“Estamos con más ganas e ilusión que nunca”, explica Manuel Quijano en esta entrevista. El vocalista defiende que “vivir de cantar es un privilegio, algo muy bonito; ahora somos más conscientes de ello y de que lograrlo cuesta mucho”.

Están embarcados en una gira en la que estarán recuperando viejas sensaciones ¿no?.

-Sí, llevamos como unos 20 conciertos desde enero, no hemos parado. El disco, que salió en febrero, está añadiendo nuevas fechas a la gira y todo tiene muy buena pinta. Y si no piensas demasiado, se te puede olvidar la pandemia. Lo único que marca el momento es la mascarilla, signo inequívoco de que algo ha cambiado. Estoy seguro que el 80% de la gente la seguirá llevando en interiores. Hay cierta fobia a coger el Covid.

En estos conciertos presentan el último disco, pero sin olvidar sus múltiples éxitos.

-Del último hacemos 5 canciones, el resto son temas de nuestros 24 años de carrera. El actual es nuestro mejor concierto, el más completo y enérgico aunque empezamos con una parte acústica centrada en los boleros. Están todos los éxitos, desde La Lola. A quien le guste nuestra música lo va a disfrutar.

Recrear el último disco y alguno anterior implica llevar una banda potente. ¿Quiénes les acompañan?.

-Es un grupo potente y alucinante. Somos 8 en escena, con batería, percusión, teclados, guitarra y un trompetista, Fernandito Hurtado.

Los metales son obligados en sus conciertos, claro.

-Son muy importantes, una seña de identidad propia. Incorporan arreglos entre la música más latina y las Big Bands de Estados Unidos

Dicen que el último disco, ‘Manhattan’ es la segunda parte de ‘La taberna del Buda’ ¿En qué se parecen y diferencian?

-Les diferencian dos décadas, que no es poco. Es la actualización a 2022 de un sonido que nos marcó la pauta hace tiempo. Queríamos celebrar el aniversario llevando esos arreglos a la actualidad, componer de la misma manera, con una temática y arreglos similares, parecida instrumentación...

Incluso llegaron a contar con muchos de los mismos músicos ¿no?

-Sí, regresamos a grabar a Los Ángeles con algunos de ellos, como el guitarrista Michael Landau y ‘Vinnie’ Colaiuta, están en los créditos de cientos de los discos más importantes de la música pop de las últimas tres décadas. Han trabajado con Earth, Wind & Fire, Chicago, Whitney Houston, Celine Dion, Michael Jackson… Es gente que clavan lo que les pides pero, además, tienen una gran creatividad y pueden probar cosas diferentes e improvisar.

El último disco se titula ‘Manhattan’, pero se grabó en L. A. Curioso ¿no?

-Me fui con 22 años a Estados Unidos y muchos fines de semana me escapaba a Nueva York. Me hice con una pandilla de amigos...

Vaya peligro ¿no?

-No era tan peligroso entonces como ahora (risas). Era todo muy novedoso hace 30 años para mí. Ahora está todo al alcance, incluso antes de bajar del avión. Cada esquina nos recuerda a películas, discos, series, fotografías, libros… Y allí, la canción que da título al disco recuerda una de las fiestas que disfruté en Manhattan, con el pintor Domingo Zapata. La cuento de manera algo dulcificada (risas). Luego me junté allí con mis hermanos tiempo después; de ahí surgió el título.

¿Qué hay de autobiográfico en sus temas, que son como películas ¿Son realmente tan canallas?

-Das en el clavo al aludir a la recreación casi cinematográfica de las canciones. No somos los protagonistas de todas ellas, solo de algunas; si así fuera, no lo estaríamos contando hoy. Nos ponemos en la piel de gente que tenemos al lado o ha vivido esas historias. Somos como actores que interpretan un papel. No somos tan golfos ni hemos vivido tanto como nuestras canciones (risas).

¿Qué les une a los boleros, que nunca faltan en sus discos aunque su música tiene cierto aire rockero? Tienen poco que ver con Los Panchos o Armando Manzanero.

-Es cierto, nosotros vamos de un lado a otro. Aprendimos los boleros de críos por nuestro padre, que es profesor de música. Y así empezamos, aprendimos a tocar la guitarra con ellos. Y los amamos, no falta alguno en ninguno de nuestros discos, incluido este último, que incluye uno precioso, en clave jazz y con el piano de Iván Melón, que es co-productor de Manhattan y acaba de recibir el Grammy Latino a mejor álbum de jazz. Es un grande de la música.

Si los boleros son incombustibles, Café Quijano empieza a serlo. ¿Puede que sea por sus voces y armonías?

-Es otro de nuestros signos identificables, para bien o para mal. Al oír cualquiera de nuestras canciones, se nos identifica muy rápido. Nuestra voces son el instrumento más identificativo, tienes razón, además del sonido de las guitarras, los metales, la sonoridad latina...

Y el jazz, algo de tex-mex y unos arreglos que remiten a Cuba.

-Sí, nos gusta el tumbaito cubano, con ese trío de contrabajo, percusión y piano.

¿Tres es más que uno?

-Yo publiqué dos discos en solitario, y cada uno hizo lo que le apetecía en un momento, pero Café Quijano somos tres; siempre lo seremos.

Con su último disco han sido n.º 1. Su pop latino, de raíces clásicas, es capaz de competir con el reggetón.

-Y nos sentimos orgullosos de ello. Ya hace 20 años fuimos nº 1 y nos sirve de estímulo. Yo no abomino de los nuevos sonidos para no faltar al respeto a quien los oye. No nos resulta ajeno y hay de todo, bueno y malo.