Vaya por delante, mostremos acuerdo o desacuerdo con lo acontecido en la grada norte de San Mamés, el respeto a los resultados de las votaciones, de plena legalidad en base a la normativa que vincula hoy a la entidad rojiblanca. Otra cosa es la valoración que nos pueda merecer la dinámica en la que está inmerso socialmente el club desde hace ya bastante tiempo, y la posibilidad de que su sistema representativo necesite de una revisión, fundamentalmente la composición y funcionamiento del órgano soberano de control.

El Athletic está sumido en una dañina politización. No lo decimos en el sentido de que las ideologías partidarias impregnen el devenir de la entidad. Nos referimos a que los usos de actuación y oposición, sociales y asamblearios, se han traspasado indebidamente de lo institucional público a lo que es una asociación privada como la rojiblanca. Porque, con su indudable relevancia en la sociedad vizcaina, eso es el Athletic: un club deportivo propiedad de sus socios y socias.

¿Qué es eso de adscribirse a candidaturas y jurar odio eterno al rival? ¿Qué es eso de constituir una oposición organizada en una asamblea cual si fuera ésta un parlamento político? La conformación de grupos y grupúsculos recuerda a veces La Vida de Brian y roza con frecuencia lo patético, en la búsqueda del no por el no por quien apoyó a otros y/o necesita del minuto de gloria que el día a día hurta. No puede ser que quienes pierden unas elecciones se movilicen después para segar la hierba a quienes las ganaron. No puede ser que los expresidentes, en lugar de jugar un papel personal consultivo de las nuevas presidencias, pretendan erigirse en opositores como compromisarios. Eso no es trabajar por el Athletic.

Más allá de la conciencia (y consciencia) de cada cual, nos quedamos con un principio básico como es el respeto a lo decidido democráticamente por TODOS los socios y socias cada cuatro años. Salvo catástrofe o manifiesta incompetencia objetiva en la llevanza de la entidad entre elecciones, no se entiende la continua paralización del club con el rechazo pertinaz a la gestión, cuentas y proyectos presentados, sean éstos los que sean. Aunque ya lo vivimos respecto a anteriores directivas no afectas (lo dejamos ahí), no acertamos a entender, hoy, las razones concretas, de calado, para denigrar una gobernanza marcada por la crisis pandémica, donde las decisiones tomadas, más allá de errores y episodios puntuales de muy relativa trascendencia, han sido correctas y acompañadas, entendemos, por el sentir general del socio. Como tampoco podemos comprender que, en una situación de importantes pérdidas económicas sobrevenidas, la petición de una aportación de 160 euros de ayuda (lineal o no) sea razón suficiente de rechazo a las proyectadas cuentas, cuando no se han revisado al alza las cuotas sociales desde hace nada menos que siete años. No nos detendremos ahora en lo que supone para el Athletic no contar con un presupuesto vigente aprobado.

Hay quienes dudan, y con algún fundamento, de que la actual composición de la asamblea sea realmente representativa del pensar de socios y socias. No creemos que pueda catalogarse de antidemocrática, pero sí que resulta obsoleta y manifiestamente perfeccionable, con los medios tecnológicos actualmente disponibles, para reflejar la real opinión social. La asamblea telemática de 2020 demostró que es posible y de total garantía el voto desde casa. ¿Por qué no avanzar ya a una asamblea universal, al UN SOCIO, UN VOTO? Con las previsiones correspondientes para que quienes quieran participar presencialmente lo puedan seguir haciendo. Estamos seguros, por la solvencia de sus integrantes, que la comisión que elabora el proyecto de nuevos estatutos presentará una propuesta digna de consideración. Pero luego será la actual asamblea de compromisarios, con una mayoría cualificada de dos tercios, la que tendrá que aprobarla, como el resto de necesarias reformas en la vida social del club.

Es hora ya de abandonar las trincheras, la guerra de banderizos en la que está sumido el Athletic, de militar artificiosamente en bandos medievales irreconciliables. Ni oñacinos, ni gamboínos. Athleticzales y punto.