El modisto de Getaria Cristóbal Balenciaga fue una persona absolutamente hermética, tanto en lo que se refiere a su trabajo como a su vida personal. Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi, los cineastas responsables de éxitos como Loreak, Handia y La trinchera infinita, han superado esa barrera para firmar los seis episodios de una serie biográfica que se centra en la vida parisina de Balenciaga, entre 1939 y 1968. A partir de una idea original de Lourdes Iglesias, Irusoin y Moriarti han producido Cristóbal Balenciaga, una de las primeras ficciones que Disney+ ha desarrollado en el Estado. Alberto San Juan ha sido el encargado de meterse en los trajes del modisto, de pasear por sus boutiques y de hablar francés y también euskera, idiomas que nunca había practicado.
Con una amplia experiencia en la gran pantalla, ¿cómo ha sido dirigir una serie como ‘Cristóbal Balenciaga’?
—Es difícil medir: es la primera vez que hemos hecho una serie pero también la primera que hemos hecho una producción de estas características, de época, con muchos personajes y localizaciones. El equipo, además, era enorme y los plazos de preproducción y de producción también han sido más largos que los de un largometraje.
Además, ser una serie ambientada en el mundo de la moda también habrá entrañado ciertas dificultades.
—Era muy complejo porque el vestuario era parte de la historia, influía en el guion; había que decidir qué vestidos se mostraban en cada caso, marcar una evolución. También existían particularidades como el hecho de querer replicar un vestido y no poder hacerlo porque la tela ya no existe, ni siquiera algo parecido.
¿El hecho de trabajar para una plataforma tan grande como Disney+ ha supuesto una mayor presión?
—Disney ha tenido plena confianza en nosotros. Nos hemos sentido respetados, sobre todo, en la fase de escritura de guion, en la preproducción, en el rodaje...
¿También en la posproducción?
—También, pero es cierto que ahí empezaron a opinar desde el conocimiento, claro. Es nuestra primera vez haciendo una serie para una plataforma y había una serie de cuestiones que a nosotros se nos escapaban.
¿Por ejemplo?
—Ponían el énfasis en que una serie se la juega en el primer episodio. ¡Aún más, en los ocho primeros minutos del primer episodio! Durante el montaje había que pasar una serie de controles enviando los episodios a Madrid y luego a Londres. Ellos nos daban el feedback, siempre nos han hecho propuestas con sentido y todo ha sido consensuado. Puede que haya habido cambios menores con los que no hemos estado tan de acuerdo, pero nosotros la serie la sentimos nuestra, en ningún momento sentimos que se haya desvirtuado.
¿Cómo han hecho para acercarse a una figura tan hermética como Balenciaga?
—Nosotros partimos de la idea que nos trajo Lourdes Iglesias, que fue con la que se comenzó a buscar financiación. Una vez que Disney+ dio el visto bueno, nos reunimos con Lourdes y lo primero que hicimos fue hacernos esa pregunta: ¿Cómo hablar del misterio Balenciaga y, al mismo tiempo, violarlo, por decirlo de alguna manera? En el momento que tú entras dentro de su figura, vas a ir en contra de algo que es esencial en su figura, que es ese hermetismo
¿Es, por lo tanto, una ficción especulativa?
—Sí, siempre hemos dicho que es una especie de suposición de lo que podía haber sido Cristóbal en función a los datos y la bibliografía que hay. También hay otros testimonios de gente que le conoció y, en ocasiones, algunos entran en conflicto o en contradicción con otros. Nos aferramos a su hermetismo y al porqué del mismo.
Plantean que Balenciaga era muy controlador.
—Es algo que se ve en el cierre de sus talleres. A diferencia de otras marcas que siguieron más allá de sus creadores, Balenciaga decidió acabar. Esta idea nos parecía sugerente desde el punto de vista de gente que se dedica a la creación. A nadie se le ocurre seguir firmando películas con el nombre de Hitchcock, algo que sí pasa con Channel o Dior. Balenciaga tenía mucho control sobre sus creaciones, sus empresas y su personal.
La serie aborda su homosexualidad y sus dos grandes amores: Wladzio Jaworowski D’Attainville y Ramón Esparza.
—Cuando Wladzio murió se dio como una especie de sustitución con Ramón. En ambos casos se tiende al eufemismo y se habla de sus estrechos colaboradores... cuando está claro que había una relación que iba más allá de lo profesional. Nos parecía muy interesante también mostrar las diferencias entre uno y otro.
De cualquier modo, por encima de todo, Balenciaga amaba la alta costura.
—Fue una persona completamente entregada a su trabajo. Nosotros lo hemos retratado, porque así nos ha llegado, como un hombre tan implicado en su trabajo, con una dedicación mística, que era difícil desligarlo de su figura. Nos gustaba preguntarnos dónde terminaba Cristóbal Balenciaga y empezaba la marca de la Maison Balenciaga. Para nosotros el cierre responde a la mentalidad de una persona que no concebía que el trabajo podía seguir adelante sin él.
También retratan a un Balenciaga equidistante que parecía no mojarse, por ejemplo, durante la ocupación francesa y el Gobierno de Vichy.
—En algún lugar llegué a leer que cuando le dieron la noticia de la liberación de Francia, acto seguido debió de decir: Venga, a trabajar. Realmente, él vivía por y para su trabajo. En ese sentido se habla de una persona apolítica y algunos le han achacado cierta tibieza por ello. La realidad es que jamás hubo ninguna declaración suya a favor de la ocupación, cosa que no se puede decir de otros diseñadores que, incluso, llegaron a colaborar con desfiles que organizaron los nazis en Vichy o donde fuese. Balenciaga siempre se mantuvo al margen.
Alberto San Juan interpreta a un Balenciaga muy contenido que tiene contadas explosiones de ira.
—Se oyen distintas versiones. Hay trabajadores que vivían con terror su llegada a los talleres, mientras que otros decían que era alguien muy noble. Posiblemente en una persona pueden convivir ambas. A nivel de guion era importante incluir esos momentos de explosión y de mostrar cómo era una persona que se escondía constantemente. Con Alberto había muchos retos. Por un lado, estaba la contención y la psicología del personaje, el perfeccionismo y el control. Hay otras capas también, la idiomática, la de la costura, la cuestión de la edad y cómo debía reflejar su envejecimiento. Puede resultar contradictorio con la cuestión del hermetismo, pero no deseábamos mostrar un Conde Drácula escondido en su castillo. Queríamos humanizar a Balenciaga.