La decisión del presidente de Austria, Alexander Van der Bellen, de encargar al líder ultraderechista Herbert Kickl la tarea de formar gobierno es sin duda una mala noticia para el país, para Europa y, en definitiva, para la democracia. El fracaso en las negociaciones para conformar un Ejecutivo que dejase al margen a la extrema derecha agrupada en el Partido de la Libertad (FPÖ), ganador de las pasadas elecciones, derivó este fin de semana en la dimisión del canciller en funciones, el conservador Karl Nehammer, que lideraba las conversaciones para lograr un gabinete de corte liberal europeista. “Renunciaré como canciller y como líder del OVP en los próximos días y facilitaré una transición ordenada”, anunció Nehammer después de que sus intentos se viesen frustrados. Tras malograrse la opción condicionada a la imposición del cordón sanitario a la extrema derecha, Austria se adentra en una grave crisis política de imprevisibles consecuencias. Se trata de la primera vez en la que los ultras reciben el mandato de formar gobierno desde 1945, aunque es cierto que el Partido de la Libertad, y en concreto su líder, Herbert Kickl, ya tienen experiencia de poder ya que han tenido representación en tres ejecutivos, lo que obliga a una serie reflexión. La responsabilidad del fracaso en las negociaciones y, con ello, de otorgar una oportunidad histórica a que el próximo canciller sea un ultra populista y filofascista que se presenta como “canciller del pueblo” y define a otras formaciones austriacas como “traidores al pueblo” –ambos términos en alemán con claros ecos nazis– es, indiscutiblemente, de las fuerzas democráticas que han sido incapaces de acordar un programa mínimo común con el que afrontar tanto el desafío de la extrema derecha como las demandas de la ciudadanía del país. Aunque no llegase a fraguar un gobierno de Kickl, el éxito de la formación ultra es ya indudable, tras conseguir el triunfo electoral y, ahora, acariciar el liderazgo en el gobierno ante la debilidad ética y política del resto de partidos. Con el agravante de que supone una lanza más clavada en el corazón de Europa. No en vano, la ultraderechista alemana Alternativa para Alemania (AfD), apoyada por Elon Musk y que apunta a segunda fuerza en las elecciones, ya ha exigido el fin del cordón sanitario. La extrema derecha extiende sus tentáculos por toda Europa. l