bilbao. En el ciclismo, como en otros deportes, dicen, solo puede ganar uno. O no. La Vuelta de 2010, la de hace un año, fue la de Antón y la ganó Nibali. La primera en 65 ediciones con dos vencedores: de rojo, líder, llegó a Madrid Vincenzo Nibali y para él es la gloria eterna, las letras doradas, la memoria impresa; de rojo, líder y envuelto en sangre, se retiró Igor Antón en Solares, a los pies de Peña Cabarga, y para él es la victoria moral, algo intangible, sin validez oficial, que solo existe en el imaginario popular. Mientras el vizcaino viajaba en el coche de Euskaltel-Euskadi junto a Miguel Madariaga hacia el hospital de Cruces para evaluar el alcance de las heridas, el tamaño de la mordedura del asfalto cántabro, sobre la cima de Peña Cabarga sus rivales hasta ese momento le rendían pleitesía, un homenaje póstumo. "Era el más fuerte", reconocía Joaquim Rodríguez. "Lo era, pero parece que está gafado", abundaba Mosquera, segundo tras Nibali en Madrid. Inconsolable, Igor González de Galdeano, alguna lágrima después, incrédulo aún, confesaba: "Estoy convencido de que era suya". Días más tarde, el mánager de Euskaltel-Euskadi, más reflexivo, menos dolido y visceral, extraía conclusiones edificantes. "Me da pena la oportunidad perdida, pero me interesa más el futuro. Me quedo con que tenemos en el equipo un corredor de futuro que ha demostrado que es capaz de ganar una grande". La Vuelta. Esta. La que arranca el próximo sábado en Benidorm.

Lo hará con Nibali como dorsal 1 aunque con Antón de favorito. El campeón italiano es un aspirante más y el vizcaino suspira por que las cosas rueden como antes de Peña Cabarga. En ello lleva pensando Antón casi un año. "Volveré para ganarla en 2011", dijo nada más abandonar el hospital de Cruces. Y para ello lleva sacrificándose toda la temporada. En enero, durante la concentración del equipo en Alicante, ya hablaba de ello pese a que antes estaba en su itinerario el regreso al Giro. Italia, decía, era para disfrutar. Formaba parte del camino, el viaje a Ítaca de Cavafis, donde Ítaca es la Vuelta, el objetivo final. "Quiero una etapa y disfrutar del Giro. Este año le cogeré la medida. Después ya volveré a intentar ganarlo", dijo Antón, que ganó en el Zoncolan, se diluyó luego en los Dolomitas y pasó a ser guardián del top-10 de su inseparable Mikel Nieve. El genial y generoso escalador navarro está a la cabeza de los ocho espartanos -Egoi, Txurruka, Verdugo, Isasi, Oroz, Azanza y Cazaux- que arroparán a Antón en la Vuelta, donde, ahora sí, sin excusas, el vizcaino asume la responsabilidad de la que huía en el mayo del Giro. "Mi oportunidad la tendré en la Vuelta, en la que sé de qué va la cosa".

contra el destino Por eso, y porque ha recorrido y analizado al milímetro, en diferentes exploraciones, las etapas decisivas de la ronda estatal -de Sierra Nevada a todas las grandes jornadas de montaña de la cornisa cantábrica, de Galicia a Euskadi, algo que no hizo en el Giro de Italia, al que acudió sin inspeccionar ninguna etapa-, todos hablan de que esta es la Vuelta de Antón. Como la de 2010, pero esta vez hasta Madrid.

Corre Antón contra el destino que le ha sido esquivo en la Vuelta en dos ocasiones. En 2008 se cayó en la bajada de El Cordal, camino del Angliru, cuando plantaba cara a Contador y soñaba con el podio; en 2010, ya saben, ocurrió lo de Peña Cabarga.

Corre, también, contra los demás. O todos contra él. Contra ciclistas como Nibali, resistente en la montaña y rápido contrarreloj; o Denis Menchov, el ruso de las dos Vueltas y el podio en el Tour de 2010, que llega fresco y motivado tras pasarse el mes de julio viendo Francia por televisión; o Scarponi, un escalador duro y obstinado que fue el mejor, tras Contador, en el Giro; o Joaquim Rodríguez, el impulso hecho ciclista; o los rebotados del Tour, Wiggins, Van den Broeck, Brajkovic o Klöden, que abandonaron en Francia por caída; o la fuerza conjunta del Movistar, con David López a la cabeza; o alguna sorpresa, que puede ser Daniel Martin, o los jovencitos Taylor Phinney y Andrew Talansky. También estará el fenomenal Peter Sagan, 21 años, que debuta en una grande.