encuentro en Azkuna Zentroa Gutun Zuria

El encuentro, en el que varias editoriales participaron a través de vídeos grabados previamente para explicar al público cómo es el oficio para aquellos que no obedecen a un gran sello, estuvo coordinado por la editorial bilbaina Consonni. “Durante el confinamiento constatamos que las editoriales independientes somos importantes porque somos muchas, reivindicamos la bibliodiversidad. No se trata de que haya un gran número de títulos, sino de diversidad en los mismos, siendo representadas hasta las expresiones más minoritarias”, aseguraron durante la última jornada del Festival Internacional de las Letras de Bilbao. “Queremos poner en valor el trabajo de todas las editoriales que intentan hacerse un hueco en el panorama avasallador de novedades”, indicaron las seis trabajadoras de Consonni, en el escenario del auditorio, donde escenificaron la red de apoyo y alianza entre editoriales. “El libro es un trabajo colectivo y queremos dar valor a esa responsabilidad compartida”, concluyeron.

A la rentabilidad de esa responsabilidad aludieron varios. Sol Salama, la única socia de Editorial Tránsito, reconoció sus reservas respecto a identificarse con el término independiente porque lo asociaba con la precariedad. “Espero dejar de ser precaria pero seguir siendo independiente”, reveló la responsable de este sello que suma 14 libros. “Es una editorial que solo publica a mujeres; me dijeron que iba a ser un suicidio pero no lo está siendo”, aseguró esta editora, preocupada por todos esos libros fáciles de leer “camuflados” de alta literatura. “Es mucho más fácil recomendar en las librerías a Sally Rooney que a Chantal Akerman”, reflexionó. “Hay una gran comunidad lectora sedienta de buenos libros que son los que estamos publicando quienes estamos aquí, pero no sé como llegar a más gente. La militancia está fenomenal pero tenemos que recordar que tenemos que vender”, aseveró.

Sobre una preocupación similar se pronunció también Leire López, que lleva tres años al frente de Susa Literatura. “He escuchado decir que el momento más feliz de una editora es el de liquidar los derechos de autor. Es verdad. Esa es la contradicción más grande. Saber que vivo de ser editora, mientras que los escritores no pueden vivir de ser escritores”, expuso la responsable de la editorial euskaldun, quien considera que uno de los mayores retos de la industria es “mejorar las condiciones de los escritores y de otros colectivos que participan en la publicación”. Tras relevar a Gorka Arrese, uno de los editores referentes de la literatura vasca, su propósito fue que el cambio se percibiera lo mínimo posible. Ahora busca ser valiente; que los cambios se adviertan con el tiempo. “Me gustaría que no fuera reseñable que se publica el mismo número de hombres y mujeres, porque significaría que no es la excepción”, aseguró la editora que también apuesta por textos que incomodan por su capacidad de llevar al lector a lugares nuevos.

Carrera de fondo

Nacida el propósito de “aportar herramientas a partir de textos que ayuden a entender la complejidad del mundo”, para la editorial Capitán Swing ese reto ha sido más escabroso el último año. “Es importante que haya una diversidad de editoriales independientes que publiquen, porque eso enriquece el debate cultural”, argumentó su editora Blanca Cambronero. Sin embargo, apuntó la necesidad de reflexionar sobre el exceso de publicaciones. “Por mucho que debatamos nosotras, como independientes, mientras no intervengan quienes más publican es un debate que se queda cojo”, consideró la representante de la editorial madrileña, poco después de que Enrique Redel, de Impedimenta, reconociera que, en su caso, han crecido poco a poco. “Sin renunciar a nuestra esencia como artesanos del libro. Huímos del hit. Nuestro lema ha sido: Catalogo, antes que nada”, aseguró editor, quien detalló que en esa carrera de fondo han conseguido formar un equipo de seis personas.

A fuego lento es como le gusta cocinar sus publicaciones a Elisabeth Pérez, que se embarcó en la aventura de Bonito Editorial, de Barakaldo, hace ocho años tras encontrarse con obstáculos para publicar sus propios libros. “Soy una impostora, soy autora: ilustradora y escritora”, confesó esta creadora que hasta la fecha ha editado nueve libros. “Hay otros cuatro libros en el horno que puede que salgan este año o dentro de siete. No tengo prisa”, admitió esta vizcaina que edita libros ilustrados muy especiales. “Hay que confiar en las cosas difíciles, hay que comprarlas, para que se sigan creando. La mejor arma es hacer proyectos interesantes que se queden en la memoria de la gente”, reflexionó la polifacética editora.

Con la misma idea de “plantear cosas singulares que no tenían demasiada presencia” formaron Sans Soleil, allá por 2012 en Gasteiz, unos universitarios dedicados a disciplinas como la antropología o la historia del arte. “Estábamos interesados en el cruce de disciplinas y vimos que había una aportación que podíamos hacer en lengua castellana”, explicó Ander Gondra sobre el inicio de la editorial con sede en el Santuario de Estíbaliz. Ahora cuentan con 80 títulos, entre los que mencionó, con orgullo, las traducciones de Donna Haraway o Erwin Panofsky, así como la publicación de autores estatales. “No sé si hacemos edición independiente pero hacemos edición de autor. Publicamos en familia. Hemos creado una comunidad cómplice que nos sigue”, aseveró.

Al margen de las corrientes intelectuales, las redes sociales y las instituciones, la editorial Pepitas de Calabaza ha conseguido marcar su camino con la particularidad de tener su sede en Logroño. “Hay tantos autores que no interesan a nadie que podemos permitirnos el lujo de apostar por ellos”, expuso Julián Lacalle, quien reveló que en 23 años han publicado cerca de 270 libros “absolutamente variados, guiados por la más íntima apetencia”. Llegaron a la conclusión de que la cadena del libro era, en realidad, una mesa redonda. “Con muchas personas alrededor pero con las sillas giradas. Los traductores pensando en una cosa; los distribuidores en otra. Estos encuentros tienen que servir para girar las sillas y debatir de forma honesta”, determinó poco después de que Gustavo Cruz, de la editorial mexicana Almadia, cavilara sobre “un futuro en comunidad” tras la situación de desesperanza provocada por la pandemia. Ellos optaron por buscar editoriales en una situación similar, como Sexto Piso. “Nadie tenía una respuesta. Pero la única conclusión a la que llegamos es que teníamos que actuar juntos”, expuso. Así es como surgió la campaña Dependientes de Lectores para comunicar la situación en la que se encontraban. “La respuesta fue muy generosa. Caímos en la cuenta de que no hay esfuerzo colectivo que no deba ampliarse”, concluyó.

“El debate se queda cojo mientras no intervengan quienes más publican”

Editora de Capital Swing

“Hay tantos autores que no interesan a nadie que podemos permitirnos el lujo de apostar por ellos”

Editor de Pepitas de Calabaza

“Hay una comunidad sedienta de buenos libros, pero no sé cómo llegar a ellos”

Editora de Editorial Tránsito