Pedro Luis Uriarte: "Tenemos dos años muy duros por delante"
Pedro Luis Uriarte, actual dirigente de la consultoría Economía, Empresa y Estrategia (EEE), ligado muchos años al mundo político y financiero -fue el primer consejero vasco de Economía y Hacienda-, repasa las claves de la crisis y cuáles son los retos para superarla
javier vizcaíno
bilbao. Para Pedro Luis Uriarte (Bilbao, 1943), ni el derrotismo ni la autocomplacencia son opciones válidas para hacer frente a la crisis desde Euskadi. Su apuesta es un compromiso profundo por la transformación que implique a toda la sociedad vasca, incluida la civil, que en su opinión está demasiado apagada y callada en esta situación. Y si se trata de arrimar el hombro, él ofrece el suyo el primero, avalado por la experiencia de haberse medido a decenas de retos que parecían tan o más complicados que el que nos toca encarar.
Lleva unos años en el segundo plano, pero ni mucho menos retirado.
A pesar de que me prejubilé ahora hace diez años, sigo muy ocupado. Demasiado. Tengo bastantes actividades de carácter profesional. Creé en 2002 y ahora presido una empresa de consultoría estratégica y estoy involucrado en numerosas actividades universitarias, sociales, y también institucionales. No tengo tiempo de aburrirme.
Confiese que ese ritmo frenético es el que le gusta, aunque ahora escoge con mimo las mil cosas que lo mantienen tan ocupado.
Sí, tengo la vida solucionada, no lo hago porque deba sacar la familia adelante ni por dinero, que es un factor secundario. Las cuestiones no retribuidas me ocupan dos tercios del tiempo, porque es muy difícil decir que no. Moralmente, siento la obligación de devolver a la sociedad lo mucho que he recibido.
Uno de los campos en los que más le hemos visto moverse recientemente es el de la innovación, esa palabra fetiche. Se teoriza mucho pero no está claro si se pone en práctica.
Efectivamente, el concepto de innovación está quizá muy predicado pero, en bastantes casos, insuficientemente practicado. Y ello, a pesar de que se trata de un factor crítico para nuestro futuro. El mundo se está transformando profundamente y, para un País desarrollado, como es Euskadi, la única respuesta posible es la realizada en clave de innovación.
¿Qué es innovación y qué no lo es aunque lo parezca?
Es innovación una idea que se puede transformar en valor. Ese valor puede ser tangible y medible en euros o tener una naturaleza distinta, fundamentalmente social. Y no es innovación todo cambio que no genere valor o, simplemente, una nueva idea. Innovación es creatividad puesta en valor.
Algo fundamental, entonces, para superar esta crisis a la que, inevitablemente, le tenemos que dedicar buena parte de la conversación. Una pregunta a bocajarro: ¿la culpa es de los bancos?
Culpables, haberlos haylos, pero no todos los bancos lo han sido. A algunas entidades, como Kutxabank, no se les puede reprochar nada. En el nacimiento de la crisis es obvio que tuvo la culpa fundamental el sistema financiero americano, pues vendió por todo el mundo, sin control, productos averiados con un label de calidad que era falso. Eso ha originado una crisis global, pero muy diferenciada, que ha afectado más a aquellos países, como por ejemplo España, que vivían por encima de sus posibilidades, es decir que necesitaban el ahorro de los demás para financiar su expansión.
Salir de ella va a ser durísimo... y carísimo.
A Euskadi le va a costar cinco años de crecimiento y a España, nueve. En el caso español va a suponer un lucro cesante de un 16% de su PIB. En un sector concreto, el saneamiento del sistema financiero tendrá un costo superior a 150.000 millones de euros. Como se ve, palabras mayores.
¿Por qué no se supo ver a tiempo la que nos venía encima o, si se detectó, no se informó?
Esa es una pregunta clave pues, efectivamente, ni el Fondo Monetario Internacional, en lo que se refiere a la economía global, ni los grandes bancos emisores (Reserva Federal de Estados Unidos, Banco Central Europeo, etc.), ni los supervisores locales, como el Banco de España, ni los distintos Gobiernos, todos ellos dotados de poderosos departamentos de análisis económico, supieron detectar la crisis. Y la razón de que esto se haya producido es que en el origen de la crisis había poco o nulo conocimiento del tipo de operaciones y de productos que se estaban vendiendo por el sistema financiero americano, y luego europeo. Cuando se supo la naturaleza real de los mismos, al iniciarse los problemas en el sector inmobiliario de Estados Unidos, ya era tarde, porque esa especie de virus había infectado a todo el sistema financiero mundial y, con ello, a las economías de distintos países.
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¿Es, como se dice, la crisis más grave que se haya vivido jamás?
Esta crisis ha sido una crisis global durísima que, a diferencia de las anteriores, ha golpeado sobre todo a los países desarrollados. Mientras los mismos estaban en crisis, una serie de países emergentes registraban fuertes crecimientos en su actividad económica. Ha sido, por lo tanto, una crisis global diferente y diferenciada que ha originado un aumento de la desigualdad económica dentro de los países y entre países y, en paralelo, un crecimiento también del rechazo hacia esa desigualdad que hoy ya es enorme. De facto, creo que ese será uno de los principales temas políticos del 2012, año en el que se celebrarán elecciones que afectan al 50% de la economía mundial.
¿Quién debe tomar el mando para salir de ella, la Economía o la Política?
Obviamente, si por Política entendemos los gobiernos elegidos democráticamente, en unas elecciones libres, ellos son los absolutos responsables, bajo la dependencia de los distintos Parlamentos, para valorar la situación de cada país y definir las medidas adecuadas. Pero la sociedad civil no se puede quedar con los brazos cruzados, sino que tiene que aportar y lo debe hacer también, decisivamente, en la superación de la crisis.
Sin embargo, vemos que en algunos países los gobernantes elegidos en las urnas son sustituidos por tecnócratas. ¿Es de recibo?
Aunque es una situación teóricamente indeseable, cuando desde la política no se saben dar las respuestas adecuadas y el país está en una situación crítica, como ha ocurrido en los casos de Grecia o de Italia, hay que aceptar con naturalidad el que personas con capacidades demostradas puedan sustituir a políticos fracasados, como único remedio para superar esa situación. Pero esto tiene que ser una absoluta excepción, muy controlada y temporal.
Vuelvo al papel de la banca. Cada vez la percibimos como más despersonaliza e incluso, deshumanizada.
Cada banco refleja la imagen, ideas y modelo de liderazgo de sus dirigentes. Y a eso habría que añadir que, al tratarse de un sector muy globalizado, el tamaño de las distintas instituciones financieras ha crecido enormemente y muchas de ellas se han expandido internacionalmente, lo cual se ha traducido en un cambio cultural muy profundo. Por otro lado, la banca tradicional ha quedado minimizada por la enorme expansión de las actividades de tesorería, de mercado de capitales, etc. La naturaleza del negocio financiero ha cambiado y las personas también.
¿Cuánto suponen esas actividades financieras o de ingeniería?
Una cifra enorme que crece exponencialmente. Le voy a dar un solo dato: el conjunto de las operaciones de derivados ha alcanzado en el último año una cifra de 700 billones de dólares, es decir 11 veces el PIB mundial.
¿No habría que regular todo eso? ¿Quién y por qué se opone?
Por supuesto que habría que regularlo. Aunque va a ser difícil por la oposición de Estados Unidos y, en Europa, del Reino Unido porque su sistema bancario es el más beneficiado de los mismos. En el Reino Unido trabaja un millón de personas en el sector financiero que aporta un 10% de todo su PIB.
¿Sería partidario de implantar la tasa Tobin sobre las transacciones financieras?
Sí. Pero, para que no cree distorsiones, hay que definirla muy bien técnicamente.
¿Debemos ir despidiéndonos del Estado del Bienestar?
Sería un error catastrófico. El Estado de bienestar es absolutamente necesario para mantener la estabilidad social y para proteger a los más débiles y a los que se quedan atrás. El problema es que, para poder mantener el modelo de Estado de bienestar que hemos conocido, es absolutamente imprescindible conseguir un crecimiento constante y significativo de la economía europea, española y vasca, lo cual solamente puede lograrse, en este mundo que está cambiando decisivamente, aumentando fuertemente la competitividad. Y esto requiere, durante varios años, tener que tragar medicinas muy amargas, para que el enfermo sane, se ponga fuerte y así encarar con fuerza ese futuro tan complejo que tenemos por delante.
Hasta ahora, como solución se nos ofrecen reformas, ajustes y recortes. ¿Con eso es suficiente?
Ciertamente, no. En Europa se está siguiendo una política de ajuste duro y continuado, sin otro horizonte. Eso es empobrecedor y, de continuar con el planteamiento actual, orientado fundamentalmente a corregir los desequilibrios presupuestarios, con un criterio de rigurosa austeridad, puede comprometer no solamente el futuro del euro, como hemos visto en los últimos meses, sino también el propio futuro de la Unión Europea. Y, por supuesto, el de España que, en este escenario, no podrá salir del hoyo en muchos años.
¿Puede cumplir el Estado español el objetivo de reducción del déficit hasta el 5,8% del PIB que acaba de anunciar Rajoy?
Era imposible que cumpliera el 4,4% que era el compromiso inicial. El impacto sobre la economía y el empleo hubiera sido brutal e inaceptable. Ahora, el objetivo es más alcanzable, aunque sigue requiriendo un ajuste muy duro. Pero el problema se traslada a 2013, con un compromiso firme de situarse en el 3%, lo que representará nuevos ajustes, por encima de 25.000 millones de euros. En resumen, dos años muy duros por delante.
En el caso de la CAV, acabamos de saber que el déficit se ha duplicado respecto a lo previsto, aunque al Gobierno vasco no parece preocuparle mucho.
Hay que decir que la situación no es dramática en este momento. El problema vendrá para el siguiente gobierno, que se va a encontrar con una necesidad muy importante de racionalizar las finanzas públicas. Hará falta un ajuste de entre 1.500 y 2.000 millones de euros reduciendo gastos y/o aumentando ingresos.
¿Cómo deberíamos encarar la salida de la crisis en Euskadi?
Euskadi solo tiene una alternativa. Un no rotundo a la depresión, al derrotismo, al pesimismo y también al conformismo y a la autocomplacencia. Y una apuesta decidida en clave de transformación. Tenemos que repensar Euskadi en lo económico, en lo social, en su implantación internacional y también en lo personal.
Ahí el papel de la sociedad civil es fundamental. ¿Cómo ve a la sociedad civil vasca?
Apagada. Demasiado retraída, porque nuestra sociedad civil calla y, por ello, no cuenta. En la situación en la que hoy vivimos y con el desafío de un mundo que está cambiando tan intensamente, hay que posicionarse, pero no para criticar, sino para proponer.
Y desde el ámbito político e institucional, ¿se están utilizando todas las herramientas de que disponemos?
Quizá no, porque uno de los problemas más graves que tiene Euskadi es el de la excesiva fragmentación, en lo político, en lo social, en lo territorial y en lo institucional. Y, como consecuencia de ello, estamos dando respuestas fragmentadas a desafíos que son globales.
¿Ha cambiado mucho el modo de hacer política y gestionar respecto al que usted conoció cuando estuvo en el Gobierno vasco?
Hay que tener presente que estoy alejado de la política desde que dejé el Gobierno vasco en 1984. Desde esa lejanía, lo que he percibido es que se ha pasado del "amateurismo" generoso de aquellos años a la profesionalización de la política y eso tiene aspectos positivos, pero también negativos. Y, como ciudadano, veo que la capacidad de llegar a consensos básicos es mucho menor que la de aquellos tiempos. Por contra, en relación con los 80, ha desaparecido la realidad dramática del terrorismo. El primer año que fui Consejero de Economía y Hacienda del Gobierno Vasco, las tres ETAs operativas asesinaron a más de 90 personas y realizaron 300 atentados. Hubo que aguantar aquello y dar la cara por responsabilidad y amor al País, en condiciones dramáticas, económicas y sociales, durísimas y sin medios. Es un orgullo haberlo hecho.
¿Volvería a la política, si se lo propusieran?
No. Además, no me lo van a proponer.
¿Y a la banca?
Vale también la respuesta anterior.
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