En medio de la pirotecnia, los flashes y el misterio que acompaña a cada estreno de los productos de Apple, el último, la versión más vanguardista de su buque insignia, el Iphone 6, presentado a comienzos de septiembre en su sede de Cupertino (California), se desliza sin alharacas en el mercado el Aquarius E6, el más novedoso terminal del fabricante español bq. Lejos de la pompa, el boato, la devoción de las largas colas de los clientes y cierto misticismo que abraza a los rutilantes apariciones de los artilugios de Apple -el Iphone 6 ostenta el récord de ventas con 10 millones de unidades colocadas en 3 días-, se bautizó la creación de la compañía bq, que ha crecido exponencialmente en los últimos años en uno de los paisajes más castigados por la crisis económica: el Estado español.

Refractaria al agujero negro que desintegra empresas, vomita despidos y alimenta bajadas salariales, el fabricante de móviles calcula que facturará 200 millones de euros este año, más del doble que en 2013. Además de las ventas, la empresa, enraizada en Madrid, dará empleo a un millar de personas. Hace apenas cuatro años eran una docena los trabajadores los que anidaban en la humilde bq, la empresa que crearon unos estudiantes de la facultad de telecomunicaciones interesados en hacer algo grande por la senda de la tecnología. Si la mastodóntica Apple nació del típico modelo americano del garaje -ya saben, el lugar donde los genios emprenden en Estados Unidos- bq se desarrolló alrededor de los pupitres de la facultad. Alberto Méndez, Rodrigo del Prado, David Béjar, Ravín Dhalani, Adán Muñoz e Iván Sánchez, alumnos de la de E. T. S. de Ingenieros de Telecomunicación de la Universidad Politécnica de Madrid, optaron por emprender. Todos a una. Mosqueteros cuyo capital es el talento y el conocimiento. El resto, el arrojo suficiente para embarcarse en una aventura más soñada que imaginada.

Comenzaron con las llaves USB. Era 2005 y fue su manera de entrar al mercado de la tecnología, un negocio que viaja a la velocidad de la luz, un mercado ávido de novedades. Las memorias USB no eran el destino final, se trataba más bien de un apeadero desde el que abrir otras puertas. Aunque en 2007 alcanzaron su pico de ventas tras colocar cinco millones de dispositivos USB siguieron otros pasos. El movimiento se demuestra andando. Tan inquietos como suficientemente visionarios, no se miraron el ombligo después del primer éxito. Decidieron que tenían que seguir invirtiendo en la empresa con la intención de continuar derribando muros con la ganzúa de la tecnología.

Tres años después se alistaron al negocio de los lectores de libros digitales. Fueron los primeros en hacerlo en el Estado español. De hecho, es de esa rama del negocio que todavía mantienen saludable, desde el que proviene su nombre: bq, una abreviatura de Booq, como llamaron a aquellos productos que son parte de las estanterías de muchos hogares. Asentados en esas dos vertientes crearon sus tabletas después de que Apple, en 2010, introdujera el dispositivo y medio mundo se enganchara al gadget. Apple se mantuvo inalterable en su política de precios y el perfil elitista de sus productos. 600 euros para un dispositivo en 10 pulgadas.

Bq jugó apostó por otra liga. Para triunfar redujo el tamaño de la tableta. La recortó hasta las 7 pulgadas. Había limado un tercio las dimensiones del dispositivo de Apple, pero sobre todo, rebajó el precio hasta los 149 euros. Cantó bingo. Eso fidelizó a una legión de consumidores a los que resultaba inaccesible el nuevo juguete de Apple. En la continúa búsqueda de nuevos productos, los telecos madrileños convirtieron el tablet en phablet. Un teléfono y tableta a 200 euros. Imbatible. La fusión de ambos conceptos fue el espaldarazo definitivo para la compañía, que centró su potencial en el diseño y la fabricación de móviles, si bien estos se producen y ensamblan en China al igual que hacen el resto de fabricantes. La empresa firmó entonces convenios más que interesantes para sus planes de expansión con compañías con gran implantación comercial.

el boom de los móviles Con la experiencia adquirida gracias a la cuña del phablet y un modelo empresarial claro: todo lo que se gana se reinvierte en la compañía, bq se adentró en la selva de la telefonía móvil, un negocio despiadado donde no se hacen prisioneros. Un hábitat como Motorola, Nokia y Blackberry, reyes en su tiempo, los decapitó la guillotina de la competencia al ser incapaces de adaptarse a los requerimientos de un mercado complejo, inestable, donde no se respetan las jerarquías. Ese comportamiento del mercado era una fortaleza para bq. El usuario, salvo la legión de apóstoles de Apple, no tiende a casarse con nadie. Esa es una de sus grandes bazas para prosperar en un ecosistema donde la competitividad resulta extrema y mantenerse a flote obliga a una revisión continua.

Al corriente de los caprichos del mercado, el patrón de bq se mantuvo invariable cuando decidieron introducirse en la telefonía móvil. Maniobraron como lo hicieron cuando se abonaron a los tablets. Su envite partía de ofrecer un producto suficientemente atractivo para el público a un precio competitivo y que además no estuviera vinculado a ninguna telefonía. El comprador, por lo tanto, no se encadenaba a nadie por hacerse con los terminales, que son libres. El resto, como en tantas otras historias de éxito, lo hizo el boca a oreja, el mejor de los publicistas y, sin duda, el más barato. Agarrados al estilo del Zarismo, el gran emporio textil que lubrica miles de millones en ventas sin invertir en marketing y publicidad, bq ha saltado la banca gracias a sus terminales, convertidos en una de las referencias del mercado. La compañía vendió 390.000 terminales en 2013. Unas cifras generosa, sin duda, pero muy lejos del millón de unidades que colocarán durante 2014. Su impacto en el equilibrio de fuerzas entre los principales fabricantes así como en la cuenta de resultados de la compañía es incuestionable. Bq, que está ampliando mercados en una lucha que es planetaria, ha adelantado irreverentemente a la mayoría de marcas con más años en el negocio. Sus ventas no dejan de crecer.

La empresa vende en la actualidad más teléfonos en el apretado mercado español que la colosal Apple, una hazaña. Solo otro transatlántico mundial como Samsung, el gran rival de la compañía de Cupertino y que cuenta con un amplio catálogo de aparatos con distintas gamas de precios, es capaz de colocar más teléfonos que bq en el Estado español, un gran consumidor de terminales de gama media, toda vez que la crisis obliga a los compradores a pensar mejor en qué gastan su dinero.