CONOCER un idioma va más allá de poder comunicarse entre diferentes personas; permite conocer la historia de un país, su cultura, sus costumbres, sus arraigos... Es evidente que la influencia cultural es un aspecto determinante en el aprendizaje de una lengua extranjera, una influencia que, en el caso del inglés, ha echado raíces en prácticamente todas las expresiones artísticas como son la música, el arte, la literatura...

Pero además, la gran mayoría de contenidos e informaciones de muy distintos ámbitos están escritos en inglés. Publicaciones científicas y descubrimientos, estudios médicos, químicos, educativos y de muchos otros ámbitos han promovido el uso del inglés a lo largo y ancho del planeta.

A ello hay que añadir, las ventajas que supone el manejo del inglés en todos los campos, pero especialmente en el plano profesional. Cabe resaltar además, que el surgimiento de consumidores internacionales, la existencia de un comercio cada vez más agresivo, el flujo constante de información y una cultura global son elementos que también han impulsado el manejo de esta lengua.

Por comenzar por alguna de las expresiones culturales con fuerte arraigo en la lengua inglesa, qué mejor que la música. La música es una herramienta muy válida para potenciar el aprendizaje de una lengua. Una canción nos puede acercar a la realidad lingüística de un idioma, pero también a su realidad cultural. No hay mejor forma de sentir una cultura que a través de su música, y en la sociedad inglesa, los grupos icónicos de música no son pocos.

¿Y qué decir del cine como elemento cultural de Inglaterra? La industria del cine de Gran Bretaña es una de más destacadas en Europa, con una identidad única y con una constante competencia con Hollywood. Algunos títulos como Harry Potter o Notting Hill se encuentran entre las películas más vistas en todo el mundo.

Otro aspecto que ayuda a comprender el sentir de un país es su arte. Y ese arte se conoce en Inglaterra a través de su calles, sus museos, sus literatos...

Pintura, escultura, fotografía y performance son algunos de los géneros que permiten ir más allá de aprender el idioma.

Incluir la cultura en las clases de ingles es una práctica habitual de los centros que, en muchas ocasiones, llega de diferentes ámbitos. Un ejemplo de ello lo encontramos en el British Council, con una programación en sus cursos, hasta antes de la pandemia, que incluía cine, cuentacuentos, etc...

Pero no podemos obviar que el legado de la lengua inglesa va ligado al nombre de William Shakespeare. Grandes obras como Hamlet, Romeo y Julieta, El Rey Lear o Macbeth han permanecido a lo largo de los años, contando la mayoría de ellas con más de 400 años de antigüedad. Hoy en día no solo se siguen leyendo estas obras, sino que se representan en teatros de todo el mundo, y muchas de ellas cuentan con una o varias versiones cinematográficas.

Y es que este autor tiene mucho que ver con lo que es en la actualidad la sociedad inglesa.

La mezcla entre lo trágico que les ocurre a sus protagonistas, junto al tono de burla con que se cuentan las historias, es un detonante claro del conocido popularmente como el humor inglés.

Por todo ello, no cabe duda de que la obra de Shakespeare ha sido y sigue siendo una contribución importante para la literatura inglesa, pero también para la literatura universal.

Gastronomía

En este repaso por la cultura inglesa no podemos dejar a un lado su gastronomía. Un idioma se conoce también por sus particularidades gastronómicas. El hecho de conocer de cerca la cocina de un país hace más sencillo aprender a disfrutar de su gastronomía como uno más de ellos.

Practicar sus recetas, utilizar sus productos y, por supuesto, degustarlos, puede ser divertido. De todas las costumbres, la del té es la más británicas. De hecho, el té constituye la base de numerosas interacciones sociales en el Reino Unido.

La mayoría de los británicos toman té para desayunar, durante el trabajo, antes de acostarse, en las visitas..., en resumen, en todo momento toman té.

La historia de esta costumbre se remonta a 1662 cuando el rey Carlos II contrae matrimonio con la princesa portuguesa Catalina de Braganza, gran consumidora de té, que pone de moda la infusión en la corte británica.

Pero no es hasta principios del siglo XIX cuando parece que se establece la costumbre de la hora del té, cuya invención hay que atribuírsela a la duquesa de Bedford, que se sintió desfallecer y ordenó que le sirvieran una taza de té con una ligera colación antes de cenar.

El invento sentó tan bien a la duquesa que empezó a reunir a sus amigos alrededor del té de la tarde, donde servía la bebida acompañada de pasteles y emparedados, popularizando así el Afternoon Tea, un término que hoy en día ha caído en desuso.