bilbao - En los Dolomitas, el corazón del Giro, donde se decide la carrera entre magnas montañas, se habla en euskera. Es el idioma de la victoria. El de Pello Bilbao, gernikarra, y el de Mikel Landa, murgiarra. Pello festejó su conquista en el Monte Avena con una sonrisa gutural, o una sonrisa vasca, una media sonrisa. La efusividad justa para no molestar porque tras sus brazos al cielo, sacó la lengua Mikel Landa, que se coló en el podio del Giro a la falta de la puerta giratoria de Verona, donde aguarda Primoz Roglic, a 23 segundos del alavés después de perder 55 segundos respecto al alavés. Además, fue sancionado con 10 segundos por ser remolcado por dos aficionados. Durante el apasionante esprint entre Landa y Bilbao en busca de la gloria no se dirigieron la palabra. Pello Bilbao leyó la mente de Landa, que telegrafió sus intenciones con el código morse de Richard Carapaz, el líder que tiene enfriando el champán en el arcón el Giro. El ecuatoriano, inmensamente agradecido al alavés por su impagable trabajo por las entrañas de la carrera, le lanzó. Fue su trampolín. El muelle para homenajearle. Eso lo sabía Pello. “Sabía que Carapaz buscaría dar la victoria a Landa, y me pegué a la mejor rueda”, reconoció. El gernikarra, que en su triunfo en L’Aquila demostró inteligencia táctica y chispa, se soldó al respingo de Landa. Después le hizo un interior para superarle en la última cumbre del Giro. Pello Bilbao sigue en una nube. “Mi primera victoria fue especial, pero esta victoria es aún mejor que la de Vasto, porque es una etapa de montaña”, expuso el gernikarra tras anidar en la felicidad.

Landa vale un Giro aunque la carrera la tenga enfriando en el arcón del champán Richard Carapaz, a la espera de certificar su triunfo en la crono de Verona ante Vincenzo Nibali. El ecuatoriano, a la espera de ponerle un lazo al Giro, cuenta con una renta de 1:54 sobre el siciliano. El reloj, el maldito reloj, también medirá a Mikel Landa, que se asomó al podio tras sisarle 55 segundos a Primoz Roglic, otro vez desconchado en la montaña, su potro de tortura. Tanto, que el esloveno fue sancionado con 10 segundos de penalización porque dos aficionados le remolcaron varios metros. Roglic, cuarto, tiene a Landa a 23 segundos y 17 kilómetros para recuperar el podio. Camino de la Arena de Verona, un lugar para gladiadores, deberá defenderse Landa, con una enorme actuación, contra el mejor especialista. Decían que cuando Immanuel Kant salía a pasear por Königsberg, sus vecinos aprovechaban su paso por determinados lugares para poner en hora sus relojes. Al alavés no le va la norma, es heterodoxo, un ciclista vintage, de los que atiende más a la pasión y a la cuneta. Sin horarios, el alavés solo atiende a su instinto. Landa odia el reloj.

Por eso, cuando restaban 13 kilómetros, presionado por el botín de tiempo que necesitaba respecto a Roglic, lanzó su salva. Dios salve a Landa. El de Murgia, puro fuego, fue un escalpelo para la moral de Roglic, otra vez solo en Croce d’Aune, donde se condensó una jornada grandilocuente, con el Giro echando humo desde salida, emocionante como un gol en el último minuto de la prórroga. Los Dolomitas invitaron a una oda al ciclismo epidérmico. Fue un thriller maravilloso al que Pello Bilbao se alistó en una fuga, en la que también estuvo Mikel Nieve, el Passo Rolle, la tercera corona de un día majestuoso que amaneció sobre un polvorín. El Astana, de rompe y rasga, descamisó la carrera en el temible Manghen, donde Nibali y Roglic se tuvieron que apurar para encadenarse a Carapaz, Landa y Miguel Ángel López.

Tras la pirotecnia enraizaron retales de calma, desde donde se estableció la fuga en la que respiraban Pello Bilbao, Mikel Nieve, Madouas, Ciccone... En Croce d’Aune, la danza de la guerra la comandó el salvaje Landa, al que le entusiasma el olor a napalm. En una curva de herradura dobló a todos. Los retorció con esa manera tan suya. Landa por las cumbres es la sintonía de Verano Azul. El alavés, todo voltaje y decibelios, tachó al resto. Landa es un trallazo. Carapaz se sentó sobre el puesto de mando. Controlador aéreo. El ecuatoriano, fuerte, poderoso y dominante, masticó prudencia junto a Nibali y Roglic. El esloveno, conocedor de que debía cauterizar la herida de Landa, se puso al frente. Sucedió que su marcha, afectada, afligido en las rampas, no convenció a Nibali, que colocó a Pozzovivo como costurero para desestimar la amenaza constante de Landa, que coronó con unos segundos de renta sobre el resto de favoritos. Los fugados apenas disponían de una renta de 40 segundos. El Giro, incandescente, se jugaba entre el hostigamiento de Landa, la serenidad de Carapaz, el enredo de Nibali y la defensa de Roglic. Junto a ellos viajaba Majka y el intrépido Miguel Ángel López. En el descenso, el Tiburón descendió como un meteorito. Carapaz no le perdió la pista mientras Roglic se desgajaba. Majka, que le pisaba los talones se fue al suelo con la barrita energética en la boca. El Giro le dio una dentellada. Siempre muerde.

un espectador tira a lópez Landa quería dar un tarisco a Roglic, desenchufado en las rampas de Monte Avena. En la cumbre definitiva de la Corsa rosa los favoritos se confundieron con los dorsales de los fugados. Miguel Ángel López no pudo estar en la baraja. Un aficionado, un impresentable en realidad, le derribó. El colombiano se levantó y le propinó varios golpes como reprimenda. Por algo le llaman Superman López. En colombia recibió varias puñaladas por defender su bici. En la caída Miguel Ángel López no pudo defenderse. Esa circunstancia situó a Pello Bilbao sobre otro escenario. Libre. Sin ataduras. Entre los favoritos, enroscado Landa, el vínculo era torpedear a Roglic, que tiraba para minimizar la desventaja. Carapaz, Nibali y Landa se entendieron con un vistazo. Pello Bilbao, atento, se camufló en el anonimato, cerca de la acción, pero en un discreto segundo plano. Ahorrador. Hormiguita. Carapaz, que ha asistido al derroche y sacrificio de Landa en cada plano del Giro, no escatimó en gastos y completó unos relevos extraordinarios para compensar la lealtad y fidelidad de Landa, un diamante de incalculable valor para el líder, que tiene el Giro en la mano salvo que ocurra algo insólito. “A última hora en la subida a Croce d’Aune se ha seleccionado mucho la subida, nos hemos quedado Mikel y yo y hemos intentado buscar que se pudiese quedar con la etapa y, por qué no, también pelear el podio”, apuntó Carapaz. Pello Bilbao ojeó a sus rivales y supo que sucedería. Oráculo. Visionario. El gernikarra, que aprendió a ganar en el WorldTour el pasado año en la Dauphiné y que se doctoró en L’Aquila, -un triunfo muy perseguido- acudió de inmediato cuando Carapaz soltó a volar a Landa tras darle cuerda. El alavés arrancó con fuerza, pero Pello Bilbao, espumoso, abrazó la trayectoria de Landa para sorprenderle por el interior en una maniobra digna de Moto GP mientras Carapaz y Nibali observaban el esprint a unos metros. Roglic no pudo asistir al espectáculo. Así, a todo velocidad, Pello Bilbao posó a Landa en el podio.