La renovación en marcha de los liderazgos de las varias federaciones autonómicas del PSOE activa la siguiente etapa del realineamiento de la organización con el liderazgo de Pedro Sánchez tras el reciente Congreso de Sevilla. Sánchez precisa cohesionar las organizaciones autonómicas en un entorno en el que la presión constante de la oposición ha hallado eco amplificado internamente por voces disidentes, con Javier Lambán y, especialmente, Emiliano García-Page protagonizando desencuentros estratégicos por los acuerdos del presidente del Gobierno con las fuerzas soberanistas y la izquierda confederal. El PSOE ya cerró filas en la renovación de su Ejecutiva federal, constituida con una fuerte inclinación hacia el equipo de Gobierno de Sánchez, y la operación se reproduce ahora, animada por los resultados de Salvador Illa en Catalunya. Así, hasta cuatro ministros se postulan a liderar las federaciones clave para el PSOE –Andalucía, Madrid, Valencia y Aragón– con el indisimulado objetivo de reactivar el voto suficiente del electorado socialista, cuya desactivación favoreció la consolidación de gobiernos autonómicos del PP. Por tanto, cohesión interna y disputa electoral autonómica inspiran los movimientos de renovación del Partido Socialista. Por la propia lógica de la formulación, la situación no afecta al PSE ni al PSN. La presencia institucional estable de ambos en sus comunidades, y el alineamiento de base con el presidente Sánchez garantizan a la también presidenta navarra, María Chivite, y al secretario general de los socialistas vascos, Eneko Andueza, una reelección sin sobresaltos. En el resto del Estado, los candidatos inspirados por Moncloa van viendo despejado el camino y se auguran pocas voces disidentes de la línea oficial al término de los congresos autonómicos. El alter ego interno del presidente Sánchez seguirá siendo Emiliano García-Page, llamado a repetir al frente de la federación de Castilla-la Mancha, autonomía que presiden con estabilidad y frente al que la nueva Ejecutiva socialista de Ferraz ha optado por no mover ficha, por lo que no habrá disputa con ningún candidato alternativo. El PSOE opta así por envolver y no por confrontar. La verdadera prueba de fuego de esta estrategia no llegará, por tanto, hasta las elecciones autonómicas en Andalucía y Castilla y León, previstas en 2026.