El acuerdo para alumbrar la ley de amnistía está provocando, como cabía esperar, diversas y contradictorias reacciones en el ámbito político, jurídico y mediático. El PP y toda la derecha han quedado descolocados ante la hábil maniobra de PSOE y Junts de utilizar la resolución adoptada por la Comisión de Venecia como llave para desencallar el bloqueo en el que se hallaban las posturas de ambos sobre el alcance de la norma, al proporcionar la solución de la interpretación del delito de terrorismo desde la perspectiva europea. No en vano fueron los populares, convencidos de que les daría la razón, los que apelaron a este órgano consultivo del Consejo de Europa que vela por la mejora en el funcionamiento de las instituciones democráticas y de la preservación del derecho en sus países miembros. Por contra, tanto en el Gobierno español como en los independentistas catalanes cunde la euforia. La realidad obliga, sin embargo, a la prudencia. La amnistía es un triunfo, pero aún es pronto para -como ha hecho Junts- vaticinar un próximo regreso de Carles Puigdemont y su candidatura a las elecciones europeas de junio. La ley deberá aún sortear un largo camino plagado de grandes desafíos, recursos e interpretaciones judiciales en caso de aplicarse. Por su parte, las reacciones del Ejecutivo de Sánchez y del PSOE están dando también muestra de ser excesivas. Es cierto que sin la amnistía que satisficiera a Junts, la legislatura correría un grave riesgo si los de Puigdemont no ofrecían su apoyo al Gobierno. Pero la verbalización que están haciendo los socialistas -y ayer el propio Sánchez en Bilbao- en el sentido de que tras este acuerdo con los independentistas catalanes están garantizados los Presupuestos de 2024 -que acumulan ya tres meses de retraso- y la estabilidad de la legislatura no responde a la realidad. Las negociaciones para las Cuentas comienzan ahora tras los contactos iniciales, para lo que el Gobierno deberá acordarlas con todos y cada uno de los grupos que componen la mayoría de la investidura. Todo indica que tanto los Presupuestos como la estabilidad se los tendrá que ganar Sánchez a pulso, porque depende de los pactos a los que llegue y de que gobierne atendiendo a la realidad de su necesidad de apoyos y de las legítimas aspiraciones de quienes le brindan su apoyo.