Este año 2022, sin tregua, nos ha vuelto a descuadrar con la guerra entre Rusia y Ucrania. La crisis de suministro, materias primas y energía -que ya padecíamos- se agravó por la terrible situación. La inflación, que también soportábamos a finales de 2021, se disparó llegando a superar el 10 por ciento. La desigualdad socio-económica y el cambio climático han seguido desbordando el sentir de la sociedad.

El mundo post covid está padeciendo las consecuencias, pero ya no es el mismo. No puede permitírselo. Ha cambiado la mirada. El crecimiento está en jaque.

Esteban Beaskoa

En los mercados financieros hemos visto situaciones peores en el pasado, pero en pocas ocasiones han azotado a tantos activos a la vez. El S&P500 y el Eurostoxx50 se han dejado en torno a un 25% en su punto más bajo durante este año. Los bonos del tesoro, que suelen ser un activo refugio cuando la renta variable sufre, han tenido el peor comportamiento en décadas. El oro ya no brilla como antes. Los precios de la vivienda caen y todo invita a pensar que lo sigan haciendo. Las criptodivisas han pasado de tener una valoración de tres trillones americanos (3 billones de dólares) a una valoración de 840 billones americanos (840.000 millones de dólares). Sólo algunas commodities han tenido un buen año y, en gran parte, debido a la guerra. La recesión es una realidad que nos va calando pero que no terminamos de aceptar.

La anterior década de tipos de interés bajos y expansión monetaria, cuya liquidez no se trasladó correctamente a la economía real y acabó sobrevalorando muchos activos financieros, nos obnubiló por completo.

Los Bancos Centrales, de momento, han puesto el foco en uno de sus objetivos fundamentales: la estabilidad de precios.

Para ello han implementado durante este año lo que ya anunciaron a finales de 2021: la subida de tipos de interés y el fin del dinero barato. La expectativa es que dichas subidas se mantengan al alza durante 2023 hasta llegar a niveles del 3% en el caso del Banco Central Europeo (BCE) y del 5% en el caso de la Reserva Federal (Fed). Lo que nos preguntamos es si realmente una fuerte subida de tipos de interés es la solución correcta para los problemas de fondo.

Ray Dalio, el fundador del hedge fund más grande del mundo (Bridgewater) considera que estamos viviendo un cambio de paradigma más que una etapa de subida de tipos de interés e inflación. Nos advierte de otros riesgos: la gran deuda –que empuja a los Bancos Centrales a monetizarla y a tolerar la inflación más que a subir tipos de interés- los populismos de las democracias occidentales y la creciente tensión de los poderes globales.

Nos dibuja un escenario de tiempos difíciles en los que la destrucción de la riqueza actual va a ser más complicada de recuperar para nuestros mayores, cuyo horizonte temporal de inversión es menor y su necesidad de gasto es mayor.

Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, confirma que debemos normalizar tipos de interés, pero no subirlos demasiado. Para Stiglitz la escasez de oferta (energía, alimentación, microchips, etc…) y la guerra han sido el verdadero motivo de la subida de precios, no unos tipos de interés bajos ni políticas monetarias expansivas. El antiguo economista jefe del Banco Mundial (1997-2000) insiste en impulsar medidas fiscales e impositivas que avancen hacia la igualdad y fomenten la innovación, el verdadero corazón del crecimiento. Para Europa nos propone, además, ser más tolerantes y elevar tanto los mínimos de inflación, fijados en el 2%, como los niveles de déficit y de deuda sobre PIB, que se establecieron en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea en el 3% y 60% respectivamente.

Nos adentramos en un periodo en el que los responsables políticos y económicos se enfrentan a decisiones complicadas. Sus medidas deben ser oportunas y equilibradas para proteger a los más vulnerables y garantizar la sostenibilidad de la deuda, del empleo y del crecimiento global. Joe Biden, Presidente de los Estados Unidos (EEUU), plantea medidas fiscales en su plan para la reducción de la inflación (Inflation Reduction Act -IRA-) con subsidios por un importe de 400 billones americanos (400.000 millones de dólares).

Dicho plan irá dirigido al sector de la energía, manufacturas y transporte, incluyendo provisiones para la inversión en el “Made in America”. Las medidas se asemejan bastante a la política industrial que ha perseguido China durante años. Entonces, si entre los gigantes que tratan de imponerse en el nuevo orden mundial, se llevan a cabo políticas intervencionistas y proteccionistas con tanto músculo, Europa, que no lo tiene y que depende tanto energética como industrialmente de terceros e insiste en mantener las reglas de la Organización Mundial del Comercio con la libertad de movimientos, se queda en una posición de vulnerabilidad al poder perder atractivo para las inversiones. El escenario que tenemos es complejo, por lo que es clave que la alianza de países democráticos tenga una mirada global, se adapte a las circunstancias, vele por los más desfavorecidos y perdure para conseguir un crecimiento sostenible.