“Si Lamine quiere jugar una final, tendrá que hacer más cosas de las que ha hecho hasta ahora”. Las ácidas palabras de Adrien Rabiot fueron un boomerang. Incontrolable. Perjudicial. Cicuta. Porque parecieron estimular a un chaval de 16 años que, si bien es cierto que a su edad tiene lógicamente mucho por demostrar, destrozó el espléndido momento en el que Francia no andaba lejos de fijar el 0-2 en el marcador de la semifinal contra España con un gol propio de los sueños más ambiciosos. Una obra de arte magnífica, imborrable, eterna por su bella factura y significado; y también por ser protagonizada por un chico empeñado en actualizar récords de precocidad acompañado de un talento que le permite materializar sus deseos. Lamine Yamal está en su prime, como dicen los de su edad. Está en su momento álgido. Tiene a Europa a sus pies.

“Hemos visto la genialidad de un genio”, pronunció el dueño de la lámpara, un Luis de la Fuente que ha dado rienda suelta al imberbe juguetón, frotando y frotando, para ahora acariciar la magia, abrazado a un adolescente que este domingo, en la resaca de su 17 cumpleaños, puede ser proclamado mejor jugador de una Eurocopa. Desde luego, a pocos o nadie extrañaría semejante reconocimiento.

Se puede especular sobre el futuro, pero su pasado ya forma parte de la memoria privilegiada del fútbol. Sus andanzas se cuentan por récords en el torneo continental. Pisa el césped dejando huella. Su estreno en la competición, frente a Croacia, le alzó como jugador más joven de la historia de la competición. Con 16 años y 338 días desbancó al polaco Kacper Kozlowski, portador desde 2021 de la marca, con 17 años y 246 días. 

Resulta curioso cómo el pizpireto se maneja entre adultos, con una sonrisa diabólica en la que asoman sus brackets y un pelo encaracolado adornado con mechas rubias, mientras Alemania se debate sobre si multar a la selección española por poner a trabajar a un menor de edad más allá de las once de la noche, tal y como prohíbe la ley germana. Esa juventud desplazó también a Jude Bellingham, desde 2021 el jugador de menor edad en participar en una fase eliminatoria de la Eurocopa, cuando el inglés contaba con 18 años y cuatro días al disfrutar de minutos en los cuartos de final contra Ucrania.

En la semifinal contra la selección francesa, Yamal cumplió la profecía de Nico Williams –“Se lo dije, iba a marcar”, auguró– para igualar la contienda en un momento delicado y convertirse a los 16 años y 362 días en el goleador más juvenil de las Eurocopas y las Copas del Mundo, mejorando el de Edson Arantes do Nascimento, Pelé, que en el Mundial de Suiza de 1958 anotó con 17 años y 241 días. A nivel continental, el extremo derecho del Barça rompió el récord logrado por el suizo Johan Vonlanthen ante Francia, con 18 años y 141 días, veinte años atrás. Además, el estudiante de 4º de la ESO también fue nombrado mejor jugador del partido para firmar un nuevo hito histórico.

Con España en la final, obviamente aparecen nuevos retos en el horizonte. El domingo, si no hay contratiempos, superará al portugués Renato Sanches y sus 18 años y 328 días –en 2016 , contra Francia– como participante más precoz en el último partido de una Eurocopa. Si marca, dejará en el olvido el dato de juventud del italiano Pietro Anastasi, que cuando contaba con 20 años y 64 días selló el 2-0 que dio a su selección el torneo de 1968. 

Lamine Yamal se dirige hacia sus compañeros para celebrar el gol contra los franceses. EFE

 

Los orígenes

Y si eso sucede, si Yamal logra alcanzar la red con el balón, podrá volver a mostrar su orgullo hacia sus orígenes. Nacido en Esplugues de Llobregat, bien temprano se trasladó a Rocafonda, Mataró, cuyo código postal termina en 304, los números que Lamine dibuja con sus manos cada vez que golea para evocar su procedencia, la de un barrio humilde creado en la década de los 60 para acoger a personas llegadas de todas las partes de España que en los 90 pasó a reunir a multitud de extranjeros. Allí se crio Lamine Yamal, un nombre cuyas palabras árabes significan “honesto” y “belleza”, hijo de Sheila Ebana, oriunda de Guinea Ecuatorial, y de Mounir Nasraoui, de origen marroquí. Fue su abuela paterna, Fátima, quien cargó con gran parte de la responsabilidad de la crianza de Lamine cuando sus progenitores se divorciaron. Nada de esto olvida el joven, agradecido con la vida.

La obra maestra trazada desde 25 metros a 102 kilómetros por hora le ha situado en otro plano, aún más elevado. “Intento no fijarme en ser el icono, solo intento ayudar al equipo”, aseguró tras la semifinal, vestido de humildad pese a que está en boca de todos. “Lo importante es que el equipo está en la final. El gol ha sido bueno, pero lo que buscábamos era estar en la final y lo hemos logrado”, ahondó. El niño de los récords parece gozar de madurez... y también de carácter, porque tras firmar la genialidad celebró rabioso con un “¡habla, habla!” dirigido a las cámaras. No precisó para quién iba dedicado el mensaje, aunque señaló: “Era para la persona que sabe que es para él”.