Una brecha en la armadura de Contador
El madrileño salda una jornada de abanicos con 17 segundos de pérdida y una caída
Bilbao. Es un reto mayúsculo buscar una grieta por la que abolir la resistencia de Alberto Contador. Es imposible meterle mano subiendo; muy complicado contrarreloj; difícil bajando; impensable si se trata de buscar la vía mental para derrumbarle. Y aún así, Lance Armstrong, su rival más mediático, se muestra confiado en sus opciones de plantar cara al doble ganador del Tour de Francia. Cuando le recordaron, en una entrevista publicada ayer en el diario El País, su inferioridad física tanto en montaña como en la lucha contra el reloj y le sugirieron que su única manera de derribar al corredor madrileño era apelar al espíritu de Romel en el desierto y tratar de sorprenderle tácticamente apoyado en la majestuosidad de su equipo, el texano asintió y recordó, no por casualidad, que la victoria en su primer Tour de Francia, el disputado hace once años, la cimentó en el angosto pasaje de Gois, donde una caída hizo perder al suizo Alex Zulle, segundo posteriormente en París, la friolera de siete minutos. "Tácticamente hay que ser muy inteligente", apostilló.
No tardó de asistirle la razón a su esperanza de ganar el octavo pese a la superioridad de Contador, pues ayer mismo, mientras el americano viajaba a Sudáfrica, en la París-Niza el líder del conjunto Astana sufría uno de esos cortocircuitos que recuerdan al resto del pelotón que es vulnerable, se quedaba cortado en un abanico a poco más de diez kilómetros para la meta y sufría luego, a menos de tres, una caída en la que estrelló sus huesos en el prado.
Perdió 17 segundos, los mismos que Samuel Sánchez, pillado también el líder de Euskaltel-Euskadi en el renuncio, con un reducido grupo que en meta encabezó el neozelandés Greg Henderson y en el que viajaban el líder Lars Boom, Luis León Sánchez, Alejandro Valverde, Jens Voigt y Roman Kreuziger, entre otros. Pero el tiempo, anecdótico si se quiere, fue lo de menos. A Contador, más que el alma, le dolía el cuerpo. El muslo izquierdo. El epicentro del costalazo que se produjo después de que alguien se enganchase y le derribara destrozando por completo su rueda delantera. "Estoy bastante tocado", dijo sudando aún, jadeante. "El problema es el golpe en el músculo, que es lo que puede mermar mi rendimiento, aunque espero poder tomar la salida mañana -por hoy-". Apenas mencionó el despiste.
Caisse d'Epargne actúa Fue una maniobra colosal del Caisse d'Epargne que capitaneó, al igual que en la primera etapa del pasado Tour del Mediterráneo, Txente García Acosta. Dos latigazos navarros tratando de sacar partido al vendaval que soplaba de costado. En el primero atizó el equipo de Unzue y la respuesta fue unánime. La autocomplacencia de salvar el momento pudo incitar a la relajación, quien sabe, pero cuando kilómetros después Txente volvió a lanzar un silbido para alertar a los suyos e Iván Gutiérrez, Luis León y Valverde sacaron a pasear la guadaña, la escabechina fue descomunal. Quedaron relegados Alberto Contador, Samuel Sánchez, Levi Leipheimer, Frank Schleck o Xavi Tondo, que lucharon por arreglar el entuerto durante diez kilómetros frenéticos y maravillosos en los que lograron cerrar la herida con sólo 17 segundos de sutura. Nada dramático.
Más visible es la brecha abierta en la armadura de Contador. La física, su dolor muscular, debería, si no es grave, empezar a cicatrizar sin problemas; la táctica sirve para alimentar más todavía el argumentario del que hace gala Lance Armstrong y los demás sobre la posibilidad de hacer capitular al corredor madrileño en la próxima edición de la ronda gala. Fundamentan su credo en lo acontecido en la jornada de ayer. Y en lo ocurrido en la primera etapa de la París-Niza del pasado año, en la que luego sucumbió ante Luis León Sánchez en aquella memorable jornada en la que reventó el madrileño, también se pilló los dedos en una ofensiva en el plano orquestada por el Rabobank holandés. Y en que en el Tour, su peor momento, al menos en carrera, lo vivió el día en el que sólo Armstrong fue capaz de meter la cabeza en un corte que propició el equipo Columbia.