La cesta de la compra pesa cada vez más, no en nuestras manos, sino en nuestros bolsillos. La escalada de los precios de las materias primas alimenticias que se está produciendo a nivel global desde principios de 2021 está repercutiendo en los precios de consumo de la zona euro y de España, y explica una parte importante del aumento de la inflación general en los últimos trimestres que estamos afrontando en nuestros hogares.

La inflación lleva meses reflejando una subida de los precios que parece imparable. Este jueves, la oficina de estadística comunitaria, Eurostat, ha hecho público el dato de inflación interanual en la eurozona, que ha subido tres décimas en julio en relación con el mes anterior y se sitúa en el 8,9% frente al 2,2% registrado un año antes. Por su parte, el IPC de España cerró junio en el 10,8%, casi dos puntos por encima de la media europea.

Una cifra récord con una subida de precios que se nota en el precio de la luz, el gas o la gasolina, pero también, y de forma destacada, en los productos que consumimos a la hora de comer en nuestros hogares. Entre los productos de primera necesidad que más se han encarecido en comparación con el año pasado encontramos la pasta, la leche, los huevos y el aceite.

De acuerdo con la información más reciente del Banco de España, en junio, el precio del aceite en la eurozona aumentó un 29% interanual, y los cereales y el café un 11%, mientras que lácteos y huevos y la carne lo hicieron en torno a un 12%. 

En el mismo mes, en el conjunto del Estado el precio del aceite aumentó un 37% interanual, siendo el producto que sustancialmente más incrementó su precio, aunque –ni de lejos– el único. El café y los huevos se situaron en una subida del 16%, los lácteos del 11% y, seguido muy de cerca, la carne ascendía un 10%; todo en términos interanuales. 

Como consecuencia, los precios se han visto aumentados de manera significativa desde enero de 2021. Para ser exactos, en la zona del euro, el aceite es ahora un 34% más caro, y los cereales y los lácteos y huevos son un 12% y 13% más costosos, respectivamente.

Mientras que en España los precios suben un 56% si hablamos del aceite, un 17% en los cereales, 16% los lácteos y huevos, y un 10% el precio de la carne.

EVOLUCIÓN INCIERTA

Igual que en todas las ocasiones en las que últimamente se pregunta por el futuro, con la previsión de los precios de los alimentos no iba a ser diferente y la respuesta es: incertidumbre.

Si bien las previsiones disponibles, tanto de instituciones como el Banco Mundial como de los mercados de futuros alimenticios, apuntan a una cierta tendencia a la baja en los próximos años, la continuación del conflicto derivado de la invasión rusa de Ucrania seguiría ejerciendo presiones alcistas sobre estos precios, tanto directas como indirectas.

Por una parte, estos países son importantes productores de materias primas alimenticias, como los cereales, y sus capacidades de producción y de exportación se encuentran considerablemente limitadas.

Por otro lado, el conflicto está afectando a los precios no solo de la energía sino también de los fertilizantes, que son dos suministros cruciales en los procesos de producción de las actividades agrícolas.

Asimismo, según apunta el último informe del Banco de España, la escalada de los precios y las disrupciones en la oferta proveniente de Rusia y de Ucrania, junto con algunos desarrollos climáticos adversos, están llevando a algunos países a prohibir o a imponer restricciones a las exportaciones de algunas materias primas alimenticias, lo que supone un tensionamiento adicional de las cadenas globales de suministro de los alimentos, con el potencial de generar aumentos adicionales muy persistentes de los precios internacionales.

Los ganaderos no se benefician de la subida final a consumidores

Esta subida afecta a toda la cadena alimentaria. Llega sin remedio a la cesta de la compra pero pasa por distribuidores, transportistas, intermediarios, productores… O eso es lo que debería estar pasando. Sin embargo, de esta subida de precios, los productores y los ganaderos se llevan una parte muy pequeña, si es que se llevan algo. 

Según el responsable estatal del sector de Frutas y Hortalizas de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), Andrés Góngora, fundamentalmente los distribuidores, que son los que mayormente mueven alrededor del 70% de lo que consumimos, son los que están aplicando estos altos márgenes en los precios.

“Al final se continúa generando una especulación muy fuerte a través de todo lo que conlleva la cadena agroalimentaria, desde que se produce un producto en el campo hasta que llega al consumidor final, no creemos que estén justificadas las subidas que se están dando en determinados alimentos, puesto que en el campo los precios siguen prácticamente inalterables”, aseguraba el portavoz de COAG en unas declaraciones del pasado viernes.

Así, son numerosos los ganaderos que reclaman que el aumento del precio al consumidor final no está respondiendo a la oferta y la demanda del mercado. La Federación Nacional de Ganaderos (Fedegan), asegura que con el precio que se paga por su producto a los ganaderos cárnicos, el precio de este debería haber bajado. 

“El diferencial se lo están ganando indebidamente algunos actores de la cadena cárnica que no responden a la bajada del precio al ganadero”, declaró la Federación. 

De la misma manera, en el sector de la leche los productores también sufren. La cadena de producción ha doblado su coste, mientras el precio de venta sigue estancado.

“Al final no van a quedar nada más que macrogranjas porque se están cargando el sector”, declaraba Roberto López, ganadero de Lugo, en una entrevista en esRadio. López aseguraba que necesitan cobrar la leche más cara, pero que la industria “insiste en que no, que nos están pagando lo suficiente”, lamentaba el ganadero.