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La moto de Steve McQueen

La ingeniería navarra Inmotec ultima la puesta a punto de una MotoGP totalmente vasca que debutará en el Mundial en julio, en Montmeló, y disputará cinco pruebas

iruñea

AnTES de fundar Inmotec, la ingeniería iruñearra que ha dedicado los últimos tres años y medio a tallar la primera MotoGP enteramente vasca -navarro es el trabajo de ingeniería, bestial, y de Baiona, un Akira, el motor- que participará en cinco pruebas del Campeonato del Mundo que amanece mañana -debutará en Montmeló, en julio-, Oskar Gorria fue el patrón de Puro Racing, un equipo de motociclismo de ideario minimalista creado en 2000. Y antes de eso, de aquella estructura que era un vivero para los jóvenes talentos navarros, fue piloto en la época del motociclismo romántico. El de los amigos, el finde y carretera y manta. Desde 1993 hasta 1997. Corría el Open Ducados con el malogrado José Luis Sagardogi, con López Mella, Carlos Checa, Sete Gibernau… Y antes, un fin de semana cualquiera de 1989, fue cuando sintió el pálpito de la velocidad en el circuito de Pau. "¡Qué sensación!", se dijo Gorria, un estudiante de FP de Químicas que se sentó una noche en el sofá, frente al televisor, sin sentir nada por las motos y se levantó con un irrefrenable deseo de poseer una. No una cualquiera, sino una: la que pilotaba Steve McQueen cuando trata de escapar de los nazis en La Gran Evasión. Así que se compró una similar, faros redondos, nacked, nada deportiva, que vendió después de estar en Pau para comprarse una de competición.

En ello sigue, en la competición, fabricando motos, pero queda algo de aquel romanticismo, algo de aquella primera nacked, en Gorria, en la ingeniería Inmotec que se refugia disimulada en un modesto local de Iruñea, tras una puerta azul, un letrero poco más grande que una tarjeta y un timbre. Nada de lujo, de la pompa que rodea a los grandes fabricantes de motos de carreras, Honda, Ducati, Suzuki y Yamaha, contra los que compite en el mercado del motor. Una jungla.

Inmotec no es un proyecto megalómano. No nació como tal en 2006, después de horas de café y cerveza en los tiempos muertos de las pruebas que disputaba Puro Racing, "un equipo en el que estaba rodeado de mecánicos que a su vez eran amigos que me habían acompañado en mi época de piloto y en el que empecé a entender hacia dónde creía yo que iba a ir el futuro del motociclismo". Profundizó Gorria en su visión sobre las nuevas tecnologías aplicadas a la competición con Silvain Loumé, su actual socio e ingeniero y dueño de Akira Technologies -la empresa baionarra donde fabrican el motor de la MotoGP vasca-, y en junio de 2006 crearon Inmotec. Primero con calderilla, 40.000 euros que puso cada uno de su bolsillo. "Eran los ahorros que teníamos, pero, sinceramente, con eso no se puede hacer prácticamente nada en este mundo del motociclismo", concede el navarro.

Sirvió, en cambio, para dar cuerda al proyecto en una época, reconoce Gorria, en la que la situación económica era más propensa para este tipo de iniciativas y en la que había una gran demanda de pilotos que querían correr en MotoGP que se topaban con el bloqueo de los grandes fabricantes, pese a tener dinero, pues éstos limitaban el número de motos que vendían. Así que el ideario de Inmotec basculaba sobre un pilar ineludible: construir su propia moto. "Desde el principio, la idea, nuestro motivo, era crear nuestra pequeña fábrica de motos de competición y cubrir una demanda existente. Por el camino nos han salido otras cosas, como producir una moto eléctrica, pero nuestro leitmotiv es fabricar prototipos de competición. Es en lo que estamos. Y sé que el futuro nos va a llevar a trabajar en coches. Pero nuestro gran objetivo es ser en 2011 una fábrica, como Honda o Yamaha, pero en pequeñito, que fabrica motos de competición". De hecho, Inmotec ya ha puesto en pista, el pasado 31 de marzo en Valencia, su versión de la Moto2 que competirá desde el próximo fin de semana en el estreno del Campeonato Estatal en Montmeló y de la que han vendido ya dos unidades. "Tenemos ya una importante demanda", desvela Gorria.

La MotoGP, en cambio, es una criatura en gestación y "aún trabajamos en ella, estamos desarrollándola". "La idea es poder hacer cinco carreras este año, bien hechas, para poder comercializar la moto en 2011". En esas pruebas el piloto será Iván Silva, "que ya ha hecho cinco carreras en MotoGP con Ducati y es un chico rápido, trabajador, con cabeza y mucha información. Ideal para desarrollar nuestra moto", expone el iruñearra, quien descubre que en los ensayos hasta ahora realizados, el piloto valenciano ha trasladado a los ingenieros sensaciones alentadoras, pues dice que la moto es más manejable que la Ducati, que la frenada es extraordinaria, que es impresionantemente estable en las curvas… "Pero todos ésos son datos orientativos. De momento hemos trabajado sobre un 60% del desarrollo de la moto y queda por hacer el otro 40%, sobre la pista".

Un equipo cercano La moto, sus entrañas, dicen que revolucionarias en MotoGP, se esconden esparcidas, desmontadas, por el modesto taller de Inmotec en Iruñea, aunque tienen pensado trasladarse a un hangar del futuro Circuito de Los Arcos que se inaugura a mediados de junio. O tras el carenado, lejos de los ojos de los indiscretos por aquello del espionaje entre ingenieros, cuando han salido a pista o han realizado algún acto público. Cuentan que el año pasado, cuando el proyecto fue presentado en Valencia, los ingenieros de Honda forraron las paredes del box de la prueba del Mundial que disputaban entonces, "era por Asia pero no me acuerdo dónde, creo que en Qatar", con las imágenes de la nueva moto que pisaba osada, arrogante, desvergonzada, la tierra prohibida de los fabricantes acaudalados, y examinaron cada palmo de la moto. No descubrieron nada. Sólo lo superficial. Las dimensiones, poco más. "Esto es una carrera de investigación y en ella yo siento que nosotros somos tan vulnerables… Económicamente, nosotros, un grupo de quince personas entre mecánicos, ingenieros de pista, de oficina…, no podemos competir con los grandes fabricantes. Tenemos que jugar otras bazas. La agilidad para trabajar, por ejemplo. Nosotros nos guiamos por la sensatez, mezclamos lo tradicional con lo tecnológico y, sobre todo, no tenemos las manos atadas para tomar decisiones sobre el desarrollo de la moto porque no tenemos obligaciones comerciales", expone Gorria, quien recuerda que sólo ha habido un proyecto similar al de Inmotec que se haya lanzado a competir con los grandes fabricantes. Fue Ilmor Engineering, una reconocida ingeniería alemana que diseñó el motor Mercedes de F-1, luego lo vendió y trabajó en la creación de una MotoGP. Fue un fracaso estrepitoso. "Pero porque aplicó la teoría del dinero. Tenían un presupuesto diez veces superior al nuestro y naufragaron. Hicieron dos entrenamientos y participaron en dos carreras con malos resultados. Ahora, hay también unos italianos que están haciendo algo, pero no tiene nada que ver con lo nuestro".

En febrero, visitó Inmotec Carmelo Ezpeleta, consejero delegado de Dorna Sports, propietario de los derechos del Mundial de Motociclismo, y se quedó impresionado con la moto, de la que había oído hablar, claro, pero de la que recelaba por lo disparatado del proyecto, por su aroma romántico, rayano en lo fantástico. Dijo Ezpeleta que aquel era un reto grandísimo, que era impresionante hasta dónde habían conseguido llegar. Luego, en exclusiva, le descubrieron las entrañas de la moto, el secreto mejor guardado de Inmotec. Estuvo largo rato mirándola y, con gesto de sorpresa, acertó a afirmar que no era como las demás MotoGP que había visto. Le explicaron que era cierto, que era diferente, que suponía una revolución, entre otras cosas, el reparto de pesos, que el sistema de cambio neumático hace que el motor sea único… "Y poco más puedo contar. El espionaje, ya sabes… Pero estamos probando nuevas técnicas para aplicar en la moto que no pueden hacer los grandes fabricantes. Es lo que he dicho antes, nosotros lo podemos hacer porque somos libres". Como Steve McQueen camino de Suiza sobre aquella moto nazi nacked de faros redondos.