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Juan de Echevarría, el ingeniero que lo dejó todo para dedicarse a la pintura

Una exposición y el catálogo razonado de su obra realizado por su sobrina nieta, Verónica Mendieta, recuerda en el Bellas Artes a uno de los más reconocidos artistas vascos

Juan de Echevarría, el ingeniero que lo dejó todo para dedicarse a la pinturaJosé Mari Martínez

El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha reunido en una sala una selección de diez de las treces obras que posee de Juan de Echevarría, uno de los artistas más importantes del panorama artístico español anterior a la Guerra Civil. Junto a la exposición, se ha presentado el catálogo razonado de su obra, realizado por su sobrina nieta, Verónica Mendieta, investigadora que ha empleado más de dos décadas para elaborar la publicación de este pintor, que abandonó una prometedora vida de industrial para dedicarse a la pintura y situarse a la vanguardia del arte en España en las primeras décadas del siglo XX.

Juan de Echevarría Zuricalday (Bilbao, 1875-Madrid, 1931), estaba predestinado a seguir los pasos de su padre, Federico de Echevarría, quien participó en la creación de Altos Hornos de Vizcaya. Desde su infancia se le educó con la mirada puesta en Europa, y tras sus estudios en el colegio bilbaino de San Nicolás, fue enviado a cursar el bachillerato al Liceo francés de Angulema y a continuación viajó a Oxford para aprender la lengua inglesa. Sus estudios universitarios culminaron en la ciudad sajona de Mittweida (Alemania), obteniendo el título de ingeniero industrial.

A pesar de todo, en esos días reconocía que en sus ratos libres, alguna vez de manera aislada, había cogido el pincel para realizar alguna copia de cuadros de tamaño pequeño, aunque sin demasiada confianza en su propio talento, tal como recuerda Verónica Mendieta en su catálogo razonado. Porque Juan de Echevarría fue un ingeniero con vocación pictórica.

La muerte de su madre, Felipa Zuricalday, en 1902, mientras asistía a un espectáculo en el palco del teatro Arriaga, convulsionó a la familia y Juan decidió romper con su "falsa vida", como él la definió, y dedicarse de lleno a su vocación por la pintura. Abandonó todas las responsabilidades en las distintas empresas familiares y los proyectos en ciernes, con el consiguiente drama familiar y con el escándalo entre la sociedad burguesa del País Vasco. "Cambió su vida de industrial millonario por la de pintor, contando con la herencia de su madre", explica su sobrina nieta.

EL COLOR DE MATISSE

Descubrió en París el color de Cézanne, Van Gogh y Gauguin, junto con el de Matisse, y de la mano de Durrio y su amigo Iturrino se introdujo en el círculo de artistas españoles, en los que estaban Picasso, Zuloaga, Sunyer o Anglada-Camarasa.

Echevarría regresó a Bilbao y formó parte de la asociación de Artistas Vascos y fue entonces, cuando nació su creciente interés por los paisajes de Castilla, así como por las escenas de la localidad costera de Ondarroa, lugares que ya habían cautivado a toda una generación de pintores como Zuluoga o Zubiaurre. También residió en Granada, donde hizo sus emblemáticos cuadros de gitanas. En 1916 celebró sus primeras exposiciones individuales en la Asociación de Artistas Vascos de Bilbao y dos años después se instaló definitivamente en Madrid.

Una muestra individual en la sala de los Amigos del Arte en Madrid, en 1923, que también viajó a Bilbao, supuso su consagración definitiva. Para entonces, según cuenta Verónica Mendieta, Juan de Echevarría se había convertido en una especie de "pintor de cámara" de la Generación del 98, con sus retratos de escritores como Pío Baroja, Valle-Inclán, Azorín, Ramiro de Maeztu o José María Salaverria, con quienes compartía tertulia en los cafés de Madrid. También son célebres sus retratos de Unamuno, a quien visitaba en su exilio voluntario en Hendaia.

Juan de Echevarría compaginó siempre su pasión por la pintura con la música, "siempre tocaba el piano antes de ponerse a pintar", recuerda Verónica Mendieta. Desarrolló un distintivo estilo de refinado cromatismo y un expresionismo heredero del legado de Goya o El Greco en la fuerza emocional de sus figuras y del ideario del francés Matisse en la búsqueda de la expresión a través del color".

La publicación incluye un estudio exhaustivo de su obra acompañado del catálogo razonado de toda su pintura, con 342 óleos, 70 dibujos y 2 grabados. Mendieta ha detallado que "un número no pequeño de cuadros falsos ha circulado por el mercado".

Juan de Echevarría falleció en 1931 a los 56 años en Madrid, tras un infarto que sufrió cuando presenciaba una final de Copa entre el Athletic y el Betis, según ha recordado su sobrina nieta.