segundos. Ferrari echaba así el ancla con sus dos pilotos a la espera de que las vueltas se fueran consumiendo.

Red Bull, a contrapié

Pero la aparición de un safety car en la vuelta 20 aceleró los acontecimientos. Todos los pilotos completaron sus primeras paradas excepto los de Red Bull, que al haber montado duros de salida no podrían finalizar la carrera con medios o blandos con el plan de un único pit stop. “Se trataba de limitar nuestros problemas de degradación. Hemos tenido que parar antes de lo pensado por el safety y he tenido que bajar aún más el ritmo”, confesó Sainz. Red Bull, por su parte, se vio a contrapié. Tuvo que parar más adelante, sin el beneficio de parar aprovechando el coche de seguridad, y cedió todo lo avanzado hasta entonces. De este modo, Verstappen terminó quinto después de salir desde la undécima posición y Sergio Pérez acabó octavo tras partir decimotercero.

Ante la enorme dificultad de adelantar en el circuito de Marina Bay, Mercedes cambió de estrategia. Se lanzó a por una segunda parada para buscar ritmo en el final de la carrera. Russell y Lewis Hamilton volaron en el tramo final. Llegaron a rodar dos segundos por vuelta más rápido que la cabeza de carrera. Ambos llegaron a rueda de Lando Norris, que era segundo. Para entonces Leclerc había perdido posiciones en el pit stop, cuando debió esperar por el tráfico en el pasillo de boxes. El monegasco sería cuarto al concluir la prueba.

Sainz, con una estrategia muy inteligente

Sainz protagonizó un final de carrera agónico, sin agarre en los neumáticos delanteros y ofreciendo DRS a Norris para que este le protegiera de los Mercedes. Russell, tercero, y Hamilton, cuarto, podrían haber copado el podio de haberse tratado de un circuito con mayores oportunidades de adelantamiento; llegaron a rodar cuatro segundos más lentos por la imposibilidad de ganar posiciones. Pero esto no sucedió. Russell, hijo de la frustración al no poder adelantar, se estrelló en la última vuelta al forzar por la segunda plaza. Y los tres primeros, Sainz, Norris y Hamilton, cruzaron la meta como si de vagones se tratara, seguidos, unidos, a distancia mínima. Fue la segunda victoria de Sainz en la Fórmula 1. “Carlos ha sido muy generoso ayudándome; me ha ayudado a mi carrera pero también a la suya”, expresó Norris. “He tenido el control en todo momento”, celebró Sainz.

Alonso, peor resultado del año

“Esto es inconducible”, lamentó Fernando Alonso por su Aston Martin, en la línea de Verstappen, que protestó: “Es como conducir en hielo”. El asturiano llegó a rodar en la sexta posición, pero fue sancionado con 5 segundos por rebasar la línea de entrada al pit lane, en su segunda visita al garaje perdió 20 segundos por un pésimo cambio de neumáticos y posteriormente cometió un fallo al pasarse de frenada. Fue decimoquinto en el peor gran premio de la temporada para Aston Martin. Con Lance Stroll sin tomar la salida debido al fuerte accidente que sufrió el sábado, la escudería británica se quedó fuera de los puntos por primera vez este año.