Vuelve la Vuelta a la incertidumbre, de nuevo en guardia después del conteo de casos de covid en el Tour. La carrera española se blinda y regresan las precauciones. La foto general de la Vuelta, que se incrusta hoy en su burbuja desde Utrecht, entronca con los misterios que se desprenden de su corpus y sus ramificaciones. Las certezas son alucinaciones, puro espejismo, en una competición que acampará en Euskadi con tres etapas (Vitoria-Gasteiz-Laguardia, Irun-Bilbao y Bilbao-Pico Jano) tras su puesta de largo en los tres días de los Países Bajos, donde una crono por equipos pondrá orden. Se espera que gobierne el régimen totalitarista de Primoz Roglic, tres veces campeón de la Vuelta, el rey que busca su cuarta corona en Madrid, telón de fondo de la Vuelta. Vencedor de las últimas tres ediciones, los hilos de las dudas se posan incluso sobre el armazón de kevlar del esloveno. No porque Roglic tenga menos ascendente sobre la carrera o porque su nivel no sea excelso. El esloveno alcanza la carrera tras conquistar la París-Niza y el Dauphiné. Además, el recorrido se ensortija en su dedo como un anillo de compromiso.
El problema del esloveno son las consecuencias del Tour. Tuvo que abandonarlo después de una dura caída camino de Arenberg en la que se dislocó el hombro. Roglic se le ajustó nuevamente y tuvo arrestos para contribuir a la victoria de Vingegaard con su carrusel de ataques en la etapa que finalizó en el Granon con Pogacar apajarado. Dejó Roglic dolorido el Tour y se desconocía si llegaría a tiempo para la Vuelta, su carrera, su latifundio, sus dominios. No se sabe cómo está realmente el esloveno. Su estado de forma es su principal rival. “Estoy preparado, por eso estoy aquí”, lanzó Roglic. En ese diálogo de la duda se balancea Mikel Landa. Tercero en la pasada edición del Giro de Italia, el de Murgia se encuentra con la Vuelta, una carrera que no estaba prevista en el comienzo de campaña, entre sensaciones encontradas. Demostró en la Corsa rosa que es un candidato al podio, pero su aterrizaje en competición dejó frío al alavés. “El problema antes de Burgos me tuvo parado un mes, y después entrené bien hasta aquí, pero he tenido poco tiempo y milagros no se pueden hacer”.
Landa busca su sitio
La primera semana de la Vuelta, con la ascensión al Pico Jano deberá situar el radio de alcance de Landa en la Vuelta, que presenta un trazado que no casa muy bien con el alavés, más fondista que explosivo y donde una crono completamente llana en el meridiano de la carrera tampoco parecen ser el mejor estímulo. A la Vuelta le encanta detonar cargas con jornadas unipuerto y ascensiones que exigen más dinamita y euforia que constancia. En Burgos estuvo lejos de su mejor versión y necesita recuperarla para poder competir de cara a los puestos de honor. En caso contrario, Landa enfocará su ambición en vencer una etapa. “Me gustaría estar competitivo, pero esta vez no llego en la misma forma que otras veces o en otras carreras. No vengo a luchar por la general, es una pena no estar un poco mejor, pero de todas las maneras lo daré todo esté como esté. Ya veremos si puedo buscar la general o triunfos parciales”, apuntó lacónico Landa. Las interrogantes barnizan el relato de la Vuelta de la despedida de Valverde y Nibali y la aparición de Juan Ayuso, Carlos Rodríguez, Roger Adrià o Raúl García Pierna, dorsales de futuro.
Enric Mas, segundo en la pasada edición, combate con la expectativas generadas respecto a su impacto y a los miedos que le muerden en los descensos tras padecer duras caídas durante el curso. Laminada la confianza al extremo, Mas se bloqueó durante el Tour. El miedo a sufrir otra caída le bloqueó. Después, el covid se pegó a su pie. Abandonó. Mas tiene que resolver las dudas de sus adentros para proyectarse en la carrera. “He hecho un pequeño reset, pero aún me queda bastante para ser el mismo Enric de antes”, apuntó Mas.
Remco Evenepoel se estrena en la carrera española intentando saber si es un ciclista capaz de mostrar su enorme potencial en las grandes vueltas o este es un territorio ajeno a él. El belga, un prodigio, superó su pánico a los descensos después de una espeluznante caída en el Lombardia. Le costó soltarse, pero dejó atrás ese lastre. Ahora quiere resolver la ecuación de su valía en escenarios grandilocuentes, donde no es suficiente con el fulgor que le alcanza para las clásicas o las carreras de una semana. Carapaz no suele tener dudas, pero en el Giro que parecía suyo, las sembró a su alrededor. Mala señal. Afloraron las grietas en el ecuatoriano, que se examina antes de volar al Education First. “Este año intentaré ganar, me he preparado de la mejor forma y espero estar en el podio”, reflexionó el ecuatoriano. Le acompañará en el Ineos Tao Geoghegan, campeón del Giro de 2020, al que se le suponía mayor consistencia. En ese ecosistema se mueve Miguel Ángel López, un ciclista capaz de deslumbrar, pero con carencias en el equilibrio del rendimiento a largo plazo. El colombiano retorna a la Vuelta después de dejar el Giro por una dolencia en la cadera y de renunciar al Tour por el mismo motivo. Su compatriota Nairo Quintana renunció a participar para defenderse ante el TAS de la descalificación del Tour por el uso de tramadol.
Jai Hindley, a escena
La estirpe de los interrogantes la representa como ningún otro Simon Yates. Campeón en 2018, el inglés se balancea entre logros extraordinarios y grandes ausencias. Aún así puede estar en la pelea siempre que logre mantener cierta regularidad. El perfil de la Vuelta le sonríe en ese aspecto. El Giro que no pudo ganar Simon Yates tras aquella remontada alucinante de Froome, sí ha podido sumarlo Jai Hindley. El australiano, al que casi nadie esperaba en Verona, pudo con todos en la Marmolada. Landa y Carapaz tuvieron que bajar la cabeza ante su superioridad. Esquivado el Tour, Hindley probará su progresión para situarse en la aristocracia del ciclismo. A ese estatus también desea asomarse Joao Almeida. El portugués, que tuvo que dejar el Giro por culpa del covid, alcanza la Vuelta con la idea de seguir creciendo. Ese camino quiere recorrer Ben O’Connor. El australiano miraba con deseo el podio del Tour, pero le tachó una caída. Entre los mejores también querrán estar Hugh Carthy, tercero en 2020, y el experimentado Urán. Las dudas del rendimiento de unos y otros se resolverán en un recorrido con ocho etapas llanas, dos con llegada en alto, cuatro de media montaña, siete de montaña y dos contrarrelojes, una individual y otra por equipos, que totalizarán 3.280,5 kilómetros.
Novedosas llegadas en alto
La semana inicial llegará marcada por la contrarreloj inicial por equipos de 23,3 kilómetros en Utrecht y la etapa que abrirá las fauces de las montañas con la subida al novedoso Pico Jano, 12,7 km al 6,5%. En la octava etapa, la Vuelta entrará en Asturias, territorio para empezar a marcar distancias con cuatro ascensos antes de la subida al Colláu Fancuaya y después en el duro muro de Les Praeres. Una crono plana de 31 kilómetros entre Elche y Alicante el décimo día reordenará la carrera antes de volver a las alturas.
En la 12ª etapa esperan 20 kilómetros de subida con una pendiente media del 6,5% y tramos por encima del 11% en Peñas Blancas. Dos jornadas más tarde aguarda La Pandera (8,4 kilómetros al 7,8%) una forma de calentarse antes del sofocón de la 15ª etapa, con la ascensión al Alto del Purche (12 km al 6,5%) y a la Hoya de la Mora (22 km al 6%). Previo al paseo triunfal por Madrid, espera el perfil clásico en la sierra de Guadarrama, con subidas a los puertos de Morcuera y Canencia y dos pasos por Navacerrada. Una jornada similar a la de 2015, cuando Aru volteó a Dumoulin. Será el último párrafo de una carrera donde quedará resuelta la enigmática Vuelta.