NO es nada personal, son sólo negocios”. En esa frase de El Padrino, un película sobre una familia dedicada al hampa y diversos asuntos mafiosos, cabe la caída al lodo de Ricardo Espírito Santo Salgado, presidente del Banco Espírito Santo (BES), la entidad financiera de la familia, la de Portugal. Atrapado por las deudas de Rioforte, el conglomerado de empresas familiares que estudia solicitar un concurso de acreedores por su debilidad económica, las autoridades financieras lusas decidieron que DDT, Dono Disto Tudo (posee todo) como conocen a Ricardo en Portugal, abandonara el banco familiar. El agujero financiero de los negocios de la familia, poseedora del 25% del accionariado del banco, estaban intoxicando la salud de la entidad bancaria, que en apenas diez días ha pasado a valer la mitad entre sobresaltos bursátiles. Las acciones alcanzaron el mínimo histórico, se suspendió la cotización de las mismas y también tuvieron un repunte cuando más bajas estuvieron. Mientras el banco se ha dejado la mitad de su valor, el entramado de los Espírito Santo ha perdido un 70% de su valor. Un legado de 150 años que nació entre los porcentajes que dejaban los negocios loteros a José María Espírito Santo Silva, creador del banco.

Siglo y medio después de la apuesta arriesgada de aquel hijo bastardo nacido en Lisboa de padre y madre desconocidos, los reguladores del Banco de Portugal, alarmados por la vulnerabilidad de la entidad, extirparon a Ricardo Espírito Santo Salgado y a la familia del consejo de administración del banco. En su lugar situaron al reputado Vitor Bento. Entre tanto, la cotización de las acciones fue suspendida después de que se anunciara que la exposición del banco era de 1.180 millones de euros, si bien las últimas ampliaciones de capital evitaron otras decisiones traumáticas. Los controladores no querían que su apellido, algo así como la monarquía portuguesa, el de la jerarquía financiera, pringara más los depósitos del banco. El descubierto de su imperio empresarial amenazaba con destripar al banco y que este se desangrara. El olor a sangre atrae a los tiburones y no existen especies más agresivas que las que chapotean en el parqué bursátil: los especuladores. Tiburones con trajes caros que engordan con las derrotas ajena. Ante la posibilidad de colapso de la maltrecha economía portuguesa, de otra recaída fatal en los mercados, donde la recuperación gravita entre una esperanza repleta de funambulistas y bolas de cristal, las autoridades financieras decidieron intervenir para apaciguar la taquicardia portuguesa. En medio de la crisis del banco, la prima de riesgo portuguesa escaló 100 puntos básicos desde que comenzaron los problemas con los Espírito Santo y la española se incrementó 25 puntos básicos por el contagio.

El desplome de Lehmann Brothers, too big to fall (demasiado grande para caer), un domingo cualquiera de 2008, fue la espoleta que volatilizó la economía mundial y dio el inicio a la gran recesión de este tiempo, que aún se cobra infinidad de intereses. “El Banco Espírito Santo posee un balance de 80.000 millones de euros, equivalente al 50% del PIB portugués”, explica el economista José Carlos Díez en su blog. El tamaño del Espírito Santo es incluso mayor que el de Bankia, que suponía el 30% del Producto Interior Bruto español cuando tocaron la campana para su rescate. El Espírito Santo es un Titanic con una formidable vía de agua provocada por el iceberg de los negocios de la gran familia portuguesa, cuyo radio de acción alcanzaba todos los rincones del país, sobre todo si estos se abrazaban al poder. Poder y negocios eran la razón de ser de los Espírito Santo.

¿al estilo rumasa? El caso portugués, expone José Carlos Díez, emparenta con otra todopoderosa estirpe ibérica: la familia Ruiz-Mateos. “El caso recuerda a Rumasa en los años setenta. Una familia poderosa con fuertes vinculaciones con el poder político, especialmente con el actual Gobierno de derechas que gobierna Portugal; con una potente corporación industrial, muy afectada por la depresión económica, donde el banco concentra muchos créditos. El mayor problema está en la corporación, que no nutre de flujo al holding que es propietario de las acciones del banco y que corre riesgo de impagar”.

La Rumasa portuguesa es Rioforte, la nave nodriza de las participaciones industriales de la familia Espírito Santo, una de las más ricas e influyentes de Portugal. En la actualidad las distintas ramificaciones del clan no mezclan bien, ni en lo personal ni en lo empresarial. Hace varios meses uno de los integrantes del clan, José María Ricciardi, pretendió asaltar el puesto de su primo Ricardo. El padre del revoltoso le afeó la conducta. El movimiento, el intento de motín, desmembró la unión de la familia, que no siempre dispuso del saludo reverencial y el tratamiento de celebridad. Después del golpe de Estado para acabar con la dictadura de Salazar, concretado en la Revolución de los Claveles, el 25 de abril de 1974, el Estado nacionalizó el banco, la aseguradora, la celulosa y otros intereses empresariales, en el que se incluyen desde hoteles hasta granjas u hospitales, que disponían los Espírito Santo.

Exiliados contaron con la contribución de sus pares, otras familias de acaudalados. Con sus préstamos encolaron nuevamente su puzzle empresarial. Además, en 1989 el Parlamento portugués aprobó la devolución del banco a la familia. Ricardo no perdió el tiempo y conquistó el grupo empresarial apenas tres años después de que a los Espírito Santos se les abrieran las puertas del país. Otra vez vitaminado, el conglomerado empresarial familiar, vertebrado durante décadas, llegó a controlar a través de otra serie de sociedades un 49% de Espírito Santo Financial Group, que era el mayor accionista de BES con un 20% después de que el banco japonés Nomura, que financió con 100 millones al clan familiar en la pasada ampliación de capital, ejecutase entre un 5% y el 25% del total que tenía. Ese puente entre la familia y el banco espera ahora el derribo. La estructura está seriamente dañada y se pretende una voladura controlada.

El martes se conoció que Rioforte, la sociedad de la familia Espírito Santo, no abonó a Portugal Telecom (PT) los 847 millones de euros que les deuda. Ese impago se solucionó con un entente entre la operadora brasileña OI y Portugal Telecom. El acuerdo entre ambas empresas, que las autoridades portuguesas consintieron, implica que la operadora brasileña OI le otorga ese dinero, pero a modo de opción de compra de acciones en los próximos seis años, a un precio que se irá revalorizando anualmente. De esta manera, Portugal Telecom gana tiempo, al igual que Rioforte, que dispone de una pequeña moratoria, siete días más, para que satisfaga el pago. El acuerdo entre OI y Portugal Telecom no es, precisamente, entre iguales. La operadora lusa, que iba a tener el 39,6% de la sociedad resultante al acabar el proceso, ahora dispondrá del 25,6%. Eso, sin embargo, no soluciona el boquete financiero del grupo. Se apunta a que tanto Rioforte como PT estarían estudiando una posible petición de concurso de acreedores por la deuda corporativa. Así las cosas, la familia busca la salvación con la venta de sus participaciones. Entre ellas está la de la aseguradora Tranquilidade. Toda una declaración de intenciones para los Espírito Santo. O maldito. Según se mire.