Síguenos en redes sociales:

Las últimas calles de Fernando Rúa

El de Urdaibai quiere cerrar su carrera con el título de la ACT, que se decide hoy en bermeo y mañana en portugalete

Las últimas calles de Fernando RúaJosé Mari Martínez

DOS regatas. Menos de una hora de competición. Eso es lo que le queda a Fernando Rúa (Moaña, 1975) como remero profesional. Sin embargo, el gallego no se puede permitir pensar en eso. Los bajones y los homenajes deberán quedar para otro momento. Solo importa dar el mejor rendimiento posible y luchar por ganar sus últimas dos disputas. Repetir lo que ha hecho toda la vida, ni más ni menos, competir con fiereza y buscar la bandera. El premio es tan goloso que no permite alejar la cabeza del objetivo. La Liga San Miguel está en juego y Urdaibai defiende dos puntos con respecto a Hondarribia, aunque si los hondarribitarras ganan las regatas de hoy en Bermeo (18.00 horas) y mañana en Portugalete (12.00 horas) serán campeones. Los bermeotarras están ante la oportunidad histórica de sumar a la Bandera de La Concha lograda la semana pasada, la Corona de la ACT. El final soñado para la carrera de cualquier remero y por el que Rúa luchará sin pensar en el mañana.

Para el remero de Moaña solo importan estas dos regatas. Desde el principio de temporada tuvo claro que este era su último baile, pero ante todo quería disfrutarlo al máximo y pensar en el futuro cuando llegue. “Todavía no me quiero hacer a la idea. Prefiero no pensar en ello y quiero acabar la temporada lo más feliz que pueda, si puedo ganándolo todo. No vaya a ser que me dé el bajón y luego no esté como Dios manda”, afirma Rúa. El gallego tiene la oportunidad de salir por la puerta grande del mundo del remo profesional. Dos regatas para ser campeón de la ACT y llevarse la Corona en propiedad. Un guion que parece diseñado a propósito y que Rúa quiere hacer cumplir dejándose la piel sobre las tostas: “Sería un final de ensueño. Otros años también he ganado cosas, pero retirarme ganando la liga y la Concha sería mundial”.

Uno más en Bermeo Rúa llegó a Urdaibai en 2010 y pronto conectó con la afición bermeotarra. “El cariño que me ha dado todo el pueblo es indescriptible. Por ejemplo, el recibimiento del otro día tras ganar la Concha fue impresionante. Estaba acostumbrado a Galicia, que la vez que ganamos la final de la Bandera de La Concha en el 96, quedando segundos en la general, solo nos recibieron 25 o 30 personas. Está claro que fuimos muy tarde, pero nada que ver con lo que hay en Bermeo”, explica. El moañés ha tenido la suerte de coincidir con la gran época de la Bou Bizkaia en La Concha y ha sido parte de una tripulación que va camino de la historia. “No sé si nadie ha hecho alguna vez lo que hemos hecho desde 2010. Seis primeros y un segundo, porque yo cuento la del 2013 como primero, y esto es impresionante”, opina.

Aunque Rúa no solo ha vivido días bonitos y gloriosos en Bermeo. Uno de los peores momentos de aquella época, si no el peor, fue la operación Estrobo. Años de incertidumbre siendo señalados hasta llegar a un juicio en el que los propios remeros tuvieron que testificar y nadie fue declarado culpable. “En 2010 nos vino toda esa basura y sin haber ganado ninguna jornada de la Bandera de La Concha, nos vino todo encima. Es algo que me repugna”, afirma. Esta situación y la eliminación en la edición de 2013 por abordaje tras un polémico choque de palas, no debilitaron a Urdaibai. Todo lo contrario. Los bermeoatarras sacaron fuerzas de la adversidad para seguir creciendo: “De estos años me quedo con cómo el equipo ha solucionado los problemas. Pensaron en hacernos daños y veíamos todo tan injusto... Para mí lo sigue siendo. Esa rabia nos ayudó a afrontar todas estas temporadas tan arriba e ilusionados. Quisieron hacer daño y nos sirvió para ser mejores”.

La unidad de Urdaibai será una de las cosas que más echará de menos Rúa en estos años: “He remado en varios clubes y con mucha gente, pero lo de aquí es exagerado. Parece que somos uno y vamos todos en un pensamiento”. El gallego ama el remo y seguirá conectado a él, pero el cuerpo empieza a pedir parar y los sacrificios necesarios cada vez son más pesados: “El corazón siempre quiere seguir, pero hay que pensar en todo lo demás. Lo de ahora es lo bonito, lo fácil. Lo duro es el invierno. Mi trabajo es muy físico, tengo que levantar a mano cargas muy pesadas, e ir después de la jornada laboral a entrenar hasta Bermeo es durísimo. Una vez, estando en Astillero, me quedé dormido y destrocé el coche, por suerte no pasó nada”. El gran sacrificio de un remero que recorre miles de kilómetros al año para disfrutar de su pasión y este fin de semana buscará la mejor de las despedidas posibles.