LOS Angeles Lakers, un franquicia supuestamente armada para luchar con garantías por el anillo de campeón de la NBA, lleva un arranque de curso de lo más ajetreado. Y no precisamente para bien. En los cinco duelos que ha disputado hasta el momento lleva un pírrico balance de 2-3 y eso es casi lo mejor que le ha pasado al equipo, porque las sensaciones que transmite son para echarse a correr. En este puñado de encuentros se ha visto a dos compañeros (Dwight Howard y Anthony Davis) que casi llegan a las manos en el banquillo, a otro (Rajon Rondo) haciendo con la mano el gesto de disparar a un aficionado, a su gran estrella (LeBron James) siguiendo desde la banda los dos últimos compromisos por unas dolencias en un tobillo derecho que ya le hizo perderse muchos partidos el pasado curso y lo de la madrugada del pasado jueves fue ya dantesco. Jugando contra los Oklahoma City Thunder, un equipo que todavía no había ganado ningún partido, desaprovechó una ventaja de 26 puntos para acabar perdiendo, con su gran refuerzo de la temporada (Russell Westbrook) expulsado en los segundos finales por encararse con un rival que, con todo ya resuelto, cerró la noche haciendo un mate en el aro angelino.

La temporada regular no ha hecho más que empezar y queda mucho para poder reconducir la situación, pero las sensaciones que desprende el conjunto californiano no son en absoluto positivas. Campeones de la NBA hace dos cursos en la burbuja, los problemas físicos de James y Davis, sus dos mascarones de proa, frustraron su ejercicio 2020-21 y para el presente habían realizado una apuesta controvertida por un jugador de difícil encaje en cualquier equipo por su estilo de juego (Westbrook) y por un puñado de veteranos de pasado glorioso pero presente mucho menos brillante (Carmelo Anthony, DeAndre Jordan, Howard, Rondo...) que de momento no está mezclando bien. Mucho tendrán que mejorar las cosas tanto en ataque como en defensa -gran virtud de los de Frank Vogel en el título de 2020- y LeBron tendrá que tomar cartas en el asunto y poner orden en ese volcánico vestuario convertido en la casa de los líos si quieren aspirar a algo.

Los Lakers arrancaron el ejercicio cayendo en su casa del Staples Center contra Golden State Warriors (114-121) y Phoenix Suns (105-115), siendo este el choque en el que se vivieron los incidentes de Davis, Howard y Rondo. A la tercera llegó la primera victoria (121-118 contra Memphis Grizzlies) en una gran noche de Carmelo Anthony, que con sus 28 puntos subió al noveno puesto de la lista de anotadores históricos de la NBA, pero esa misma noche LeBron se dañó el tobillo derecho en un choque con Desmond Bane. La victoria tras prórroga en San Antonio ante los Spurs (121-125) sin King James equilibró el balance de victorias-derrotas, pero lo ocurrido la madrugada del jueves en la cancha de los Thunder fue esperpéntico. Los Lakers ganaban por 44-70 a tres minutos y medio del descanso... Y a partir de ahí, un auténtico desastre hasta el 123-115. Y no fue que Oklahoma City activara una versión arrolladora, más bien que encontró todo tipo de facilidades. De hecho, permitieron a los de Vogel hasta tres triples para igualar a 118 puntos en los compases finales. Dos de ellos, lanzados por Malik Monk y Anthony, ni siquiera tocaron aro.

El ambiente del vestuario enrarecido, LeBron tocado, Westbrook firmando un nuevo triple-doble en el último partido pero perdiendo también diez balones y mezclando mal cuando ha compartido cancha con King James... Solo el buen hacer de Anthony Davis (28,4 puntos y 11,6 rebotes) aporta un mínimo de cordura al arranque de temporada de Los Angeles Lakers, convertidos en una auténtica jaula de grillos.

Los problemas físicos de LeBron, el conato de pelea entre Howard y Davis y el difícil encaje de Westbrook generan dudas añadidas