DONOSTIA. Poco más de hora y media han permanecido hoy los tres procesados por el fraude de la Hacienda de Irun en la Audiencia de Gipuzkoa en la primera sesión del juicio por esta causa, en la que la calma aparente del principal acusado, José María Bravo, ha contrastado con las lágrimas de su esposa, Rosa Cobos.

El interés mediático que ha despertado este caso, en el que Bravo, exdirector de la oficina tributaria de Irun, se enfrenta a hasta 30 años de prisión, ha interrumpido la habitual tranquilidad del Palacio de Justicia de la calle San Martín de Donostia, sede de la Audiencia guipuzcoana.

Las cámaras de televisión y los fotógrafos esperaban la llegada de los acusados desde mucho antes del comienzo de la vista oral, fijada para las nueve y media, en el exterior del edificio en una mañana de cielo cubierto y desapacible.

Los primeros en aparecer han sido los encausados Rosa Cobos y Pedro María Atristain, socio de Bravo, y mientras estos captaban la atención de los flashes, hacía su entrada el que fue jefe de la Hacienda de Irun durante casi década y media, hacia el que inmediatamente se dirigieron los reporteros gráficos.

La espera para pasar el control de seguridad del Palacio de Justicia impidió a Bravo eludir las cámaras, pero en ningún momento dio señales de nerviosismo, aunque a la pregunta sobre qué espera de este juicio, señaló que no iba a hacer comentarios.

Ataviado con pantalones de pana, una camisa a cuadros y una cazadora de piel que no se ha quitado durante la vista, José María Bravo ha jugado constantemente con un bolígrafo que ya llevaba en la mano al entrar a la sala.

Junto a él, en el banquillo, se encontraba su mujer, con un plumífero negro, que ha sacado pañuelos de papel de su bolso en varias ocasiones.

En el tercer asiento, al lado de Cobos, se ha colocado Atristain, que ha sido el primero en abandonar la Audiencia con su abogado al término de la sesión.

El letrado que ejerce la acusación particular en nombre de las Juntas Generales de Gipuzkoa y la Diputación Foral, Miguel Alonso Belza, ya contemplaba la posibilidad de que Bravo no declarase en esta primera jornada, como así ha sido, tras decidir el presidente del tribunal, Iñaki Subijana, suspender el juicio hasta el miércoles para analizar las peticiones de anulación planteadas por las defensas de dos de los tres imputados.

La sesión, que comenzó con un pequeño retraso, se ha dedicado únicamente a las cuestiones previas planteadas por las partes y ha sido seguida, entre otros, por el actual director de Hacienda del ente foral, Xabier Olano, que ocupa el mismo cargo que desempeñaba Víctor Bravo, hermano del acusado, cuando se produjeron los hechos que se enjuician ahora y que, tras ser descubiertos, provocaron su dimisión como senador del PNV.

Periodistas de los medios escritos -el resto lo ha seguido a través de una pantalla en un lugar contiguo- y alumnas en prácticas del último curso de Derechos componían el grueso del público en la sala de mayor tamaño de la Audiencia, con solo un quinto de sus 125 asientos ocupados.

Una vez suspendido el juicio, y mientras Rosa Cobos se secaba las lágrimas en el vestíbulo del edificio, su marido abandonaba el Palacio de Justicia seguido por las cámaras para que ella pudiera hacerlo después y pasar así inadvertida.