Josune Arakistain (Lastu, 1996), conocida artísticamente como Süne y exvocalista y trikitilari del grupo Huntza, disuelto a principios de este año, debuta en solitario con Amaineman (Airaka Musika), un disco en el que “deja fluir” su inquietud y le canta a la tradición, el empoderamiento de las mujeres o la vida cotidiana con un pie en la raíz de su trikitixa y otro en la electrónica más contemporánea. “Está en mi naturaleza mezclar triki y electrónica”, explica la guipuzcoana, que reconoce la influencia de la triki pop de Alaitz eta Maider. “Por ellas estoy aquí yo”, indica.

¿Cómo surge el embrión de su debut? Parece que se inició en 2022, cuando Huntza seguía en activo.

—Ya tenía ganas de mezclar la triki con la electrónica desde hace años porque soy de un pueblo de Gipuzkoa, Itziar, donde lo normal es que nos guste la música tradicional, pero allí está la discoteca Txitxarro, que ha provocado que los jóvenes siempre hayamos tendido a escuchar electrónica. Por ello se me hace normal mezclar ambos estilos, es mi naturaleza.

¿Qué pasó con Huntza?

—Estaba muy a gusto con el grupo, pero antes de disolverse yo ya tenía esa curiosidad y me embarqué en este camino. Fue algo natural, como cuando una pareja ves que no funciona y hay que hacer demasiada fuerza para seguir. No fue fácil, pero la decisión fue general, por parte de todos. Seguimos como amigos, es lo importante.

En 2023 colaboró con ETS en ‘Gu geu garena’, que podía dar pistas de este debut en solitario.

—Iñigo, el cantante de ETS, y yo somos muy amigos y me dijo que tenía esa canción que creía que pegaba con mi estilo. Surgió la chispa y la grabamos. Y vimos que funcionaba muy bien.

¿Y cómo dio esos primeros pasos, tenía claro que quería seguir grabando y qué música quería hacer?

—Sí, no sabía si como Süne haría un disco o no, pero siempre he tenido ganas de seguir componiendo canciones y hacerlas públicas. Si no paraba, lo normal era juntarlas en un disco.

Triki y electrónica. Igual es reduccionista, pero define su debut.

—Así es, es algo muy simple, aunque algunas canciones tienen triki y otras no, son más electrónicas. Como en el idioma el euskera es mi ama hizkuntza, en instrumentos es la triki y tiendo a crear con ella. No hay que olvidar que llevo casi toda mi vida con ella, aprendí y fui a competiciones y tocaba el cancionero tradicional.

Al final, no deja de ser un disco de pop contemporáneo.

—Sí, es bastante pop. Mi forma de cantar es melódica y las canciones salen directas y fáciles de escuchar. Entran fácilmente y ese poder de las melodías puede ser mi sello de identidad.

Hay menos prejuicios que antes con la actualización de la triki ¿no?

—Hay circuitos de triki tradicional, depende de lo que te guste y quieras escuchar. Yo siempre he sido más de sonidos contemporáneos y de mezclarla con otros instrumentos y melodías actuales. Pero está el otro mundo, el tradicional, y ninguno es mejor que el otro. Para que la triki siga adelante tiene que haber de todo.

De ahí el título del disco, es concepto de dejarse ir, que todo fluya…

—Lo curioso es que estaba haciendo la letra de un tema y quería incluir la palabra fluir, pero no sabía cómo es en euskera. Lo miré en Elhuyar y descubrí la palabra amaineman. Me pareció curiosa también desde el punto de vista fonético y refleja muy bien el espíritu y la temática del disco.

Se atreve con el gallego en ‘Milaka lore’ y con el pop–rock en ‘Hori bai’.

—En ambos caso lo pensé, pero me dije: amaineman. Si han salido así, pues déjalo fluir. La segunda es de mis favoritas y suena genial. Me gustan los grupos de guitarras, con 15 años escuchaba grupos como Nickelback.

Si le digo que transforma el legado de aquel triki pop de Alaitz eta Maider o Maixa ta Itziar, y lo pone al día con la electrónica... ¿Qué diría?

—Que tienes razón, aunque han cambiado bastante las formas de crear y componer. Yo, en solitario, he trabajado con el productor Alejandro Paez, de Tremenda Jauría, en Madrid, y antes no era así, no se trabajaba con el ordenador y programas de producción. Este cambio me ha influenciado bastante, ahí está la diferencia.

En varias canciones la electrónica se come a la triki.

—No sé... es que van fluyendo las canciones (risas). En algunas me ha parecido que la triki no tenía tanto espacio y no iba a aparecer porque sí. Ya lo pensé, sí, que mi instrumento es la triki y que algunas no llevaban. ¿Tendría que incorporarla? Pues igual no, y le di menos protagonismo.

Es un trabajo compartido con el productor, sin más músicos.

—Las canciones son mías y las he coproducido con Alejandro porque me gusta estar muy encima del proceso de creación. Nadie sabe mejor que yo adónde quiero ir con mis canciones. Yo he compuesto, canto, toco la triki y medio produzco, no ha habido músicos, aunque en los conciertos sí contaré con banda: iré con Dj, batería, bajo y guitarra. Está todo muy avanzado e intentaremos tocar lo más parecido al disco con instrumentos reales, no quiero disparar todo. Quiero tocar realmente el repertorio.

Es un disco de música alegre y festiva. ¿Y las letras, surgen de la música, también las ha dejado fluir?

—Suelo reflejar en ellas cómo estoy en cada momento. Algunas son ficticias, otras reales, algunas alegres y otras muy tristes, como Ondo dago.

¿Siente el miedo del debutante, es consciente de que le llegarán todas las críticas y parabienes a usted?

—(Risas). Tienes razón, soy consciente de ello y trato de gestionarlo lo mejor posible. A ver qué pasa. Estoy algo nerviosa porque es algo nuevo para mí, aunque ya estuviera 10 años con Huntza. Pero sé cómo funciona esto, creo que estoy preparada.

¿Y hasta dónde ambiciona llegar? El disco incluye el tema ‘Urruti’.

—Pues espero llegar muy urruti (risas). Mis expectativas son gustar a la gente, ya llegaremos donde tengamos que llegar. Amaineman en esto también. Si me llaman de Pekin, te aseguro que iré (risas).

Se estrena en un contexto favorable a la música pop femenina euskaldun, como ha mostrado esa colaboración reciente con Aiora y Zea Mays. Son muchas y de estilos muy diversos.

—Soy parte de una generación joven que está poblando los escenarios, pero aquí siempre ha habido mujeres. Los programadores deben apostar por nosotras. Quizás ahora estamos más empoderadas y se nos escucha más porque estamos haciendo más ruido. Gracias a Alaitz eta Maider y a aquellas mujeres estoy yo aquí.

En los casos recientes de Izaro, Olatz Salvador y usted, además, con la electrónica más presente que nunca.

—Sí, es la forma de crear actual, la relación con el productor... Pero cada una tiene su forma de crear y hacer canciones. l