El Athletic, y con él toda Bizkaia, tiene hoy una gran cita con la historia en la disputa de la final de Copa que le enfrenta al Mallorca en La Cartuja. El evento ha despertado una ilusión desbordada no ya solo en la masa social del club y en la afición en general, sino en el territorio. Decenas de miles de personas –más de 70.000, según las estimaciones– se han trasladado a la capital andaluza bien para ver el partido en directo en el estadio o, los que no han tenido la suerte de conseguir entrada, para disfrutar de un ambiente que va mucho más allá del fútbol y de un trofeo deportivo, por importante que sea o, en sentido estricto, por el valor histórico y sentimental que la afición le otorgue a esa Copa. Hasta en eso, en la comunión entre el equipo y lo que este representa y su afición, el Athletic es único en el mundo. La final de hoy es, en este sentido, la genuina representación de lo que, en el mercantilista y a menudo embrutecido y putrefacto mundo del fútbol de élite, significa un equipo social y culturalmente enraizado en un pueblo y que lo siente como propio porque comparte su singular filosofía y sus irrenunciables valores. Las imágenes que llegan estos últimos días desde Sevilla con miles de aficionados rojiblancos tomando literalmente la ciudad y contagiándola de su alegría, su ilusión y sus ganas de compartir esas sensaciones y de ver cumplido su sueño de ver a su equipo campeón cuarenta años después son muestra del espíritu Athletic abierto al mundo del que participa toda Bizkaia. Una de esas características que es también seña de identidad del Athletic es el respeto al rival y a sus aficionados, como, al igual que en otras ocasiones, se está demostrando ahora en Sevilla. Un respeto que, pese a la creciente ilusión, obliga a la prudencia y a moderar la euforia ante la final de esta noche frente a un gran contrincante como el Mallorca. En todo caso, pase lo que pase hoy en lo deportivo, el Athletic ha mostrado una vez más su identidad forjada en más de siglo y cuarto de vida, su identificación con esas raíces que lo hacen ser reconocido y admirado en todo el mundo como un club único y el mantenimiento de unos valores que, en conjunto, cimentan el cariño de la ciudadanía vizcaina y el orgullo que siente por su equipo, que forma parte indisoluble de su propia historia. Una historia que hoy aspira a engrandecer.