Rodeada de los suyos y con acento local, Castillo Suárez García (Altsasu, 1976), ingresó ayer de forma oficial como académica de número de Euskaltzaindia en su pueblo en un acto protocolario a la vez que emotivo. El nombramiento fue en septiembre del pasado año por mayoría absoluta, tal como establece el reglamento. Ayer, de acuerdo con lo que disponen las normas internas de la Real Academia de la Lengua Vasca, era el momento de leer el discurso de ingreso.

Con el título Botánica del amor, la escritora realizó un recorrido por 15 plantas, tantas como los libros de la poesía vasca contemporánea que han influido en su vida y en su escritura, que hilvanó con reflexiones personales, contradicciones vitales y poemas propios. Así, durante su intervención aparecieron poemas de José Luis Otamendi, Harkaitz Cano, Jon Gerediaga, Igor Estakona, Ricardo Estankona, Rikardo Arregi Díaz de Heredia, Miren Agur Meabe, Leire Bilbao, Amaia Lasa y Bernardo Atxaga, que contextualizó con sus vivencias a través de un herbolario; un discurso que defendió la poesía y que dejaba ver las característica de su poética, como la valentía para escribir, la conciencia política, la memoria, la lexicografía o el deseo de subsistencia.

Pero antes tuvo unas palabras para su madre y su padre, que le transmitieron su amor por el euskera y los libros, y para Sagrario Aleman, académica que propuso su candidatura y con quien sus padres estudiaron esta lengua. En su discurso también habló de la Ley del Euskera, al tiempo que reivindicó la oficialidad de esta lengua en toda Nafarroa.

Réplica

Miren Agur Meabe le respondió con un discurso epistolar, Siete cartas a la botánica del amor, planteado como una reflexión íntima sobre la poética y la estética, haciendo referencia a algunos de los temas de la poeta navarra, como son la pérdida, la soledad, el amor, el dolor, el trabajo o la resistencia, que relacionó con pasajes de escritores y escritoras de todo el mundo, y en especial de Emily Dickinson.

El acto, amenizado por el trío musical Sahatsa eta Pi y Juantxo Zeberio, continuó con el juramento del cargo, entrega de la medalla, diploma y distintivo de la Academia. Además, el Ayuntamiento le obsequió con una makila de Santa Águeda. “Es un honor ser el anfitrión de un acto tan importante y simbólico. Tener una académica de Altsasu en Euskaltzaindia es motivo de orgullo para todos los y las altsasuarras”, señaló el alcalde, Javier Ollo. Lo cierto que fue un día que pasará a la historia de Altsasu, la primera académica de la villa. Así, la ceremonia de ingreso tuvo numerosos guiños a la idiosincrasia de este pueblo, que estuvo a punto de perder el euskera pero que mantuvo otras señas de identidad. Así, el espacio cubierto de la explanada Iortia, recién finalizado, estaba adornado de helechos, al igual que se hace la noche de San Juan en busca de protección y buena suerte. A su salida le esperaba un zor- tziko, al que le invitó a bailar Unai Hualde, presidente del Parlamento de Navarra.