El 10 de enero de 2024 se cumplirán cien años del nacimiento de Eduardo Chillida, uno de los artistas más universales e influyentes del siglo XX. Hace cien años, el 6 de mayo nacía también otro de los grandes artistas vascos, Néstor Basterretxea. El mundo de la cultura recordará el año que viene a estos dos grandes titanes del arte con exposiciones y diversos actos. Concretamente, tanto el Bellas Artes de Bilbao como Artium de Gasteiz les dedicarán sendas exposiciones, que se unirán también a los actos que ya viene celebrando Chillida-Leku este año para homenajear al artista donostiarra.
La obra de Chillida, artista universal, no necesita presentación. Su vida, salpicada de premios y reconocimientos, transcurrió la mayor parte del tiempo en su territorio natal. Pero no solo en nuestro entorno, porque sus piezas se pueden rastrear por todo el planeta. “Soy como un árbol, con las raíces en un país y las ramas abiertas al mundo”, solía decir el escultor. Sus inquietudes, sus preguntas por el espacio, la gravedad y el hueco, son los que dirigieron la obra de Eduardo Chillida lejos de la figuración. Él mismo se denominó “arquitecto del vacío”, capaz de hacer liviana la piedra, el granito o el hierro forjado.
El Bellas Artes de Bilbao acogerá durante el verano de 2024 una exposición en la que el historiador Javier González de Durana propondrá un cara a cara con sugerentes antologías formales entre Chillida y Ortega Muñoz, recordando que tuvo lugar la primera individual del pintor en el museo en 1957 y un año después Chillida ganaría el Gran Premio Internacional de Escultura en la Bienal de Venecia. Además, el Bellas Artes ha cedido temporalmente Lugar de Encuentro IV (1973), una de las esculturas más emblemáticas de su colección que podrá disfrutarse en Chillida Leku hasta que se complete la ampliación del museo bilbaino diseñada por Foster y Uriarte.
Artium recordará al artista donostiarra con una muestra titulada Chillida. Usos aplicados, que dará a conocer a partir del 15 de noviembre su faceta como ilustrador y creador de formas e iconos bidimensionales. Así, se podrá ver el universo expandido de siluetas chillidianas y se pondrá el acento en sus relaciones con el diseño gráfico, el cartelismo, las artes textiles, la cerámica y la joyería.
Basterretxea, innovador
Nestor Basterretxea fue coetáneo de Eduardo Chillida, aunque tampoco tuvieron una relación muy cercana. Ambos formaron parte del grupo Gaur, pero la rivalidad que durante décadas mantuvo enfrentados a Oteiza y a Chillida, les distanció. “El resto del grupo no tuvimos la habilidad de decirles que resolvieran entre ellos sus asuntos. Enseguida nos posicionamos. Ahora, con el tiempo, creo que no obramos bien, que teníamos que haber intervenido. Si alguien los hubiera metido en una habitación y les hubiera dicho que hasta que no se arreglasen no salieran de ahí, el grupo podría haber hecho grandes cosas. Fue una pena”, confesó Basterretxea en una entrevista con este periódico.
La amistad con Oteiza le acompañó toda su vida. Incluso la casa donde vivió, en su caserío en Hondarribia, se la buscó “para que Jorge se quedara en Gipuzkoa, pero prefirió irse a Iruñea”. Al final, se la quedó Basterretxea y en ella creó algunas de las obras más significativas de la escultura de la mitad del siglo XX.
Basterretxea fue uno de los más intensos, comprometidos e innovadores artistas vascos. Nació en Bermeo el 6 de mayo de 1924 y en 1936, debido al estallido de la Guerra Civil, se exilió con su familia a Iparralde y más tarde a París. Allí comenzó su andadura artística como pintor y dibujante. Pero en 1942, otra guerra, en este caso la II Guerra Mundial obligó a la familia Basterretxea a abandonar tierras francesas y cruzar el Atlántico hasta Buenos Aires donde residieron durante los próximos once años. Allí inició su carrera profesional en el terreno del dibujo publicitario.
En 1952 se casó y volvió a Euskal Herria. Animado por Jorge Oteiza se presentó al concurso para realizar los murales de la cripta del santuario de Arantzazu y ganó. Basterretxea pintó once frescos en la cripta y Oteiza hizo las esculturas exteriores. Su arte rupturista fue incomprensible para los franciscanos de la época, que borraron los frescos. El asunto pasó hasta por el Vaticano. Años después rehizo las pinturas, que hoy se pueden contemplar en el santuario.
Su trayectoria artística ha estado fuertemente ligada a la escultura, de entre cuyas obras destacan las series Estelas y Cosmogónica Vasca, la cual donó al Museo de Bellas Artes de Bilbao. “Un día al dibujar me di cuenta de que la línea rompe el plano y decidí hacer físicamente eso, cogí una hojalata y corté. Y ahí nació para mí la escultura. Jorge tenía 15 años más que yo y ya era Oteiza. A él le gustó”, explicó Basterretxea en una entrevista a este periódico.
El Bellas Artes de Bilbao arrancará su programación artística este año, el 24 de enero, con la muestra Nestor Basterretxea. Diseño y arquitectura, que se centrará en los proyectos y realizaciones del artista bemeotarra a partir de los años 50. Comisariada por Pedro Feduchi, Pedro Reuela y Peio Aguirre, reunirá collages arquitectónicos, piezas de diseño industrial y gráfico, mobiliario, la memoria documental de la casa-taller de Irun construida junto con Oteiza y Vallet, volumetrías arquitectónicas de carácter utópico en papel, maquetas de arquitectura y urbanismo, fotografías... En total más de 150 piezas del polifacético artista vasco, a quien le interesó la escultura, la arquitectura, pero también el grabado, la fotografía y el cine.
Precisamente, el Museo Artium de Gasteiz explorará a partir del 10 de mayo su legado en el campo de la cinematografía, tras recibir la donación del archivo del artista por parte de su familia. En la exposición se podrán ver reconocidas películas como la experimental Operación H, así como proyectos que quedaron incompletos o que nunca se llevaron a cabo.
También se presentará la catalogación de más de 5.000 documentos suyos, que incluyen correspondencia, manuscritos, dibujos y bocetos, folletos, fotografías y planos de distintos proyectos.