¿Hasta dónde llega el poder de las hormonas? ¿Influyen de forma decisiva en la pulsión creativa femenina? Estas preguntas han sido el motor del libro Todas esas chicas de zapatos rojos (Huso Editorial), que pone el cuerpo de la mujer en el centro del debate y de la creación. La autora, guionista y cineasta navarra Julia Montejo entrevistó a 39 conocidas escritoras en busca de los patrones en los que la creatividad de las mujeres se dispara, y los encontró en las “revoluciones hormonales”.

Dedicar un ensayo a las hormonas femeninas, que han ocupado un lugar marginado, que han estado invisibilizadas o mal consideradas, es algo revolucionario.

—Totalmente. Cuando empiezas a preguntarte, ves que hay poca literatura y un desprecio histórico generalizado desde el mundo intelectual hacia el cuerpo femenino, y a la vez, como creadora, siempre he sentido que la manera que tengo de enfrentarme a lo artístico, y en realidad a la vida, va evolucionando a lo largo del mes, y que alguna relación hormonal hay. Me acordaba de que mi madre me decía: ay, hoy no hay quien te aguante, ¿te va a bajar la regla? Y lo mucho que me enfadaba. Pero es verdad, estaba más irritable, o más sensible, y esa sensibilidad especial ayuda y estimula a la pulsión creativa. Me pareció interesante trabajar desde ese lugar, que no se ha considerado desde un punto de vista intelectual.

Por lo que ha investigado, ¿hasta qué punto influyen las hormonas en la pulsión creativa de las mujeres?

—A ver, es un asunto complejo. No se puede decir que somos más creativas porque tenemos estrógenos, no es exactamente eso. Sí que sentimos a través de nuestro cuerpo. Hoy la neurociencia explica que el cerebro y el cuerpo no están separados, que el cerebro se desarrolla para proteger de una manera eficiente el cuerpo, como una extensión. La separación entre cerebro y cuerpo es artificial, es sostenida por las ideas y las palabras y ahora mismo está en proceso de descomposición desde la ciencia, pero todavía no tanto desde el arte y la cultura. Es difícil para cualquier persona que escribe o que hace arte pensar que su cuerpo puede tener algo que ver con su proceso creativo. Todavía es algo difícil de aceptar. Que no es lo mismo tener un cuerpo joven y sin heridas que ser una persona mayor y levantarte con achaques y una experiencia de vida que ya se ha imprimido en tu cuerpo. Entonces, ¿las hormonas influyen? Claro que influyen.

Sobre todo en ciertos momentos claves de la mujer.

—Sí, la adolescencia, los embarazos y abortos si los hay, y sobre todo, el climaterio y la entrada en la menopausia, momentos donde el cuerpo experimenta unos picos hormonales muy grandes y que pueden llegar a ser muy desequilibradores, y claro, eso tiene una influencia en la creación. Pero no solo son las hormonas en sí, es que las hormonas nos dan a las mujeres una fisiología determinada, y ese cuerpo que tenemos se enfrenta al mundo de una manera que no tiene nada que ver con la de los hombres. De ahí el subtítulo de mi ensayo, Sexo, género y creatividad. Como mujeres, nuestra fisiología hace que la pulsión creativa esté atravesada por el género.

¿Quiénes son todas esas chicas de zapatos rojos?

—Son todas esas chicas creativas, con ganas de vivir y de que no las encasillen, de salirse de esos moldes y roles de género, y que están dispuestas a quedarse en los márgenes y a quedar marcadas si con ello consiguen ser libres para poder desarrollarse como les parezca. El título alude a un verso de Anne Sexton, una escritora que es muy importante en mi obra y fue un punto de partida, al igual de Pizarnik, Sylvia Plath, Virginia Woolf, Safo, y tantas mujeres que se suicidaron; mujeres que sintieron la pulsión creativa y terminaron sus vidas de esa manera, y eso es algo que tiene que ver sobre todo con el tema del género, no con el sexo. Con las condiciones que les tocaron vivir, la frustración, la incapacidad para desarrollarse en igualdad de condiciones.

Las mujeres leemos más, compramos más libros, empleamos más la escritura como herramienta de terapia, nos contamos más historias unas a otras… ¿Tenemos una mayor necesidad de entendernos porque desde que nacimos lo hemos tenido más complicado?

—Yo creo que el hecho de ser mujer es un condicionante tremendo para estar interesada en todo lo creativo. Porque al final lo creativo es comunicación, y es una comunicación que aspira a que recuperemos de alguna forma el control, el equilibrio. Y las mujeres, más allá del tema hormonal, tenemos muchas heridas en nuestro cuerpo que tienen que ver con la frustración. Sufrimos mucho más acoso, mucho más ninguneo, estamos mucho más aisladas, tenemos muchas menos posibilidades y muchas más dificultades para encontrar nuestro lugar en el mundo, muchas veces nos sentimos objetos, ciudadanas de segunda... Y todo eso va haciendo que necesitemos de alguna forma encontrar respuestas, buscar el equilibrio. La escritura tiene una función terapéutica y de búsqueda de comunicación; el arte nos saca de nuestro aislamiento, nos demuestra que hay otras personas que sienten lo que nosotras. Y eso nos hace sentirnos bien. Y esa es una razón muy importante por la que las mujeres hoy estamos ávidas de leer, de ir a exposiciones, de escuchar... En el libro digo que cuando te fijas en los pequeños detalles que nos rodean, como la decoración de las casas, la manera que tenemos de vestirnos, de preocuparnos por que los cuadros estén bien colgados en la pared, las flores que compramos, la comida que hacemos, porque cocinar es una forma creativa de demostrar amor a los nuestros... Este tipo de cosas, en general, las hacen las mujeres. Históricamente han sido las únicas manera que han tenido las mujeres de encontrar un sentido para su vida, de crear un espacio de orden, de armonía, de belleza, y eso les ha ayudado a vivir un poco mejor.

Aunque a veces se sostiene que, para avanzar, la mujer tiene que dejar esa feminidad de lado y parecerse al hombre, adoptar sus roles.

—Es que ahora estamos atravesando un momento muy interesante, y lo reflejo en el libro. En las entrevistas que he hecho a las 39 escritoras, se ve es que hay un grupo de mujeres de más de 55 años que son herederas de las corrientes feministas de la segunda ola, de Simone de Beauvoir, para quien la mujer era más mujer cuando ya alcanzaba la menopausia, cuando las hormonas y este tipo de cosas femeninas se quedaban fuera de juego. Y eso ha marcado un camino para las mujeres que luchaban por su independencia y les ha hecho actuar de una manera masculina: para estar en el mundo había que estar como un hombre. Y ahora estamos en otro lugar que no tiene nada que ver, que está muy alejado de los esencialismos, que tiene mucho más que ver con que cada cuerpo es distinto. Ahora estamos en un momento mejor para darnos cuenta de que la sociedad va a avanzar, y vamos a encontrar nuestro lugar en ella, no adoptando los modos y conductas heteropatriacarles y masculinos, sino encontrando modos nuevos de relacionarnos entre nosotras y llevarlos a la esfera pública.

Maternidad y gestación son ciclos de especial florecimiento de la creatividad, pero en que no se favorece para nada la productividad femenina ni la conciliación...

—Claro, eso es. Ahora sí podemos encontrar mujeres escritoras que a los veintitantos están publicando, pero históricamente las mujeres empezaban a desarrollar su carrera mucho más tarde, por las cargas familiares: hemos sido responsables de nuestro hijos, luego del cuidado de los mayores... Cuando ves las carreras de los hombres, su momento culmen está entre los 40 y los 50, y las escritoras tienen carreras muy largas y muy longevas que se hacen mucho más productivas a partir de los 50 años, y claro que eso está totalmente cruzado por el tema del género. Hay un libro muy interesante, Maternidad y creación, en que escritoras muy conocidas, como Alice Munro, Ursula K. Le Guin, hablan de cómo han experimentado la maternidad y cómo sentían en esa época una pulsión tremenda por escribir, pero a la vez se sentían frustradísimas porque no eran capaces de sacar el tiempo para ello.

Creamos a partir de nuestro cuerpo, dice en el libro. Y para la mujer históricamente el cuerpo ha sido un obstáculo… Los procesos naturales del cuerpo femenino, y las emociones que esos procesos conllevan, se han ocultado, han sido objeto de burla, se han llamado histeria o se han asociado con algo sucio.

—Sí, sí, totalmente. Es que claro, la mujer ha sido cuerpo, ha sido objeto. Yo hoy sigo sorprendiéndome de que tengamos exposiciones colectivas, como ahora Maestras; fenomenal, pero ellos tienen un lugar y tienen una exposición completa, nosotras tenemos una exposición colectiva. No queremos estar en las estanterías de las bibliotecas y de las librerías en literatura femenina, queremos estar en las estanterías de literatura. Entonces, claro, si el cuerpo ha sido el obstáculo, es normal que las propias escritoras lo hayan negado. De hecho ha sido un lugar muy conflictivo para el feminismo. ¿Quién quiere reivindicar un cuerpo que es el que nos ha dejado aparte, nos ha hecho ser ciudadanas de segunda, nos ha metido en las secciones de mujeres? Esto es algo que compartimos con escritores homosexuales, Truman Capote no quería estar en la sección de escritores gays. Y lo mismo les pasa a los escritores de raza negra o a cualquiera que no encaja en el canon heteropatriarcal.

En su libro también dice que vivimos un momento único en cuanto a la comprensión del cuerpo.

—Sí, la ciencia y la filosofía nos están demostrando que en realidad el mundo avanza sobre todo a través de las emociones, más que a través del lenguaje. Nos inventamos leyes cuando sabemos que si robamos al vecino o le matamos, nosotros mismos vamos a estar más inseguros y vamos a tener miedo. Las emociones han sido lo que en realidad ha guiado la construcción de las normas sociales. El sentir miedo, el sentir amor, la avaricia, la lujuria... Esas emociones que han sido tan despreciadas porque venían a través del cuerpo, ahora mismo están siendo reivindicadas como el lugar desde el que conocemos y aprendemos el mundo. Es imposible ignorarlas, y por supuesto, son vitales para la creación.

Hemos superado esas épocas en que las mujeres o no escribían o si lo hacían se suicidaban… Las mujeres escriben y hace tiempo que reivindican y cuentan sus relatos, ¿pero siguen sin leerles los hombres?

—Pues sí. Siri Hustvedt dice que cuando lees un libro, de alguna manera tienes que dejarte llevar por la voz del autor o la autora, y yo creo que a muchos hombres todavía eso les cuesta, dejarse guiar por una voz femenina. Eso explica el estado actual de la sociedad con respecto a la percepción del lugar que ocupa la mujer en él.