CERCA ya de cumplirse cinco meses desde el inicio de la ofensiva a sangre y fuego de Israel sobre Gaza tras los brutales ataques terroristas perpetrados por Hamás, la situación en toda la Franja, y especialmente en el norte, no deja de empeorar y es a día de hoy muy grave desde el punto de vista humanitario. La matanza que tuvo lugar el pasado jueves en la ciudad de Gaza, en la que más de un centenar de personas murieron y más de 700 resultaron heridas tanto por disparos del Ejército israelí como arrollados por vehículos que transportaban víveres que una muchedumbre trataba de alcanzar, es la muestra del estado de deterioro y vulnerabilidad en que se encuentra la población. Este lamentable episodio pone de manifiesto tanto la brutalidad e inhumanidad del Ejército israelí como la situación de absoluta desesperación que sufre la población civil, con carencia total de los bienes más básicos y sin apenas ayuda y que ha empezado a dar preocupantes y desgarradores síntomas de hambruna. De hecho, según las autoridades gazatíes, más de medio millón de personas están en riesgo de hambruna y superan ya la decena los niños que han muerto literalmente de hambre o sed. Más allá de la exigencia de explicaciones a Israel por parte de toda la comunidad internacional respecto a esta nueva matanza, la situación en Gaza es ya insostenible y prácticamente irreversible para la población civil. Tel Aviv sigue sin responder de facto a las demandas que le hizo la Corte Penal Internacional para evitar un genocidio en Gaza. Tampoco atiende a las peticiones de la ONU y de numerosos países, incluidos los de la UE y EE.UU., su principal aliado, de que proteja a la población civil. En este contexto cada vez más cercano a la tragedia humanitaria, las esperanzas de un necesario alto el fuego que pueda propiciar el final de la guerra parecen muy lejanas. Los esfuerzos negociadores parecen centrarse en una nueva tregua temporal con el fin de proceder a un canje de rehenes israelíes secuestrados aún en manos de Hamás por presos palestinos, pero que pudiera servir también para facilitar la llegada de una ayuda humanitaria imprescindible a Gaza. En este escenario, la ONU aparece como un organismo sin autoridad alguna, desprestigiado, ineficaz e incapaz de cumplir su papel como garante de la paz y de la vida de la población civil.