El retorno de las hostilidades en Gaza deja un inevitable sabor a fracaso tras una semana de tregua. De nuevo la ofensiva del ejército israelí se ha desatado con la brutalidad y el desprecio a los principios humanitarios. Los combates vuelven a la franja de espaldas a la permanencia de rehenes secuestrados por el grupo terrorista Hamás –los cálculos del propio gobierno de Benjamin Netanyahu hablan de cerca de 140 personas– y, por supuesto, a la situación de emergencia que sufre la población civil palestina. No queda en el derecho internacional resquicio que justifique la operación que está pulverizando el mayor campo de refugiados del mundo con miles de civiles muertos, mientras se desvía la atención hacia polémicas diplomáticas de ínfima calidad. La manipulación de los hechos se impone en los discursos políticos y se alimentan debates que solo sirven para tratar de aplastar en los matices la realidad de lo que está sucediendo en Gaza: una operación de exterminio desde la decidida convicción de los dirigentes israelíes de deshumanizar a la población palestina, de privarles de la condición que les da acceso a los derechos humanos universales. La complicidad del silencio internacional señala directamente a los gobiernos que manejan la crisis en términos de interés propio. Pero no solamente a ellos. Se ha construido un pensamiento político, una ideología de la desconfianza en Europa y Estados Unidos, que favorece la indolencia hacia el sufrimiento y la prioridad del rédito político. Resulta flagrante la soledad con la que se desempeña el secretario general de la ONU, António Guterres, o el titular de la política exterior europea, José Borrell, por llamar por su nombre al genocidio en Gaza. Al derecho de defensa de Israel lo ha sustituido el crimen de guerra de sus actos. Recientemente, el gobierno de Netanyahu ha elegido al presidente español como blanco de su campaña de acoso diplomático a la que el silencio, cuando no la adhesión, de la oposición española es ejemplo de deslealtad. Sánchez sirve de correa de transmisión de las presiones israelíes hacia la diplomacia europea por ser el presidente de turno del Consejo. Netanyahu busca que su relevo, en enero, sea más condescendiente, lo que augura su intención de que la violación de derechos se prolongue durante el inicio del nuevo año.