Mientras gestaba Poncia, Luis Luque procuraba tener siempre cerca una foto de Federico García Lorca. Así, el retrato del poeta granadino fue testigo mudo de cómo Lolita se metía en la piel de la criada de Bernarda Alba en unos ensayos que el dramaturgo define como trepidantes. También le acompañó en sus 30 o 40 visitas a la casa construida por Lorca en 1936. Incluso puede que se siente en el patio de butacas del Teatro Arriaga a ver el soliloquio protagonizado por la mayor del clan de los Flores, si encuentra una localidad libre. Y es que la actriz y el dramaturgo recalan hoy y mañana en la plaza bilbaina con una obra en sold out.

En esta, Lolita Flores se sube al escenario para interpretar a Poncia, la eterna criada engrilletada a Bernarda Alba, que, después del suicidio de Adela, se redime de sus pecados y ajusta cuentas con las supervivientes de la prisión en la que la matriarca ha convertido su casa. El texto, escrito por Luis Luque, toma como referencia las intervenciones del personaje de la pieza firmada por Federico García Lorca.

“Recogí todo el corpus de texto de Poncia en La Casa de Bernarda Alba y, a partir de ahí, hilé todos sus pensamientos, sus soliloquios, sus reflexiones... Quise encontrar un lugar dramático para Poncia y sacarla de la casa para iluminar, a través de ella, las esquinas más oscuras de la obra de Lorca”, explica Luque sobre cómo comenzó a idear este monólogo.

En sus 70 minutos de duración, una Poncia desatada habla de suicidio, libertad, culpa, clase, sexo y educación. De esta manera, se despoja de la mordaza que le impuso Bernarda cuando entró a su servicio, tres décadas atrás. “Todo empieza cuando Adela muere. Parto de su final para iniciar el drama de Poncia. Primero, aparece el shock por la muerte de una de las hijas más queridas de la casa, pero lo que realmente motiva a la criada a abrir la boca es la culpa por no haberse implicado para que esa niña pudiese amar en libertad”, detalla el dramaturgo. Por todo ello, la obra de Luque desvela la simpatía que siente Poncia por la más joven de las hijas de Bernarda, a la que reivindica: “Ha muerto una hembra valiente”, sentencia en un momento de la obra.

La atribulada criada, al ser el único personaje sobre el escenario, también se muestra como un ser complejo, poliédrico. Y esa complejidad encierra la sabiduría popular, la sabiduría del pueblo. En ese sentido, el creador de Poncia desvela que construyó el personaje en la línea de otros similares: “Creo que existe un impulso interior en los personajes de los criados, que poseen esa sabiduría popular. Son personajes dramáticos muy interesantes, porque tocan su propia tragedia, atravesada por el trato que reciben de los señoritos, y la relación que tienen con ellos. Poncia los retrata muy bien”, explica Luis Luque.

La pena de Lola

Por otro lado, el director de la obra reconoce que la elección de Lolita para interpretar a este personaje no es en absoluto casual. Es más, juntos redimen los errores de una generación anterior ya que, según Luque, La Faraona siempre se arrepintió de no haberse puesto a las órdenes de Miguel Narros para interpretar a Poncia en el Teatro Español. “Curiosamente, Miguel Narros ha sido mi maestro durante muchos años. Yo he sido su ayudante de dirección”, apunta. Así las cosas, Luque envió el vídeo que recoge estas declaraciones a la intérprete con una propuesta: “Si no lo pudo hacer Lola, tu madre, y no lo pudo hacer Miguel, mi maestro, ¿por qué no lo hacemos nosotros?”. La actriz hizo las maletas sin pensárselo demasiado y se embarcó, junto al dramaturgo, en un viaje que le ha llevado a entender y amar a Poncia y cuya primera parada fue la de los sentidos. “Empezamos trabajando a Poncia desde la sensorialidad”, señala Luque.

En los ensayos, el director acercaba una onza de chocolate a la actriz, que tenía los ojos vendados. Ella, a partir de ahí, imaginaba dónde estaba el dulce en la alacena de la tiránica Bernarda y por qué. “Está en lo alto, porque no nos deja comerlo”, decía. El resultado de todo este trabajo se muestra hoy y mañana sobre las tablas del Teatro Arriaga.