L Bilbao Basket sacó adelante el sábado con solvencia y brillo el primer duelo que le enfrentaba en este complicado arranque de curso a un enemigo de tonelaje asemejable al suyo. Categorizar rivales en base a su teórico potencial no suele ser conveniente pues los partidos hay que jugarlos y la posibilidad de dar la campana siempre está ahí, pero tampoco se puede ocultar que Gran Canaria, Tenerife y Barça eran demasiado rival para un equipo vizcaino todavía en construcción y con todas las dinámicas y automatismos en fase de ajuste. Fueron duelos incómodos para los de Álex Mumbrú, ya que en ninguno de ellos habían logrado ni siquiera ir en ventaja en algún momento en el marcador más allá del primer cuarto -sus rentas habían quedado limitadas al 2-0 inicial ante los dos equipos insulares y al 16-17 contra los azulgranas-.
Y por momentos el panorama del sábado ante el Obradoiro amenazó con moverse por derroteros similares, pues tras el 2-0 de arranque fueron los visitantes los que se hicieron con el control del marcador. Sin embargo, el conjunto vizcaino supo aguantar el chaparrón y no solo no se vino abajo ante la necesidad de borrar el cero de su casillero de victorias, sino que se recuperó con gran contundencia para convertir el 17-22 a un minuto de la conclusión del acto inaugural en un 47-34 al descanso. La efusividad defensiva de la que hizo gala el equipo en esos minutos fue el pilar en el que se sujetó la victoria y el factor que aportó la confianza necesaria para que los pupilos de Mumbrú se soltaran en ataque. El cinco de siete en triples durante el segundo cuarto abrió muchas vías de agua en la defensa gallega y los anfitriones fueron capaces de mover la bola con rapidez y precisión para fabricar situaciones cómodas para anotar hasta el bocinazo final.
El hecho de que siete jugadores acabaran imprimiendo dobles dígitos en su casillero de puntos habla muy bien del ataque bilbaino y de su capacidad de poner la bola en las ubicaciones más convenientes. A diferencia del pasado curso con Axel Bouteille, el Bilbao Basket no tiene este año un gran aglutinador de puntos y tiros, por lo que su éxito radicará en la diversificación de las vías de suministro. Ludde Hakanson y Jonathan Rousselle, con diez y cinco asistencias respectivamente, conectaron con solvencia con sus compañeros y el acierto desde la línea de 6,75, fundamental en el baloncesto de hoy en día, permitió, por ejemplo, que Ondrej Balvin pudiera jugar de espaldas al aro sin que la retaguardia rival considerara oportuno cerrarse sobre él, que Arnoldas Kulboka y Jaroslaw Zyskowski pudieran anotar puntos sencillos mediante certeros cortes hacia el aro o que el propio director de juego galo encontrara rutas abiertas para sus penetraciones kamikazes. El Bilbao Basket puso sobre la mesa sus mejores porcentajes del ejercicio tanto en lanzamientos de dos puntos (62%) como en triples (45%) y tiros libres (100%) y, evidentemente, así todo resulta mucho más sencillo.
En labores menos llamativas a simple vista, la aportación de Kingsley Moses, Tomeu Rigo y Álex Reyes, componentes de la segunda unidad, tuvo también un enorme valor. El nigeriano, que de momento parece ajustarse mejor al rol de cinco suplente que a la posición de ala-pívot, ofreció su mejor versión desde que es hombre de negro, con constante actividad en ambos aros, el balear suplió sin problemas la ausencia de Quentin Serron y se hizo importante con su labor de vigilancia sobre Kassius Robertson hasta el descanso, anotando además los dos triples que lanzó, y el cacereño se vació en retaguardia al tiempo que se mostró infalible en las distancias cortas. La suma de fuerzas será este curso vital para el éxito de un Bilbao Basket que el sábado recibió el espaldarazo que necesitaba para no dudar de sí mismo.
Los de Mumbrú firmaron el sábado sus mejores porcentajes del arranque de temporada en tiros de dos (62%) y triples (45%)