Hoy, 19 de abril, se cumplen 52 años de la publicación de L.A. Woman, uno de los discos más importantes de la historia del rock y, sin duda, el álbum referencial de la corta pero intensa vida de The Doors, el grupo liderado por Jim Morrison. A caballo entre el rock y el blues, sus canciones, entre las que destacaban su tema homónimo y el mítico Riders on the Storm, cerraron la puerta de una banda que asistió pocas semanas después al fallecimiento en París de Morrison, a sus 27 años.

L.A. Woman fue el sexto y último álbum de estudio de The Doors, banda icónica de los años 60, referente de un tiempo marcado por la experimentación musical y psicotrópica que ellos derivaron en poco más de un lustro hacia la provocación, la poesía, la percepción interior, el sexo, el teatro… Resultó el epitafio de un grupo irrepetible que, en la época del despuntar del rock como modo de vida e instrumento social y hasta político, basó la mayoría de su repertorio en el binomio voz y teclados.

La voz –y las letras, los desfases y la magnética presencia escénica– fue cosa de su líder, el sexual Jim Morrison, y los teclados de aquel gafas con pinta de profesor universitario fumado que respondía al nombre de Ray Manzarek, cuyo estilo provenía de sus raíces clásicas. El cuarteto se completó con el guitarrista Robby Krieger y el batería John Densmore. En el caso de L.A. Woman contaron para su grabación con el bajista Jerry Schell y el guitarrista rítmico Marc Benno. Optaron por no acudir a ningún estudio de grabación profesional y acabó registrándose en el local de ensayo de The Doors.

El álbum consolidó la ascendencia blues de la banda de sus discos previos, especialmente de su anterior Morrison Hotel, y se grabó en apenas una semana a pesar de la tensión que dominaba ya las relaciones deterioradas de sus integrantes. Curiosamente, el productor de todos sus trabajos previos, Paul A. Rothchild, se negó a trabajar en él tras su grabación, lo que obligó a la banda a ocuparse del trabajo técnico junto al ingeniero de sonido Bruce Botnick.

Un clásico

Entre noviembre de 1970 y enero de 1971 The Doors grabaron una decena de canciones que forman ya parte de la historia de la música popular. L,A. Woman es un disco más de blues que de rock, como demuestran canciones de riffs eléctricos y pesados como Been Down so Long, donde se luce Krieger doblando sus guitarras en el estéreo, la versión de Crawling King Snake de John Lee Hooker o ese lento y perezoso Cars Hiss by My Window, en el que Morrison le canta a una chica que se encuentra a su lado, pero “fuera de alcance”. La apertura con The Changeling rezuma también blues aunque tamizado por una sección rítmica y un teclado de sonido negroide y funky.

El álbum, que tiene en L´America su faz experimental y psicodélica, en Hyacinth House su bonito y melódico momento casi pop y en el inolvidable Love Her Madly su pasaje más rock y alegre, es considerado una obra maestra gracias a dos de sus canciones: la que le da título y Riders on the Storm, ambas de casi ocho minutos y que muestran al grupo en su esplendor artístico. La primera es un blues rock que usa a las mujeres, “ángeles perdidos de los bungalows de Hollywood”, y a Los Ángeles, “la ciudad de la luz y la noche”, como metáforas de la soledad en un paisaje en el que se cuelan polis, bares de topless, moteles, asesinatos y locura.

En el caso de Riders on the Storm, con su sonido de lluvia y la introducción onírica de Manzarek con su Fender Rhodes, está basada en un clásico country llamado Ghost riders in the Sky, e incorpora una guitarra trémolo y la voz seductora de Morrison, que propone el amor como método para acabar con su nihilismo existencial. Después de grabarla, el vocalista, pasado de kilos y con la voz ya algo ajada, huyó con su novia hacia París, donde tres meses después, el 3 de julio de 1971, falleció en circunstancias más que extrañas –oficialmente de un ataque al corazón– cuando solo contaba con 27 años. Y la puerta de The Doors se cerró. Al menos, lo hicieron tras entregar esta obra maestra.