Michael Olivera, cubano residente en Madrid desde hace más de una década, es, con sus composiciones y desde su batería, el líder indiscutible de The Cuban Jazz Syndicate, una banda de estrellas del latin–jazz que este martes actuará en Bilbao, en el Arriaga, a las 19.00 horas, en el marco del BJC Arriagan, impulsado por el teatro y Bilbaína Jazz Club, con entradas a 21 euros. “Rescatamos el legado del latin-jazz, de Paquito D´Rivera, Chucho Valdés y Tito Puente”, explica a DEIA.

Olivera nació en Santa Clara, en “el centro de Cuba” aunque resida en Madrid desde hace más de una década. En su isla estudió en la escuela de música local y luego en la Escuela Nacional de Música de La Habana. Allí comenzó su carrera profesional a los 20 años, tocando con gente de su generación en el grupo Síntesis, “de gran importancia porque fundía lo afrocubano con soul y jazz”, explica el batería y percusionista.

“Siempre he estado ligado a la música, lo que es una bendición. Lo de la percusión fue una casualidad, ya que quería tocar el saxofón”, explica el músico, que asegura que “bailar y tener sabrosura y gozadera es casi una obligación” en su país, y que defiende con pasión “la mezcla de la música afrocubana y española” que practica. “Se juntaron dos potencias rítmicas y melódicas africanas y europeas que enriquecieron y dieron una fuerza musical muy grande a la isla; y desde hace muchos años. Es increíble la importancia de un país chiquitito como el nuestro en la música, del jazz a lo popular o la música clásica”, justifica.

Jazz latino

Olivera, estrechamente ligado a la escena jazzística pero con un espíritu abierto tras compartir batería con Quincy Jones, Alfredo Rodríguez Trío, Richard Bona, Jorge Pardo, Paquito de Rivera, Pepe Rivero, Caramelo de Cuba, Rick Wakeman (Yes) o Tomatito, editó los discos Ahé y Oasis antes de Llegó la luz, el álbum publicado con Cuban Jazz Syndicate, que apuesta por la fusión del jazz con los sonidos afrolatinos y “el rescate del legado de Paquito D´Rivera, Tito Puente, Chucho Valdés y otros de esos músicos”, responde.

Olivera, que reconoce la influencia de baterías míticos como Max Roach, Art Blakey, Elvin Jones o Roy Haynes, explica que su estilo interpretativo “es muy melódico, ya que busca la musicalidad de la melodía aunque también tengo ritmo”. Se aprecia en un repertorio que se zambulle en boleros, danzones y cha cha chás. “Hacemos una buena mezcla de colores y sabores. Esa mi intención para el disco, tocar muchos palos del latin–jazz cubano y traerlos al presente”, prosigue.

“El objetivo es que la gente vaya a vernos, ya que cada concierto es un hecho único, nunca será igual. Lo damos todo y buscamos que la gente disfrute, pase un buen momento y baile”, prosigue el líder de un grupo que se completa con Pepe Rivero (piano), Miryam Latrece (voz), Carlos Sarduy (trompeta), Yarel Hernández (Bajo eléctrico) y Ariel Bringuez (Saxo tenor). “Es una suerte que me acompañen estas estrellas. Forman un grupo de ensueño que, además, es como una familia que hace la música que le gusta”, concluye el batería.