donostia - El destino, no se sabe si caprichoso o puñetero, en cualquier caso juguetón, encierra el futuro bajo una fortaleza de hormigón, una estructura que se asemeja a un hangar donde podría asomar el Halcón Milenario después de un paseo por el espacio. El lugar, bajo tierra, soterrado, espacioso, posee el cincelado de la ciencia ficción, luminoso por el centro, con una tragaluz que absorbe la claridad del exterior a modo del cañón de luz que apuntaba el baile de caderas de Elvis en Las Vegas. Es un cañón luminoso, el enganche entre las entrañas de la tierra y el cielo abierto. La estructura tiene algo del Panteón de Agripa: una mezcla entre la fuerza bruta del hormigón al desnudo y la sutileza de lo etéreo, el juego de luces que atraviesa el aire y se cuela como un rayo en medio de la sala. En ese paraje, el de la nueva estación de autobuses de Donostia, aún en suspenso, suena el ralentí del motor de Euskadi Basque Country Murias, el equipo vasco que acomete su segunda campaña en el pelotón sin ponerse un techo.

A Jon Odriozola le gusta la idea de una ambición sin cinchas, grilletes ni capota. Le estimula el listón de lo imposible. “Cuando me dicen que algo no se puede hacer, me rebelo. Soy muy cabezota”, expone. Recuerda que hubo quien le dijo que no sacarían equipo, le remarcaron que no podría competir en buenas carreras, le comentaron que sus muchachos no aguantarían el ritmo y así, en bucle. De momento, Euskadi Murias ha negado a aquellos que no le veían recorrido, que solo observaban un largo oscuro y angosto túnel que atravesar. Odriozola intuía la luz al final, el tintineo de una luciérnaga y su faro verde. De alguna manera, lo imposible es la medida para el director de una escuadra que contará con 14 corredores dispuestos a conquistar un trozo de gloria en la carretera, y un proyecto que pretende encolar al tejido de la sociedad vasca de punta a punta. “Este es el equipo de la gente, el proyecto de todos”, subraya Odriozola, la voz de Euskadi Murias, un equipo en verde fosforito, un salpicón de color en medio de la sobriedad de un majestuoso círculo alineado con dársenas para los autobuses. Euskadi Murias, un equipo pequeño pero con una idea “muy grande”, no tiene autobús, pero la bodega de carga de su aventura pretende incluir a millones de viajes. A todo Euskadi. “Para que esto tenga futuro se necesita la implicación de todos”. Porque en gran medida, repasa Odriozola, Euskadi Murias “tiene que ser el equipo del pueblo”.

ilusión y trabajo Arremolinados los corredores, a la espera (emplearon las primeras horas de la mañana para una completa sesión fotográfica), el segundo año de Euskadi Murias, el del crecimiento, arrancó con un acto tan sobrio como puntual, al modo de los horarios de las estaciones, donde se enlazan despedidas y reencuentros, taquillas cerradas e ilusiones abiertas. Caminos por recorrer. El de la escuadra vasca, que con el tiempo y el “apoyo de todos” desea recuperar el espíritu de Euskaltel-Euskadi, comienza con la Challenge de Mallorca, enganche del ciclismo en Europa después de los anuncios en el Tour Down Under, Australia, y el Tour de San Luis en Argentina. A partir de Mallorca comienza a girar el carrusel que se desarrollará en el triángulo que mecen España, Francia y Portugal. “Hemos trabajado mucho para estar aquí y ahora empieza lo que mejor sabemos hacer”, anima Jon Odriozola, que contará con Rubén Pérez, como segundo director de la escuadra vasca.

La cita balear dará el banderazo de salida a un curso en el que Euskadi Murias apenas tendrá tiempo para detenerse. Nómadas. De carrera en carrera. Un río que fluye. “Al final eso es lo que más nos gusta”, analiza el director del conjunto vasco, orgulloso de completar un gran almanaque de enero a octubre. Repleto de citas. “Tenemos un gran calendario. Doblaremos en muchas carreras. Eso, de salida, “ya es un éxito”, abunda Jon Odriozola, que no disimula que el equipo luchará en busca de algún triunfo que colgar de la pechera. Abrir la vitrina no es prioritario, pero “no escondemos que ese es uno de esos objetivos. Se corre para ganar”.

Lo asume Odriozola y el equipo, iluminados los rostros de los ciclistas, las sonrisas trazando la ilusión en una escuadra joven, preparada en cualquier caso para dar un salto de calidad apoyada en la pértiga de la valentía. “Queremos mejorar”, es el mantra que recorre el espinazo de Euskadi Murias. Ese proceso de mejora, de crecimiento, de afianzamiento, no solo atiende lo competitivo. El del equipo vasco es un proyecto global en construcción. De ahí que además de la carretera se abra el objetivo para atender con mimo al arcén, a las cunetas, a la afición, a las personas. “Queremos que la gente se asocie en la página web que tendrá el equipo”, lanzó Jon Odriozola, que a medio plazo imagina un océano verde que empuje al equipo en los Pirineos, en el Tour. “Aquí hay futuro, mucho futuro”, enfatizó Odriozola, entusiasmado en recuperar la marea, ganar el porvenir y soldar un equipo de todos. Es la apuesta de Euskadi Basque Country Murias. Su viaje al futuro.

Euskadi Murias

Garikoitz BravoLazkao, 1989

Beñat TxoperenaIgantzi, 1991

Ion Ander InsaustiMutiloa, 1992

Aritz BaguesErrenteria, 1989

Mikel BizkarraMañaria, 1989

Imanol EstévezGasteiz, 1993

Eneko LizarraldeBergara, 1993

Ander BarrenetxeaGaldakao, 1992

Adrián GonzálezBurgos, 1992

Alex AranburuEzkio Itsaso, 1995

Gotzon UdondoBerango, 1993

Mikel IturriaUrnieta, 1992

Aitor GonzálezErmua, 1990

Pello OlaberriaMutiloa, 1994

Jon Odriozola y Rubén Pérez