Bilbao - Los registros de Lanbide cuentan con cerca de 120.000 parados, pero esconden otra realidad más allá del problema del desempleo. La recuperación de la actividad económica está mejorando las cifras de empleo, pero lo hace sobre todo a través de ocupaciones temporales, normalmente de muy corta duración, y con bajos salarios. Esto hace que muchos de estos nuevos trabajadores vean su contrato como un puente hacia algo más estable y opten por no darse de baja en Lanbide para ver si por esta vía llega esa oportunidad. En Euskadi demandan un nuevo empleo más de 127.000 personas con trabajo, 6.000 más que hace un año y el triple que en 2013, cuando la economía empezaba a repuntar.

El proceso tiene su lógica si se tiene en cuenta que a medida que mejora la situación económica también crecen las expectativas de encontrar un buen empleo entre la población. En líneas generales hay una relación entre el descenso del paro y el aumento del colectivo de trabajadores que busca un nuevo empleo y de hecho es en los meses de verano, con más actividad, cuando más amplio es este grupo.

Con el paso de los años hay un crecimiento constante del número total de demandantes de empleo en Euskadi, lo que supone que el ritmo al que baja el paro es menor que el aumento de trabajadores que buscan un segundo empleo. Dicho de otra forma, este grupo no está integrado únicamente por las personas que han ido saliendo del paro, sino que se nutre también de un sector de ocupados que acuden directamente a su oficina de Lanbide a reclamar algo mejor sin que necesariamente hayan tenido que pasar antes por el desempleo.

Puede ser el caso de jóvenes que acceden por primera vez al mercado laboral o incluso de trabajadores que han visto deteriorada su situación laboral durante la crisis e intentan ahora encontrar algo mejor. Es lógico pensar que una parte importante se corresponde con los 150.000 asalariados a tiempo parcial que hay en Euskadi.

Según datos del cierre de marzo, Lanbide cuenta con 278.860 demandantes de empleo, es decir, solicitan un contrato de trabajo y en principio están dispuestos a realizar acciones de formación y orientación. Menos de la mitad de todos ellos, el 42%, son parados como tal. En cuanto al resto, hay un pequeño porcentaje con disponibilidad limitada por razones no laborales, pero la amplia mayoría, el 45% de todos los demandantes, tienen un trabajo.

Es una realidad en ascenso que el cambio de ciclo económico aun no ha conseguido frenar. Este pasado mes de marzo estaban apuntados a Lanbide 127.031 ocupados, casi uno de cada siete trabajadores. Son 5.000 más que en marzo del año pasado y 15.000 más que en 2017. El incremento es imparable a partir de 2013, año en el que solo buscaban otro empleo 40.000 ocupados vascos, la tercera parte que en la actualidad. Con el paro desbocado, las expectativas de lograr un contrato de trabajo eran mucho más bajas.

En general, estar dado de alta en la Seguridad Social como trabajador es incompatible con el cobro del seguro del paro. La excepción en Euskadi se produce sobre todo con la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), complemento que reciben unos 11.000 trabajadores, en todo caso una parte muy pequeña de todos los demandantes de empleo. Para la mayoría, el principal beneficio de estar apuntado en Lanbide mientras se está trabajando es beneficiarse de cursos y otros programas de formación. Además, estar apuntado a estas listas suele ser requisito para acceder a ciertas ofertas de trabajo, lo que también explica la presencia de una parte de los demandantes que ya tienen un contrato y quieren mejorar su situación.

Mayoría de mujeres

La conexión entre la jornada parcial y este colectivo de personas que buscan otro empleo es clara si se tiene en cuenta que la mayoría son mujeres. Concretamente, 74.000 trabajadoras están dadas de alta en Lanbide, lo que supone casi seis de cada diez demandantes.

Los sectores feminizados como la hostelería, el comercio o las ramas sociosanitarias concentran en general mayores niveles de contrataciones de media jornada, lo que unido a las condiciones de trabajo más inestables hace lógico que muchas trabajadoras aspiren a algo mejor. Este mismo contexto de precariedad laboral explica que, de los 118.000 parados que hay en la CAV, un 57% sean mujeres.

Por franjas de edad el colectivo está repartido, aunque los menores de 30 años destacan con un peso significativo en relación a su presencia global en el mercado de trabajo. En cuanto a la formación, en las listas de Lanbide sobresale el grupo que solo cuenta con los estudios obligatorios, tanto entre los que son parados como entre los que ya trabajan. En ambos casos este nivel de estudios básico supone más de la mitad de la lista. A continuación se sitúan quienes han hecho una Formación Profesional, destacando en este caso la presencia de mujeres ocupadas. Por último, hay pocos universitarios en paro pero un número notable que demandan un nuevo empleo.