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InCERTIDUMBRE, preocupación, miedo... los trabajadores de las subcontratas de La Naval se debatían ayer entre varios sentimientos que al final, rascando las escamas formadas por varios años de inestabilidad, conducían sólo a uno: resignación ante lo que se intuye como inevitable. El ERE en la plantilla del astillero tendrá un notable impacto entre las más de mil personas que todos los días acuden a trabajar a la ribera de Sestao sin la protección del convenio de sus compañeros.
El vasto universo de las contratas es imprescindible cuando La Naval está a pleno rendimiento, pero es carne de excedente laboral, la primera columna que se resiente en época de caída de los pedidos. Y ahora el desplome es brutal. El empleo sucontratado ya se ha reducido durante la crisis. Todas las empresas han recortado plantilla. Hace tiempo que se prescindió de los eventuales y los que tenían contrato de obra han ido abandonando las instalaciones en un incesante goteo.
Resulta complicado contactar con trabajadores de estas compañías. Algunas ni siquiera tienen comité de empresa porque la vinculación de sus empleados está ligada a la actividad de La Naval. Son ETT que en algunos casos tienen personal en el astillero desde hace quince años en comisión de servicio, cuando termine su actividad se extinguirá la relación. Para hablar con el eslabón débil de la cadena laboral de La Naval hay que hacer guardia en la entrada.
Su complicada situación silencia algunas voces. Otras no se detienen, escupen al viento su opinión mascullada tras años de zozobra generada por la ausencia total de protección laboral: "Bien, todo bien. Estamos acostumbrados a campanear, a buscarnos la vida de un sitio a otro ya saldremos de esta".
La diversidad de los colores de los monos de faena da cuenta del gran número de empresas que se alimentan de la carga de trabajo de La Naval. Tacomi, Maessa, Eskoime, Gaditana, Prenaval, Moncobra, Talleres del Nervión, Babcock... es fácil perderse entre logotipos comerciales estampados en buzos.
universo de contratas
Empleados de segunda
Luis Barneto no tiene duda: "Si la plantilla de La Naval tiene un ERE los que lo vamos a pagar de verdad somos nosotros, los de las contratas". Lleva tres años en el astillero, contratado a través de Tacomi, encargada de la carpintería metálica y de actividades relacionadas con la calderería y el aire acondicionado. Luis se considera "desprotegido" a pesar de que su trabajo es clave porque no tiene contrato indefinido.
Javier Fernández compañero de subcontrata lleva cuatro años en La Naval con un contrato de fin de obra, tampoco lo ve "nada claro" ni para él ni para los otros veinticinco contratados por Tacomi.
En mejor situación están Xabier Egaña e Igor Novo. Son electricistas especializados en buques de alto contenido tecnológico, los que fabrica La Naval. "Se construyen aquí porque nadie quiere hacerlos. Son muy complejos y requieren una gran capacitación", comenta Xabier. Apenas llegan a los treinta años y ya atesoran un capital gracias a su formación. Son fijos en su empresa, Eskoime, que también tiene personal en la ACB y Astilleros Murueta, entre otros. "Seguro que este ERE nos afecta en algo. La verdad es que estamos intranquilos porque llevamos aquí tres años y no sabemos qué va a pasar", asegura Igor.
Gaditana de Chorro y Limpieza es una de las herencias de la anterior fase pública del astillero, que pasó a manos privadas en 2006. Ha estado siempre ligada a la actividad del antiguo grupo, por ello Juan Carlos Sáez lleva quince años trabajando en La Naval sin tener un contrato indefinido. "No tenemos fuerza para defender nuestro empleo. Con 51 años, si esto se acaba, será complicado volver a empezar", asegura.
Juan Carlos es muy pesimista incluso en relación a la plantilla adscrita directamente al astillero. Considera que el ERE "es pan para hoy y hambre para mañana", porque la competencia es muy complicada.
Otro empleado, en este caso de Maessa, que no se quiere identificar, muestra otra cara. "A nosotros no nos falta trabajo", comenta desdeñando el impacto del expediente.