bilbao. Empresa familiar hasta 1983, Artiach ha conocido cinco propietarios diferentes desde entonces. Para todos ellos las marcas históricas de la compañía vizcaina han sido un reclamo, al igual que para la mayoría de los hogares de todo el Estado. Chiquilín, Artinata, Filipinos, Princesa, Marbú, Dinosaurus... el universo Artiach está plagado de productos estrella.
Son parte de la historia de una compañía que ha sabido adaptarse a los tiempos, modernizarse de forma constante para mantenerse vivo en un mercado dominado por las grandes multinacionales.
Los números del presente son también robustos. La planta vizcaína fabricó el año pasado 24.000 toneladas de galletas, entre ellas, más de 15 millones de unidades diarias de sus dos principales marcas, Chiquilín y Marbú Dorada. Su facturación superó los 67 millones de euros y da empleo a 256 personas en sus seis líneas de producción.
La compra por parte de Nutrexpa es un nuevo jalón en una historia centenaria, que arranca en 1907 en una lonja de la calle García Salazar de Bilbao, en la panadería El Bosque, de la mano de la familia Artiach y que se consolidó en Zorrotzaurre a partir de 1921 con el primer edificio construido en todo el Estado específicamente para albergar una fábrica de galletas.
Allí creció hasta las inundaciones de 1983, llegando a dar empleo a 800 personas en la década de los setenta y convirtiéndose en una marca referencia en todos los hogares. La familia Artiach vendió entonces la empresa a Nabisco y poco después se trasladó la producción a Orozko.
A partir de entonces, las galletas Chiquilín han cambiado de dueño en otras cuatro ocasiones. El grupo británico United Biscuits compró la compañía a Nabisco y la vendió en 2006 a Kraft. En medio de la crisis, Panrico se hizo con las marcas de Artiach y se lo vende cuatro años después a otro gigante, Nutrexpa.
La apuesta por continuar creciendo del grupo catalán es, en principio, una garantía para el mantenimiento de los puestos de trabajo en Bizkaia.