L pasado verano, los remeros de las competiciones ACT terminaron sin contratiempos la temporada más atípica de su carrera. Ahora, no pueden juntarse en el agua. El Leioa Waterpolo se codea con los mejores equipos de la Liga Premaat, la máxima categoría estatal; pero a pesar de que su competición no para, las pasa canutas para poder entrenar en su piscina. Los equipos de la Liga Vasca de rugby llevan ocho meses sin jugar un solo partido; mientras que las Federaciones Vascas de Pelota, Tenis, Tenis de Mesa y Pádel no tuvieron más remedio que unirse para defender sus deportes. Unas modalidades que, a pesar de poder practicarse en solitario, también sufren las medidas restrictivas provocadas por la pandemia del covid-19. Y es que con el nuevo estado de alarma -y las nuevas normas que conlleva- los deportes minoritarios y las ligas no profesionales están viviendo un drama diario que les lleva al borde del colapso.

De hecho, en estas medidas específicas de prevención, se estableció "la suspensión de toda actividad deportiva en grupo, tanto entrenamiento como competición, a excepción de los equipos inmersos en competición profesional o semi-profesional". Y, según el Decreto 38/2020 del Lehendakari, tan solo se considera competición profesional a la Liga Santander, la Liga Smartbank y la Liga Endesa (ABC); mientras que las semi-profesionales serán aquellas "estatales e internacionales del calendario oficial, así como las de máximo nivel organizadas por la federación vasca correspondiente, siempre en categoría absoluta". Es decir, todos aquellos deportistas sin competiciones programadas o con citas suspendidas por el covid-19 no pueden entrenar en grupo. Así que los remeros de las competiciones ACT se encuentran, literalmente, en el dique seco; a pesar de que al comienzo de la pretemporada sí que tuvieron permiso para entrenar. "En verano fuimos unos privilegiados y pudimos acabar la temporada con normalidad. Pero ahora otros deportes están considerados como semi-profesionales porque están en periodo de competición y nosotros, que no tenemos ningún calendario a la vista, no", explica Jon Elortegi, entrenador de Urdaibai.

De esta forma, con la nueva normativa, los remeros solo pueden trabajar individualmente, lejos del agua: "Todo esto nos afecta en el modo de entrenar porque este fin de semana era el inicio de la pretemporada en el agua, era volver a la trainera para ir haciendo el bloque de trabajo de endurecer las manos y el cuerpo". Con todo, el remo no es el único deporte alterado por las nuevas nuevas normas, el waterpolo también está viviendo una campaña impredecible con el Leioa WLB nadando entre la élite. Las jugadoras de Jon López debutaron el pasado fin de semana en Honor ya que, al ser una competición semi-profesional en curso, puede continuar con la agenda establecida. Sin embargo, aunque las restricciones no afectaron a su Liga, sí que lo hicieron a sus entrenamientos. De hecho, el Leioa WLB se ejercitaba en la piscina del polideportivo de Sakoneta a partir de las 21.00 horas. Algo que con el nuevo toque de queda impuesto a las 22.00 hacía los entrenamientos imposibles. "Con todos los cambios que han habido, muchos de ellos de un día para otro, no hemos podido adaptarnos bien al comienzo. Hubo que cambiar horarios y toda la planificación porque ha habido días que no hemos podido ni bajar a la piscina porque las jugadoras trabajan y estudian y era imposible compaginar todo con el toque de queda. Ahora entrenar se ha convertido en un reto", reconoce López. Así que el Leioa WLB se presentó a sus dos primeros partidos en la élite sin haber podido entrenar con regularidad y en condiciones.

Las burbujas imposibles

A un remero o a una waterpolista, ambos considerados semi-profesionales por el Gobierno vasco, no se les puede impedir ir a trabajar o cumplir con sus estudios. Para Urdaibai o para el Leioa WLB la burbuja de La Liga Santander o de la NBA es toda una utopía. Por eso, el Consejo Superior de Deportes quiso imponer la obligatoriedad de pruebas PCR a todos los participantes de las ligas no profesionales, pero las federaciones se opusieron debido al coste que suponía -unos 80 millones de euros-. Por ello, López apela a la responsabilidad individual para seguir compitiendo porque "nuestro primer objetivo es jugar, parece una obviedad, pero ahora no lo es".