El Ayuntamiento de Bilbao engrandecerá su patrimonio artístico municipal con la incorporación de dos paneles de azulejos obra del afamado ceramista Daniel Zuloaga tras la donación de ambas piezas por parte de la firma inmobiliaria Inbisa. El regalo es consecuencia del próximo derribo del edificio donde se encontraban hasta ayer mismo ambas obras de arte, en concreto en el portal del número 48 de la calle Hurtado de Amézaga, inmueble comprado por la promotora para levantar un nuevo complejo residencial.

‘EL BAILE DE SAN ANTONIO DE LA FLORIDA’. Este cartón para tapiz fue ideado para ser colgado en uno de los muros del comedor de los príncipes de Asturias (Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma) en el Palacio de El Pardo. Pertenece a una serie de una decena de tapices sobre temática campestre pintados por Goya. Representa una escena popular de majos y majas bailando seguidillas a orillas del río Manzanares. Al fondo puede observarse la villa de Madrid, concretamente con el referente de la iglesia de San Francisco el Grande. Ayuntamiento de Bilbao

Se trata de dos grandes piezas que durante más de un siglo han deleitado a vecinos y visitantes del portal del edificio construido en 1919, obra del arquitecto Mario Camiña y del decorador Bedia, quien asumió la ornamentación interior del edificio. Se titulan El Cacharrero y El baile de San Antonio de la Florida y corresponden a la última etapa creativa del autor, ya que fueron finalizados dos años antes de su fallecimiento. Tienen unas medidas de tamaño hermoso; en concreto de 2 metros de alto por 3,5 de ancho y 2 por 2,40, respectivamente, y ambos están compuestos con azulejos de 15 por 15 centímetros, en concreto un total de 533 piezas.

Los murales están basados en sendas escenas pintadas por el genial Francisco de Goya, ya que Zuloaga era un profundo admirador del artista aragonés de Fuendetodos. En su perímetro tienen dispuesta una hilera de azulejos decorados con motivos circulares en distintos tonos azules y blanco a modo de orla que enmarca las composiciones.

Debajo de los murales se podía observar un rodapié de mármol de Ereño acorde con la estética general del portal de la finca. Ambas piezas están firmadas por el ceramista con pasta blanca en uno de sus extremos inferiores.

Ante la propuesta de donación de la promotora, ya que el Plan General de Ordenación Urbana requiere su conservación aunque ni edificio ni murales estén declarados Bienes de Interés Cultural, el Ayuntamiento encargó a BilbaoArte un estudio de los paneles artísticos. El informe destaca el buen estado en que se encontraban a pesar de sumar más de un siglo de antigüedad. Esto es debido a su ubicación en un recinto interior alejado de cambios bruscos de temperatura y de los distintos agentes climatológicos.

Sin patologías graves

El hecho de que solo unos pocos conocieran la existencia de estas obras ha favorecido también la ausencia de patologías habituales en este tipo de material como craqueladuras, desprendimientos, abarquillados o repintes. En el examen previo tan solo se descubrieron ligeras fisuras en ocho azulejos y roturas en otros dos de la cenefa situada entre la puerta del portal y la de uno de los locales comerciales. “Esta rotura es reversible y no afecta a la estética ni al estado de conservación de los murales”, se indica en el informe de BilbaoArte. Para poner en valor estas obras artísticas hay que situarnos en las primeras décadas del pasado siglo cuando Bilbao protagonizaba un desarrollo económico y urbanístico sin precedentes y donde muchos arquitectos coqueteaban con la llamada arquitectura polícroma que favorecía la presencia de cerámica tanto en el interior como en las fachadas de sus inmuebles.

El informe técnico de BilbaoArte no recoge el coste que supusieron estas dos obras para el promotor inmobiliario de entonces, pero seguro que fue un importante desembolso económico ya que son dos elementos cerámicos de grandes dimensiones firmados por un artista famoso y cotizado en su época.

De hecho, el ceramista era muy exquisito con todos sus trabajos en una tradición que provenía de su formación en la fábrica de porcelana de Sevres, cerca de París. Llegaba a un nivel en el que numeraba cada uno de los azulejos y enviaba instrucciones precisas a sus clientes sobre cómo debían instalarlos en la ubicación adecuada. Posteriormente realizaba visitas a los murales para comprobar si la colocación se había realizado correctamente y según sus instrucciones.

El artista también ha dejado su impronta en otros lugares de la villa. Es el autor de otros dos paneles cerámicos también en un portal, el de la calle Gardoqui nº 11, de diferente tamaño y anchura que se corresponden con los dos tramos en los que está dividido el vestíbulo. Datan de 1902 y responden a un momento en la trayectoria del artista caracterizado por las corrientes modernista, realista y regionalista.

Asimismo, en su legado a la villa destacan la cerámica presente en la fachada principal de la estación de ferrocarril de Bilbao a Santander, en la calle Bailén; los revestimientos exteriores de la cercana sede de la Sociedad Bilbaína, otros en el Teatro Campos Elíseos y algunas cerámicas en el cementerio de Vista Alegre de Derio.

El apunte

A la espera de ubicación. De momento, desde el Consistorio no tienen una decisión tomada sobre cuál puede ser el futuro de ambas piezas que van a engrandecer el patrimonio artístico municipal. La razón es que en la actualidad el fondo público local de obras de arte carece de este tipo de piezas y tampoco que estén firmadas por el afamado especialista cerámico de principios del siglo XX.