ERAN vísperas de partido grande, probablemente trascendental, como así fue. Temporada 1983-84, trigésima jornada de Liga. El Athletic estaba de líder. A San Mamés llegaba el Real Madrid, empatado a 41 puntos. La expedición merengue llegó a primera hora del sábado, casi de incógnito. Tres periodistas montábamos guardia en el Hotel Bilbao. En cuanto nos vio, Alfredo Di Stéfano soltó un bufido. No necesitó más palabras. Subió a su habitación, dejó la maleta y bajó de inmediato.
Aquel ogro con cara de fastidio transformó el semblante. Se sentó en la mesa con nosotros y habló largo y tendido. Qué enorme personaje. Acorde con el mito que ya tenía metido en las entrañas. Para muchos, el mejor futbolista de todos los tiempos. De fuerte carácter y ácido sentido del humor, pero también amplia humanidad.
Al día siguiente, San Mamés vivió un partido épico. Se adelantó Stielike (Min. 23), empató Andoni Goikotxea (Min. 32) y, a tres minutos del final, el delirio: Dani anota un gol que a la postre fue fundamental para que el Athletic de Javier Clemente ganara su octavo y último título de Liga, ya que además de distanciar en dos puntos al Real Madrid también tomó a favor el gol average particular, circunstancia que a la postre fue clave, ya que ambos acabaron la competición empatados a puntos (49) en la trigésimo cuarta y última jornada.
Alfredo Di Stéfano (Buenos Aires, 1926) falleció ayer a los 88 años de edad en el hospital Gregorio Marañón de Madrid dos días después de sufrir una parada cardiorrespiratoria cuando salía de un restaurante junto al Santiago Bernabéu, donde festejó su cumpleaños.
Di Stéfano sufrió un desvanecimiento y fue atendido por una dotación del Samur Protección Civil, que al cabo de 18 minutos de reanimación cardiopulmonar logró sacarlo de la parada cardiorrespiratoria.
La Saeta Rubia había tenido diversas afecciones cardíacas desde que en 2005 sufrió un infarto agudo de miocardio cuando se encontraba en Valencia en casa de una hija para celebrar la Navidad. Entonces se le implantó un cuádruple baipás.
el genio del cambio Presidente de honor del Real Madrid desde 2000, el futbolista argentino llegó al club blanco en 1953 y jugó hasta 1964. Se fue con 38 años, tras perder la final de la Copa de Europa ante el Inter (3-1), dejando atrás 510 partidos oficiales con el equipo blanco, en los que marcó 418 goles. Y lo más importante: bajo su tutela, el Madrid adquirió la dimensión de un gigante. Metió su espíritu ganador, una impronta que desde entonces ha definido al club más laureado del mundo. Con él, el Real Madrid conquistó cinco Copas de Europa consecutivas (1956-1960).
Di Stéfano estuvo a punto de enrolarse en el Barça. De hecho así fue, aunque brevemente. Tras un proceloso litigio, ambos clubes y la Federación Española consensuaron que el futbolista porteño jugara dos temporadas con cada equipo. Finalmente, la entidad azulgrana optó por renunciar a sus derechos, sobre todo porque entre sus filas tenía ya a otro coloso, Ladislao Kubala. ¿Y qué había hecho hasta entonces Di Stéfano?
Su etapa como entrenador del Real Madrid fue breve, apenas dos años (1982-84). Coincidió con el esplendor del Athletic y aunque sólo consiguió un título menor, la Supercopa, comenzó a regenerar la plantilla, haciendo debutar a la Quinta del Buitre y sentando las bases de una nueva época de grandeza.
la copa de los once aldeanos Sin embargo, como jugador Alfredo Di Stéfano tuvo memorables batallas contra el Athletic. “Carmelo, no sé que pasa, pero temblamos cuando jugamos contra vosotros”. Son recuerdos del exportero Carmelo Cedrún, rememorando otro de los más grandes episodios de la historia rojiblanca. La Copa de los once aldeanos, disputada en el Santiago Bernabéu el 29 de junio de 1958 con Franco en el palco y frente al Real Madrid capitaneado por el fenómeno argentino. El Athletic ganó con facilidad, con goles de Arieta I (Min. 20) y Mauri (Min. 23). Para la posteridad quedó la vigorosa estampa de Piru Gainza levantando el trofeo subido a hombros de Arieta. Pocas veces se le pudo ver a Di Stéfano tan impotente como aquel día.
Para muchos fue el mejor jugador de todos los tiempos, y desde luego un revolucionario para la época. El futbolista total. Capaz de iniciar la jugada junto a la defensa madridista y terminarla con gol en la portería contraria.
Deja tras de sí una abigarrada vida. Desde un secuestro en agosto de 1963 en Caracas por miembros del Frente de Liberación Nacional de Venezuela hasta la reciente controversia con sus cinco hijos, que litigaron en los tribunales para evitar su matrimonio con la costarricense Gina González, su secretaria personal y cincuenta años más joven, presuponiendo que tras el rocambolesco romance había un claro interés sobre la herencia del octogenario exfutbolista. La relación entre Alfredo y Gina duró seis años y no terminó en boda.