¿Por qué llegó tarde Franco a su encuentro con Hitler en Hendaia? ¿Conocía la CIA los planes de ETA para asesinar a Carrero Blanco? Y, si así era, ¿por qué no advirtió del atentado al Gobierno español? A través de su personaje Eduardo Zuloaga, la autora nos adentra en una historia ambientada en dos tiempos, la Hondarribia de 1940, con el encuentro entre Franco y Hitler en Hendaia como trasfondo, y al Madrid de mediados de los 70, cuando se prepara el atentado a Carrero Blanco. “Además, es un homenaje a mis ancestros vascos”, comenta la autora.
Ha confesado que llevaba 30 años con esta historia en la cabeza.
—Empecé hace 30 años con una parte de la historia, ha estado mucho tiempo en mi ordenador y, finalmente, vi cómo tenía que rematarla. Y por eso ha salido ahora, necesitaba distancia y madurez. Cuando eres más joven tienes mucha hambre porque tus historias se lean, pero el que hayan podido reposar, que tengas más aprendizaje, que seas otra persona que la que empezó a escribirla, resulta muy importante.
¿Eduardo Zuloaga, un niño que vive en la Hondarribia de posguerra, es un personaje ficticio o está basado en alguna persona real de su familia?
—Está basado en cosas de mi familia pero no literales, en temas que me han llamado la atención, en personas que han resonado en mí. De alguna manera, quería también homenajear a mis ancestros vascos, a la gente del mar...
En sus novelas las protagonistas suelen ser siempre mujeres, pero en esta ocasión da voz a un personaje masculino.
—Siempre ha habido un hueco enorme en la literatura, faltaban historias nuestras, pero es verdad que últimamente parece que las mujeres solo escribimos sobre personajes femeninos. Precisamente las creadoras y creadores si algo podemos, es entrar en la vida de otras personas, crear otro tipo de personajes. Es un reto trabajar con uno masculino, le puedo dar voz igual que ellos nos la han dado a nosotras a lo largo de la historia en muchas ocasiones. Entrar en la normalidad consiste también en que nosotras podamos contarles a ellos.
¿Cómo definiría ‘Manual para cobardes’?
—Como una historia que explica de dónde venimos, que nos invita a replantearnos conceptos como la heroicidad. Miras con la mirada de un niño y te das cuenta de lo condicionada que está la tuya con cosas que has aprendido y que son cuestionables.
Ha dedicado la novela a los héroes que no saben serlo.
—Y, sobre todo, a los que se creen cobardes porque igual que el concepto de heroicidad es algo que debemos revisar, lo mismo ocurre con el de la cobardía. El libro habla también de un mundo entendido a través de las dicotomías, uno es cobarde porque hay otros que son valientes. Y eso es algo que creo que no tiene sentido porque todos somos héroes y todos somos cobardes. Va a ser fácil que los lectores y las lectoras se identifiquen con mi protagonista, que está lleno de crisis.
La trama se para en dos momentos importantes, como fue el encuentro de Franco con Hitler en Hendaia y su retraso y el asesinato de Carrero Blanco y el conocimiento que de él pudiera tener la CIA.
—Lo que he intentado es contar esas dos historias desde los márgenes, creo que es muy relevante contarla desde ese lugar porque en ese momento estaban sucediendo cosas que explican lo que ocurrió después, cómo se formó ETA, cómo ese dolor y toda esa gente quedó rota en la posguerra... Los hijos de esas personas que veían a sus padres rotos fueron el germen de ETA y cómo ETA va construyéndose hasta ese momento del asesinato de Carrera Blanco y a partir de ahí se va a convertir en otra cosa, que es algo que yo ya no trato. Pero esos dos momentos a mí me han servido para mirar la historia de España desde otro lugar.
Ha comentado que es una lección de la que deberíamos aprender, pero no parece que estamos en el buen camino.
—Pues no, porque la violencia genera violencia y si miramos a nuestro alrededor, vemos la guerra de Gaza, la de Ucrania... ¿Qué va a pasar con las personas que están sufriendo ese absoluto exterminio en Gaza?, ¿cómo van a digerir su vida, cómo van a actuar? Hay lecciones de vida que no terminamos de aprender.
En la sociedad actual, hay muchos que se proclaman héroes, salvadores del mundo...
—Nos hemos creído ese concepto de héroe que nos han transmitido, de salvador, de persona iluminada y por desgracia que existan es casi hasta normal. El problema es que haya muchos que les sigan y que crean que su futuro pueda estar en manos de esas personas.
Hasta ahora ha compaginado su trabajo literario con el de cineasta.
—Soy una persona que trabajo mucho, que no para; lo último que he realizado en mi faceta audiovisual es una serie para TVE, un programa de viajes, Pipper en ruta; el problema es que es bastante incompatible porque tengo que aparcar la literatura cada vez que me embarco en un proyecto audiovisual. Es cierto que últimamente estoy más dedicada a la literatura y a la investigación.
Hace unos meses ha publicado también un ensayo, ‘Todas esas chicas de zapatos rojos’, sobre si las hormonas influyen de forma decisiva en la pulsión creativa femenina.
—Está basado en mi tesis doctoral, recojo los testimonios de 39 escritoras y da forma a las variables más importantes que atraviesa la creación literaria y cómo esta es el puente entre el cuerpo y la mente. Nunca es solo un factor el que desencadena la necesidad de crear, pero las hormonas son muy importantes porque nos dan el cuerpo que tenemos y nos hacen estar en el mundo de una manera determinada. El género es lo que atraviesa todo el proceso creativo.