L fútbol de Euskal Herria cuenta en la actualidad con cinco equipos en la máxima categoría masculina, y todos vienen demostrando en una u otra medida una respetable solvencia deportiva y de gestión, lo que les permite codearse con la élite futbolística. La Real está en Europa, el Athletic acaba de conseguir con gran mérito la Supercopa, y ambos competirán en breve por un título de Copa. Sus canteras continúan a la cabeza de la producción de valores, aunque mantengan modelos distintos de reclutamiento de jugadores.

Por su parte, nuestro fútbol femenino, cuya liga estatal vive un claro proceso de expansión, tiene hoy en la primera categoría a Athletic, Real y Eibar, que ya saben también lo que es competir y ganar títulos.

Sin embargo, aunque desde la perspectiva de clubes atraviese un momento dulce, el fútbol vasco sigue careciendo todavía de algo fundamental: necesita dar un relevante paso adelante tanto a nivel organizativo como, esencialmente, representativo. Nuestro fútbol precisa de consolidar un proyecto propio, de país deportivo, concepto éste acuñado para sus miembros en buena parte de las organizaciones internacionales del deporte.

Esa configuración propia y autónoma, que pueda proyectarse en el exterior, necesita de una Federación Vasca de Fútbol (ente al que corresponde legalmente la representación del fútbol euskaldun en los ámbitos estatal e internacional) con real peso específico, con recursos, con estructura y con capacidad organizativa. La EFF-FVF no puede ser por más tiempo una mera suma de federaciones territoriales, un lazo verde con serias dependencias y dificultades para llevar adelante sus objetivos, los fines que deben serle consustanciales en defensa de nuestro fútbol como proyecto sólido y con voz propia.

De un lado, el sistema electoral interno, hoy radicalmente proporcional, debería atender, más que a cuotas territoriales desequilibradas, a representar de una forma directa a todos los estamentos del fútbol vasco a nivel comunitario.

De otro lado, de cara al exterior, la representación fragmentada existente de facto (que no de derecho) no hace sino castigar la coherencia y la eficacia de la presencia de nuestro fútbol en otras instancias. No es legal ni es operativa una actuación a cuatro de cara a la RFEF, como tampoco es ético ni estético prestar voluntades por estipendios mesetarios.

El modelo actual debilita y obstaculiza seriamente las funciones que corresponden a la Federación Vasca de Fútbol, e impide que pueda constituirse en una verdadera federación nacional, como existen en territorios como Escocia, Islas Feroe o País de Gales, sin necesidad de pertenecer a un estado independiente en lo político.

La nueva directiva y presidencia de la EFF-FVF que saldrá de las próximas elecciones federativas tiene por delante la tarea de reconducir esa disfunción representativa. Y tiene también ante sí el obligado e ilusionante reto de llevar a debido efecto, hasta su definitiva cumplimentación, el mandato del fútbol vasco de oficializar su internacionalidad. Una vez que fue formalizada la solicitud de integración en UEFA y FIFA, se abre ahora un necesario proceso de diálogo y negociación bilateral con la RFEF.

No sólo para afrontar tan relevantes misiones, sino para hacer realidad en toda su extensión la mayoría de edad de nuestro fútbol como proyecto propio, la Federación Vasca de Fútbol debe asumir y ejercer las competencias que le pertenecen, y dotarse de los medios suficientes que le proporcionen una dignidad y una autonomía organizativa y económica que eviten la cuasi total sujeción a otros entes federativos. Para poder pasar así, de ser una instancia limitada, a configurarse como una auténtica federación de un país deportivo. El fútbol vasco lo merece.