CLOSTEBOL, esta es la palabra más repetida en los días previos al inicio del US Open, el último Grand Slam del año, que tendrá lugar hoy en Flushing Meadows. No es un tenista desconocido que se haya revelado en el cuadro, ni un gesto técnico. Es el nombre de la sustancia, un esteroides anabolizante, por la que Jannik Sinner dio positivo en un par de controles antidopaje en el mes de marzo. El caso, con algunos puntos poco claros, ha llenado de polémica el mundo del tenis porque el número 1 del mundo ha sido exonerado, porque pudo seguir compitiendo mientras se desarrollaba su defensa y porque se aprecian agravios comparativos respecto al trato que recibieron otros jugadores y otros deportistas en circunstancias similares.

Solo sus compatriotas defienden a pies juntillas a Sinner, que proclama su inocencia ya que, según el informe que esgrimió su defensa y han aceptado las autoridades antidopaje, el clostebol llegó a su cuerpo de forma accidental por negligencia de su preparador físico y su masajista, que han sido despedidos. “Estoy feliz de que finalmente todo haya acabado. Sabíamos dónde estaba la sustancia y cómo entró en mi cuerpo, y eso fue muy importante para hacérselo saber a las autoridades, que lo entendieron de inmediato”, explicó el italiano en su primera rueda de prensa en Nueva York, a donde llega tras haberse impuesto en el Masters 1000 de Cincinnati. SInner, pese a que mentalmente es una roca, va a cargar con mucha presión porque muchas preguntas han quedado en el aire.

El caso del clostebol añade un componente inesperado a un torneo que habitualmente está abierto a las sorpresas, más aún este año tras un calendario muy cargado de acontecimientos. Haca menos de un mes, Carlos Alcaraz y Novak Djokovic disputaron una extraordinaria final olímpica y en ambos están puestas de nuevo las miradas por distintas razones. El murciano ha tenido una mala gira de pista rápida, pero igual le ha venido bien bajar el ritmo de competición. “Obviamente, me habría encantado venir con más partidos en pista dura antes del US Open, pero es algo que no me afecta, no me preocupa”, apuntó Alcaraz.

El jugador de El Palmar, con cuatro títulos de Grand Slam ya con 21 años, tiene la oportunidad de sumar más registros de precocidad. Puede ser el séptimo jugador y el más joven de todos en ganar tres grandes en el mismo año y el sexto que encadena tres consecutivos. Son logros que acercan al Big Three y otras grandes leyendas como Rod Laver, Jimmy Connors, Mats Wilander o Pete Sampras al tenista murciano, que, como ocurrió en sus últimos triunfos en Roland Garros y Wimbledon, espera ir de menos a más a partir del debut mañana ante el australiano Li Tu.

Tampoco le faltan alicientes a Novak Djokovic, pese a que con el oro olímpico logró lo único que le faltaba en su palmarés y que no ha competido desde entonces. “Fue un momento del que me siento muy orgulloso. Probablemente fueron las emociones más intensas que he sentido en una pista de tenis”, reconoció el serbio, que tuvo que parar su último entrenamiento en Nueva York por unos problemas en la espalda. Sin embargo, recordó, como antes de cada Grand Slam, que aún “siento el impulso, el espíritu competitivo, quiero seguir haciendo historia, disfrutar en el circuito”. La manera de hacer historia en este US Open es ser el primer jugador en repetir título desde 2008 y alcanzar, al fin, su vigésimoquinto Grand Slam.

Al margen de Sinner, parece complicado citar algún otro candidato claro porque los Medvedev, Tsitsipas, Zverev, etc, no parecen llegar en plenitud de condiciones a un torneo que será la despedida para un antiguo ganador como Dominik Thiem o el argentino Diego Schwartzmann, a los que las lesiones han sacado del primer plano. Shelton o Tiafoe son las esperanzas locales.

Gauff defiende título

Entre las mujeres, nadie repite título desde que lo hizo Serena Williams en 2014 y la principal favorita puede ser Aryna Sabalenka, sobre todo porque no disputó los Juegos Olímpicos y muestra su mejor versión en esta superficie. Coco Gauff, la última campeona, lleva unos meses algo irregular e Iga Swiatek acumula un desgaste que le puede pasar factura. l