Sorprende que a pesar de ser de Bilbao, mi abuelo, Alcalá Galiano y Vildósola, no era muy conocido”, asegura contundente Begoña Alcalá Galiano Ferrer, licenciada y DEA en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Deusto. Cuenta la nieta del pintor que cuando iba a acabar la carrera pensó en hacer la tesis sobre su abuelo: “La idea se frustró pero siempre me quedé con ganas de seguir adelante con esa investigación", que ahora se ha fructificado en un libro a modo de catálogo razonado de la obra del artista. “Al haber muerto tan joven, nadie le conocía en mi familia así que esta publicación era una manera de acercarnos a él y a sus obras”, asegura esta historiadora.

El libro, en el que se catalogan 341 obras, “aunque estoy segura de que hay muchas más”, ha sido presentado esta mañana en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, al que Álvaro Alcalá-Galiano donó el cuadro Mal tiempo. Holanda, que se encuentra cedido al Itsasmuseum Bilbao en el marco del programa La Obra Invitada hasta el próximo mes de enero. El acto ha contado también con la presencia de Ignacio Marco-Gardoqui, conocedor en profundidad de la obra del artista.

Los territorios del pintor

Su nieta realiza en el catálogo un recorrido por los territorios que el artista pisó a lo largo de su vida. Álvaro Alcalá-Galiano es, quizás, una figura menos conocida con respecto al resto de la generación de artistas vascos, pero tuvo un movimiento audaz a principios del siglo XX solo equiparable al que había hecho de manera interna Zuloaga a finales de la década de 1890 de acercarse a los pueblos, pero en su caso a los de Europa. La juventud del artista transcurrió en Bilbao, donde recibió clases de su primer maestro, Adolfo Guiard, el introductor del impresionismo en el País Vasco, que tras pasar por Barcelona y París se estableció en Bilbao, abriendo un taller en la calle Correo. El progreso en sus estudios artísticos hace que su familia decida que los amplíe en Madrid, comenzando su formación como discípulo de Jiménez Aranda primero, cuando el artista contaba con 18 años de edad, aprendiendo el vigor y la escrupulosidad del dibujo, y posteriormente bajo la tutela de Joaquín Sorolla ,con el que descubrió el color impetuoso y se enamoró del arte al aire libre.

La primera vez que Alcalá-Galiano expuso fue a los veintiún años, en 1894 en el Salón que el Círculo de Bellas Artes tenía entonces en la calle de la Libertad.  

Álvaro Alcalá Galiano inició en 1900 un viaje artístico por Bretaña y Holanda “a la búsqueda de nuevos motivos”. Durante esa época se inició también en la pintura decorativa en edificios institucionales como el Palacio de la Diputación de Bizkaia (1905), donde recibió el encargo de pintar los techos del salón del Trono y del salón de la Comisión provincial; el Palacio de Justicia (1924) y el Ministerio de Marina (1926-1928), en Madrid. Alternó esta actividad con diversas muestras por Europa y Sudamérica, llegando a convertirse en uno de los pintores vascos más relevantes del momento. Murió ejecutado en Madrid durante la Guerra Civil muy joven, por lo que no pudo desarrollar totalmente su pintura. Al final de su vida empezó a cambiar de estilos, pero en ese momento le segaron la vida”.

Pintor de marinas

“Mi abuelo fue un pintor ecléctico, porque pintaba de muchos estilos diferentes, pero sobre todo fue un pintor de marinas. Le emocionaba el mar, Holanda y Bretaña fueron para él unos puntos de inflexión, unos momentos de gran creatividad artística para él”, explica su nieta, Begoña Alcalá-Galiano.

Confiesa que le encantaría que a raíz de la publicación de este libro, “en Bilbao se realice una exposición sobre él, ya que desgraciadamente, ha sido el gran desconocido de la pintura del siglo XIX y XX, que fue amigo de Zuloaga, que pintó con Guinea...Y si esa exposición es en el Bellas Artes, mucho mejor”.