RIO DE JANEIRO. Con buenos jugadores, pero sin estrellas, Brasil ha llegado donde donde quería. Vuelve a sentirse campeón y se ve capaz de recuperar la atención de una afición que, salvo en los estadios donde jugó, ha mirado de soslayo a la Canarinha, cansada de decepciones.

Con Tite en el banquillo y sin Neymar en el campo, el 'jogo bonito' es un recuerdo de románticos. Casemiro es su jugador emblema -con él en el campo nunca ha perdido Tite- y el sentido colectivo se impone a la 'ginga'.

Un poco de Coutinho, demasiado intermitente, algún gesto de Gabriel Jesus y las carreras de Everton 'Cebolinha', convertido en el héroe de la afición, son todas las alegrías que se permite esta Canarinha.